4- Cásate conmigo I

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Cuando Candy llegó a su habitación se quedó recostada a la puerta por unos largos minutos, trataba de asimilar como estaba cambiando su vida en cuestión de horas. Se tocó los labios para recordar los besos que él le había dado esta noche, luego se abrazó a sí misma para sentir de nuevo su abrazo, se llevó una mano al pecho, justo en medio de los senos - aún siento tu calor, siempre he sentido tu calor aquí, pero esta noche ha sido como sentir brasas nuevas, más ardientes-.

Estaba convencida de que no iba a conciliar el sueño esa noche, era como un sueño del que no quería despertar, tenía miedo de ir a la cama, que con el amanecer todo se desvaneciera y verse de nuevo entre las colchas en su habitación verde menta de Chicago. Caminó hasta la ventana, para apartar las cortinas, mirar hacia la calle, ver la ciudad para sentirse segura.

Minutos después ya en cama repasaba los eventos recientes Terry, este chico más grande que he visto hoy es una nueva y mejor versión de ti, tu cabello es más corto, pero no tan corto como lo usan comúnmente, creo que también estas más fuerte, tu voz, tu acento británico que poco has cambiado, mi Terry. En medio de esas cavilaciones y a punto de quedarse dormida, recordó que no se había comunicado con Albert y se incorporó para ver la hora es muy tarde ya para llamar a casa, Annie debe estar preocupada, pensó. Volvió a recostarse dominada por el sueño, contrario a lo que creía durmió profundamente.

En Chicago, aunque no lo decían abiertamente, a todos los miembros de la íntima familia de William Albert Ardlay les aterraba la imagen de Candy viajando a Nueva York para encontrarse con Terence Granchester. Una especie de espina filosa les pinchaba tímidamente el corazón y les traía el recuerdo de los eventos amargos del pasado; por eso tanto Annie Cornwell como el propio jefe del clan habían insistido en que ella se comunicara lo antes posible una vez arribara a la ciudad; Archie también padecía el mismo dolor, pero contrario a su esposa y a su tío, si había manifestado su miedo, pero a través de la rabia, en una discusión que no llegó a mayores con la propia Candy y con Albert la tarde en la que ella les informó sobre su decisión de ir a ver a Terry en vez de simplemente contestarle con una carta. Así que la preocupación de Candy esa noche se correspondía con la expectativa que había generado el viaje en su pequeño círculo familiar.

A la mañana siguiente Terry se levantó muy temprano, bajó hasta la cocina para tomar algo de té y leer el periódico mientras hacía algo de tiempo.

—Buenos días señora Hopkins.

—Buenos días señor — le contestó la ama de llaves.

—Tomaré una taza de té señora Hopkins, ¿sabe usted si mi madre ya despertó?

—Sí ya despertó, ha pedido el desayuno en su habitación, lo llevare ahora mismo.

—Puede decirle que subiré una vez tome mi té por favor, necesito hablar con ella.

La mujer asintió con la cabeza mientras salía de la cocina con la bandeja para la dueña de la casa. El actor por su parte disfrutó como nunca su taza de té y una vez terminada se dirigió a la habitación de su madre; luego de anunciarse entró:

—Buenos días madre.

—Buenos días hijo, dormiste bien —preguntó ella.

—Sí muy bien, iré a desayunar con Candy al hotel. Luego no podré verla hasta la tarde o la noche, podrías recogerme ahí para comprar el anillo de compromiso.

—Pero Terry es muy temprano todavía, Candy debe estar durmiendo aún, tuvo un largo viaje, luego ayer fue un largo día para los dos.

—Ella es enfermera madre —la interrumpió él secamente— es madrugadora, está acostumbrada al trabajo pesado, por favor recógeme más tarde, luego de ver el tema del anillo debo ver a Robert y a John Cort—se acercó para darle un beso a su madre y le dio las gracias, luego salió como bala.

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora