22- Regalo de Bodas

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El pesado tráfico de la ciudad le permitió a Terry tener el tiempo suficiente para calmarse. Se sentía aún muy tenso por el encuentro con la madre de Susanna. Desde el día del funeral de la actriz no la veía. Notó los cambios en ella, estaba mucho más delgada y su apariencia era la de una mujer mayor a su verdadera edad. Sin duda seguía sufriendo mucho por su hija fallecida. A pesar de ello, no podía permitirle que continuará en la actitud obcecada de perseguirlo, a él o a Candy. Por un inesperado giro del destino, su vida había comenzado de nuevo. Tenía en sus manos una nueva oportunidad para ser infinitamente feliz y no permitiría que nada ni nadie lo echara a perder.

Esperó unos minutos antes de descender del auto y entrar a la casa. Finalmente entró, se dirigió a su habitación, Candy estaba frente a su armario rebuscando entre sus vestidos. Se miraron por un momento, él se acercó a ella y le dio un beso en el cabello, luego caminó hasta el sofá y se dejó caer.

—¿Qué te sucede, a dónde fuiste? —Candy le preguntó mientras se sentaba a su lado, y posaba su mano sobre el dorso de su muslo.

—Fui a Queens —dijo Terry secamente.

—¿Para qué fuiste a Queens? — le preguntó ella sorprendida.

—Fui a hablar con la señora Marlow. En Queens viven sus parientes y al parecer ella también vive allí. Ayer la fui a buscar a la casa donde se supone vivía, la casa que compré para Susanna. Resulta que la alquiló, ya no vive ahí y se fue con sus parientes —dijo quedamente.

—¿Fuiste muy duro con ella? No debiste ir Terry, ella todavía está sufriendo por su hija; ya para mí su visita no tiene importancia. Me lastimó saber detalles sobre su muerte, y que me culpara de su infelicidad, pero sé que todo lo que me dijo, provenían de una madre que sufre por la muerte de su única hija. Quizás cuando nuestro bebé nazca entenderemos la dimensión de su sufrimiento.

—Aun así, no la quiero cerca de nuestras vidas. Sabes por qué fui a buscarla. Hoy mientras tú dormías, me levanté a cerrar las cortinas de las ventanas, y la vi afuera, parada en la reja de la casa. Se atrevió a venir hasta aquí, sabiendo que está es también tu casa...

—No es la primera vez que viene. La señora Hopkins nos contó a Patricia y a mí, que la señora Marlow vino a buscarte hace algunos días. Pero Eleanor, ya les había dado instrucciones de no dejarla entrar —le confesó Candy.

—¡Ves lo que te digo! —Terry se levantó abruptamente, molesto — es por eso que fui a buscarla, para que nos deje en paz Candy. Sé que eres la persona más noble del mundo, que no ves maldad en las personas, pero no permitiré que ella se continúe acercando a nosotros, mucho menos a ti ahora que tendremos a nuestro hijo. Acaso no ves que ella lo hizo para lastimarte, para hacerte daño, herida porque eres mi esposa. Su propósito era atormentarnos, fue al hospital con el único objetivo de atormentarte, por qué no puedes verlo Candy.

—Si lo entiendo. En verdad lo entiendo, pero no puedo dejar de sentir compasión por ella. Claro que no la quiero cerca de nosotros y menos cuando su presencia te causa tanta incomodidad.

—Mi responsabilidad con Susanna terminó el día de su funeral. Ese mismo día, fui a la casa que compartía con ellas, saqué mis cosas personales, me tragué mi orgullo y vine a esta casa, y le pedí a mi madre que me recibiera —confesó Terry—ahora y en adelante mi responsabilidad eres tú y mi hijo.

Terry se acercó a Candy, se agacho frente a ella y le sujetó ambas manos, y le rogó una vez más que entendiera sus motivos y le insistió en que ninguno de los dos le debía nada a la madre de Susanna, y tenían que cerrar juntos ese capítulo de sus vidas. Ella accedió, en plena conciencia de que Terry tenía razón. Y le aseguró que de su parte era un capítulo cerrado, y se abrazó a él, para separarse en cuestiones de segundos para regañarlo:

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora