Terry, desesperado, con el corazón roto de dolor, se arrodilló frente a su Candy, abrazándola con todas las fuerzas de su alma. Permitiéndole llorar libremente, sin decir nada. Sólo se quedó allí sosteniéndola con sus fuertes brazos, ayudándola con su cuerpo.
Le recordó una vez más que la amaba, por sobre todas las cosas, y que él estaría con ella, paso a paso, sin abandonarla ni un segundo. ¿Qué podía decirle en un momento así? -pensaba- mientras la arrullaba y sentía sus latidos más sosegados.
—Pecas, amor mírame —Terry tomó entre sus manos el rostro lloroso de Candy, acomodó sus cabellos detrás de las orejas, despejando su hermosa cara— debemos leer la carta para saber qué quiere decirme Albert. Pero sólo lo haré cuando me digas que estás lista, ven –Terry la intentó levantar de la alfombra, pero ella se resistió.
Entonces se levantó y caminó hasta la mesa donde antes había colocado la jarra con agua, sirvió en un vaso y volvió con ella.
—Toma un poco por favor —él mismo le dio de beber, y esperó unos segundos. —Te sientes mejor –le preguntó.
Ella apenas musitó —un poco.
Él recostó su cuerpo contra el sofá, ambos permanecían en la alfombra, él le hizo un gesto para que ella viniera de espaldas a él, para que descansará sobre su pecho, rodeándola luego con sus brazos.
—Georges, puede ser mi familia, mi tío —dijo ella con sorpresa.
—Si amor, Georges puede ser tu tío o de Annie, no lo sabemos. Si estás más tranquila, leamos la carta de Albert.
—No, mejor léela tú primero Terry, tengo miedo —ella se giró para mirarlo a la cara— por favor, hazlo como Albert lo planeó, léela y luego la lees para mí.
—Está bien, si es lo que quieres, haré lo que te haga sentir mejor, pero ven sentémonos en el sofá, estarás más cómoda aquí —Terry la tomó por ambos brazos, y notó que el cuerpo de ella estaba helado. Se movió rápido a la chimenea y echo más leños. Luego cogió una manta que estaba encima de la cama para cubrirla y que se calentara. Se sentó a su lado, encogiendo sus piernas y apoyando su cara en el hombro de él.
—Annie debería saber la verdad también —susurró Candy.
—Después de que sepamos que nos dice Albert, llamaré a Cornwell, te lo prometo.
—Quiero mucho a Georges. Siempre me ha cuidado. Me rescató cuando los Lagan me enviaron a México. Él me buscó en el hogar de Pony y me convenció de ir al colegio, me llevó él mismo a Inglaterra. Me salvó del compromiso con Neal. Creo que se hizo pasar por Albert para aprobar que estudiará enfermería en la escuela de Mary Jane, y que pagaran mis estudios. Cuando Albert no estuvo, Georges me cuidó. Quizás lo de los hilos invisibles sea cierto.
— De qué hilos invisibles hablas —le preguntó Terry intrigado.
—La señorita Pony dice, que hay miles de hilos invisibles que conectan la vida de las personas. Nos los vemos, pero esos hilos van uniendo las vidas de unos con otros. Me imaginó que esos hilos, unieron mi vida con la de Archie, Staer y Anthony, y ellos me unieron a Albert... Ellos pidieron mi adopción.
—Y las nuestras —la interrumpió Terry— yo el hijo del más alto noble inglés y la bella actriz americana, y tu una mona pecosa con la nariz chata, hija adoptiva de un excéntrico aventurero, devenido en magnate —Él soltó una carcajada.
—Querrás decir con un arrogante, malcriado, engreído y malhumorado inglés —le dijo mientras le sacaba la lengua.
—Ah por fin una pequeña broma —dijo Terry mientras aplastaba la naricita chata de su esposa con la punta de su dedo— Candy no importa lo que diga esta carta, —dijo más serio— suponiendo que haya información de tus padres aquí, tú siempre serás tú. Sabes muy bien, que nunca me importó que fueras adoptada, que te criaras en un orfanato, tu origen desconocido. Eso para mí nunca tuvo importancia, nunca.
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Partida en dos
FanfictionEl anhelado encuentro se da entre Terence y Candice White, logrando con ayuda de quienes los aman estar juntos de nuevo. Pero un secreto dejará al descubierto que todo puede pasar y que el dolor como el amor es una realidad a la que no se le puede h...