Epílogo

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El tiempo pasaba de forma suave y lentamente desde que llegaron a Edimburgo. Instalados en la Villa, se olvidaron del mundo. Se dedicaron a recuperar aquel hermoso lugar, que a pesar de los arreglos que el Duque de Granchester encargó se hicieran cuando supo que su hijo y su familia ocuparían la antigua mansión, presentaba un avanzado deterioro.

Terry dejó de visitar la propiedad en el verano de 1914, y desde entonces no fue visitado por ningún miembro de la familia Granchester, ya que pasaban sus veranos en la residencia de Windermere.

A diferencia del resto, ellos sentían amor genuino por aquel lugar. Así que hicieron todo su alcance para hacerlo no solo habitable, sino convertirlo en el brasero de su vida íntima y familiar, un lugar acogedor. Como se trataba de una propiedad de grandes dimensiones, Terry tuvo la idea de comenzar por ocupar y restaurar la zona donde se hallaba la biblioteca, recuperar los hermosos tesoros literarios que allí se guardaban, incluyendo las obras completas de Shakespeare fue su prioridad.

El salón que servía de recibidor fue convertido en la estancia familiar, allí junto a la chimenea pasaban el mayor tiempo. Hasta allí también, movieron el hermoso piano. Cuando Terry no amenizaba él mismo las privadas veladas, colocaban canciones y bailaban sumergidos uno en el otro.

Candy con la ayuda de un jardinero les dio mantenimiento a los setos del jardín y sembró nuevas plantas y flores, incluyendo rosas. También refaccionaron el estanque. La Villa recobró la vida, gracias a las manos amorosas de sus nuevos dueños.

Los pocos sirvientes con los que contaban, los observaban divertidos y comentaban que parecían más que un matrimonio, novios adolescentes peleando por tonterías y reconciliándose rato después, en un ritual casi a diario. Terry retaba constantemente la paciencia de su señora pecas, pero también la llenaba de detalles y como se hallaba perdidamente enamorado de ella, la complacía en todo.

Cuando se acercaba la fecha del cumpleaños de la pequeña Eleanor, Candy comenzó a planear una pequeña celebración familiar. Que solo los incluía a ellos, y los empleados, que eran una pequeña familia muy gentil que vivía junto a la Villa, y eventualmente al Duque de Granchester, si éste aceptaba la invitación.

Estaban en el salón, una tarde después del té, cuando ella quiso tocar el tema con Terry. Él se encontraba sumergido en uno de sus libros, y Eleanor dormía apoyada en una las piernas de su padre. Apenas ella terminó de recoger la mesa con la ayuda de la ama de llaves, se acercó a él, sentándose en un sillón a su lado.

—Mi amor, podemos conversar un momento, quiero preguntarte algo. Es sobre el cumpleaños de Eli.

—Sí, dime, que está planeando esa cabecita traviesa tuya —le dijo él como intuyendo lo que venía.

—Me gustaría decirle a tu padre que venga a celebrar el cumpleaños con nosotros. Por supuesto que no será gran cosa, le partiremos un pastel, pero había pensado en una comida familiar. Tu madre vendrá apenas para cuando se acerque el parto, Albert y Georges dijeron que vendrían en Navidad, pero vayamos a saber si en verdad podrán salir de Chicago con todo el trabajo que tienen. Finalmente es su abuelo.

—No creo que al duque le anime venir hasta acá para comer pastel de cumpleaños, basta que estemos nosotros pecas. En verdad no quiero que te lleves una desilusión. Que te emociones invitándolo, para que él se niegue porque tiene compromisos más importantes.

—¿Puedo al menos intentarlo? —le preguntó ella haciendo un puchero.

—ja ja ja (Terry soltó una carcajada) ¿es una broma verdad? Tarzán pecoso, la mona más entrometida del planeta, está pidiendo mi opinión. ¿Cuándo has necesitado de mi permiso para hacer algo por tu cuenta?

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora