13- La nueva trampa de Eliza

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Durante las siguientes dos semanas al nacimiento de Paulina, Candy estuvo totalmente abocada en atenderla a ella y a Annie de forma amorosa y dedicada. A Terry no le molestaba el tiempo que ella le restaba a él para cuidar de su sobrina-ahijada y a su hermana, era el acuerdo tácito al que llegaron cuando él decidió ir a Chicago y adaptar sus planes a los planes de ella.

Era el "precio que tenía que pagar" por estar a su lado en ese momento, y para él valía la pena. Pronto regresarían a Nueva York como marido y mujer, tenían una vida por delante para disfrutarse, para hacerse compañía, para ser finalmente felices.

Esa tarde ambos tomaban una siesta en el cuarto de soltera de ella, cuando se escucharon voces en el pasillo que los alertaron de qué algo pasaba, pero ella fue la primera en advertir que alguna de esas voces eran familiares, y que especialmente una de ellas no sería del total agrado de su esposo. Él siguió durmiendo, pero ella decidió levantarse y en puntillas se asomó al pasillo. El señor Cameron venia con una maleta, y ella lo detuvo para indagar qué pasaba.

—Señor Cameron, qué sucede, quién llegó.

—Buenas tardes, señorita Candy, es la Señora Elroy y la señorita Eliza, acaban de llegar de Florida.

—¿Eliza vino a Chicago?

—Sí, llevo su maleta a la habitación de huéspedes que ocupaba el señor Graham –le explicó el amable empleado.

Candy agudizó su oído y comprobó que era cierto, la chillona voz de Eliza Lagan se filtraba desde la habitación hasta el pasillo.

—Está bien señor Cameron, puedo pedirle un favor, no le diga qué estoy en esta habitación, me iré con el señor Graham a mi nueva habitación en un rato, no queremos coincidir con la señorita Legan. Gracias señor Cameron.

—No se preocupe, no diré nada.

Candy volvió a entrar a su cuarto preocupada, no por ella, había aprendido a manejar a los hermanos Lagan y a Sara desde hacía ya tiempo. Además, tanto Albert como la Tía Elroy hicieron esfuerzos por ponerles un freno y su actitud ya no era la hostil de antes. Seguía siendo desagradable estar cerca de ellos, y aún tenía que tolerar sus filosas lenguas, pero era algo que podía soportar. Ella era la heredera del jefe del clan familiar, para bien o para mal, para disgusto o no de ellos y de la propia Tía Abuela. Como tal le debían la consideración y el respeto que eso ameritaba, aunque fuese de dientes para afuera.

Resolvió esperar a que Terry despertará para darle las "malas noticias", estarían obligados a socializar con la tía Abuela, eso no lo podrían eludir. Se dio un baño y se puso ropa semiformal, previendo desde ya que cenarían con la matriarca de la familia. Una vez que estuvo lista, fue hasta la habitación de Annie para ver a Paulina. Antes le dejó una nota a Terry sobre la mesa de noche, donde le informaba que estaría en la habitación de los Cornwell y que fuera hasta allá apenas despertara.

Cuando entró a la habitación de Annie, ella estaba en el balcón dándole un baño de sol a la linda Paulina, Candy caminó directamente hasta allí y se echó sobre una de los muebles de mimbre. No sin antes llenar de bellos arrumacos a su preciosa ahijada.

—Adivina quién vino con la Tía Abuela —dijo Candy apenas se sentó.

—Sí, ya estuvieron por aquí vinieron a conocer a Paulina. Eliza no disimuló, inmediatamente me preguntó si todavía estabas aquí con Terry.

—Ufff —Candy soltó un resoplido en expresión de hastío.

—No te preocupes, Albert no permitirá que haga una de las suyas, tendrá que comportarse frente a ustedes. Y si se atreve, no tardaremos en ponerla en su lugar, ni Archie ni yo permitiremos que les haga pasar un mal momento, no en esta casa. Y sabes que la Tía Abuela tampoco la secunda como antes, y ahora menos que te has casado con un miembro de la nobleza británica.

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