17- Una nueva vida para los dos

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Dos días después en el Terminal de Trenes de Nueva York.

—Mira ahí está Curtis, el chófer de mi madre le entregaremos el equipaje e iremos caminando. Tu primer paseo por Nueva York como la señora de Terence Graham, es excitante no es verdad.

—Terry y a dónde vamos, ya me lo dirás -preguntó ella impaciente.

—Iremos al (Hotel) Biltmore, pasaremos la noche ahí hasta el domingo, una pequeña luna de miel. Te gustará estoy seguro. Vamos señora Pecas —Terry le dio su brazo para que ella se apoyara en él y salieron a la avenida repleta de autos y personas yendo de un lado a otro.

A pesar del cansancio disfrutaron la caminata, luego de tantas horas de viaje, estirar las piernas y respirar fuera del compartimiento era liberador. Cuando finalmente llegaron al lobby del hotel, encontraron todo un alboroto. Reporteros, fotógrafos. Terry enterró medio rostro en el jockey inglés. Candy se acercó a él, preguntándole que podría estar pasando. por suerte, no estaban allí por ellos. Era imposible, nadie manejaba información de su estadía allí más que él. Fue directamente al mesón de recepción, para registrarse y solicitar la llave de la suite que había reservado.

—Terry por qué todo este alboroto –preguntó Candy.

—Es por el señor Scott Fitzgerald y el éxito de su libro, vive aquí con su esposa -el empleado de la recepción aclaró la duda de Candy.

—Así que es por Fitzgerald —Terry se dirigió entonces a su esposa- es un escritor, recuerdas cuando fuimos al clandestino, él estaba allí, en la mesa donde te dije que había varios artistas y escritores.

Terminado el registro, la pareja se dirigía a los ascensores cuando escucharon que alguien detrás de ellos se dirigía a Terry. Él se dio vuelta para atender el llamado. Se trataba del señor Jonhson, el reportero del Times que poco más de un mes conversaba con él en el hotel Plaza. El reportero los abordó a ambos tomándolos por sorpresa, detallando de inmediato que se trataba de la misma chica y que ambos ahora usaban una sortija de casados. 

—Buenas tardes señor Johnson, me ha tomado usted de forma desprevenida. Creí que todos estaban aquí por Scott.

—Así es señor Graham, pero la verdad no pude evitar verlo, y evitarme el placer de venir a saludarlo —le dijo cordialmente el reportero del Times.

—Buenas tardes, señorita Ardlay o debo decir señora Graham...

—Señor Johnson veo que me ha descubierto, le presentó a mi esposa, la señora Candice, y ésta señor Johnson es mi luna de miel. Así que, si me lo permite, iremos a nuestra suite.

—Puedo hacerle sólo una pregunta, cuándo se casó Señor Graham, es evidente que fue en Chicago, hace tiempo que no se le veía en las calles de Broadway.

-Me casé hace un mes y sí, fue en Chicago, en casa de mi suegro el señor William Ardlay. Y es todo lo que le diré, solo porque estoy realmente muy feliz de regresar a Nueva York con mi amada esposa.

El reportero estaba hambriento por más información y estuvo a punto de llamar a un fotógrafo para obtener la primera imagen del matrimonio. Sobre todo, ansiaba por ser el primero en mostrar el dulce rostro de la chica que había atrapado finalmente al famoso actor. Pero Terry fue más audaz y aprovechando un descuido del periodista que se había girado para buscar con la mirada al fotógrafo del Times, empujó a Candy metiéndola de lleno al ascensor, cubriéndola con su cuerpo e indicando raudamente al empleado que cerrara las puertas.

Llegaron al pasillo muertos de risa. Por supuesto el rubio reportero del Times era la víctima de las burlas de ambos. Terry giró la llave e impulsó la puerta, pero rápidamente volvió a cerrarla.

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora