2- Frente a frente

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Tres semanas antes...

Wiliam Albert Ardlay, era un hombre de negocios que viajaba muy a menudo por la costa este de los Estados Unidos, supervisando los intereses del clan familiar.

Era una tarde luminosa y muy agitada en Nueva York, él había pasado toda la mañana en reuniones con sus asesores financieros y luego en la Bolsa. Algo aturdido decidió caminar después del almuerzo. Le pidió a su sobrino el abogado Archibald Cornwell y a su mano derecha el señor Georges Villers, que lo dejaran solo un rato, ya que necesitaba poner su mente en blanco.

Quería simplemente caminar a solas, y lo hizo por casi una hora sin rumbo fijo por la zona de Manhattan. Pero de pronto una voz familiar lo sacó de sus tribulaciones, miró a su alrededor para encontrarla, y justo en la acera contraria, estaba un joven de unos 20 años, alto, de cabello castaños, con la mano alzada, llamándolo: ¡Albert!, ¡Albert!

El joven cruzó sin esperar a que el tráfico se detuviera, zigzagueando los autos que no paraban de tocar el claxon en señal de protesta.

¡Terence! —dijo por su parte el hombre que era tan rubio como sol, y tan alto como el castaño.

—Que grata sorpresa verte de nuevo, ha pasado mucho tiempo amigo -extendiendo su mano para saludarlo- quitándose el sombrero.

—Sí, es una grata casualidad encontrarte Albert ¿Qué haces en Nueva York?

—He venido por negocios amigo, me gustaría decirte que viajo por placer, pero hace mucho tiempo no tengo esa suerte.

—¿Tienes tiempo para un viejo e ingrato amigo? ¿quieres tomarte un café? conozco un lugar cerca de aquí, muy discreto donde podemos conversar.

—Eso me encantaría Terence, como en los viejos tiempos, pero alejémonos un poco de esta zona, me hospedo en el Hotel Plaza, que está cerca de aquí -señalando con su dedo índice- allí están Georges y mi sobrino Archie, pero me imagino que no es buena idea que se vean.

—Ni lo digas, pero tienes razón, sé exactamente a donde podemos ir.

Los dos hombres caminaron varias calles. Mientras lo hacían, Terence le comento a su viejo amigo sobre su reciente gira, y otras banalidades. Entraron a un bar con nombre irlandés, el actor condujo a su acompañante hasta una cortina roja al final del salón principal, detrás de ésta un hombre joven saludo con familiaridad y le preguntó al actor si tomaría lo de siempre, se sentaron en la mesa más alejada, era una especie de salón clandestino, muy frecuentado por otros actores y artistas reconocidos que iban al lugar buscando privacidad.

—Aquí tendremos total libertad para hablar, vengo acá siempre, ya me conocen, además sus dueños son británicos, no sé por qué conservan el nombre irlandés.

Terry llamó a un camarero y le pidió café para su amigo. El empleado regreso minutos después con un servicio de té negro inglés para él y café para el rubio.

—Sé que ha pasado mucho tiempo Albert, debo parecerte un completo ingrato, estoy algo avergonzado ahora que te tengo al frente, dijo mientras se quitaba el jockey inglés que usaba y con el que se cubría casi hasta los ojos.

—No hay nada de qué avergonzarse, yo tampoco intenté contactarte en todo este tiempo, aunque me vi tentado a hacerlo, ha sido complicado, no se si lo sabes, pero no soy simplemente Albert, el hombre que conociste en Londres.

—Lo sé, quiero decir, leí una noticia en la que hablaban de William A. Ardlay como el jefe de la familia y un importante hombre de negocios, te reconocí inmediatamente aunque lucías algo cambiado, entonces recordé que Candice me había hablado del hombre que la había adoptado, y se refería a él como el tío abuelo William (Ardlay), no puedo negarte que fue toda una sorpresa para mí, todo ese tiempo en Londres, ella era tu hija adoptiva y no dijiste nada. Fue una gran sorpresa sin duda.

—Albert soltó una carcajada- menuda sorpresa te llevaste ¿no? Incluso yo no podía creer quién era realmente cuando recobre la memoria – ya en un tono más serio- fue todo muy complicado en verdad Terence, muy complicado, pero de eso ha pasado ya tiempo. No puedo negarte que extraño los días en el Zoológico Blue River, pero debo confesar que incluso en ese momento estaba atendiendo negocios familiares en Inglaterra.

Albert le relató con detalles toda la historia de la adopción de Candy, de cómo sus sobrinos lo habían convencido de hacerlo para impedir que fuera llevada a un rancho en México, y de toda la maldad vivida por la chica en casa de los Lagan. El joven actor escuchó todo con detenimiento mientras tomaba su té, no lo interrumpió ni en segundo, realmente conmovido por aquello que le narraba su viejo amigo.

—Quiero que sepas, —continúo Albert que realmente quiero a Candice como mi hija, o mejor dicho como mi hermana menor, ella es mi mejor amiga y le debo la vida, la familia Ardlay no tendrá nunca como pagar su generosidad y lealtad conmigo mientras estaba desaparecido para ellos, enfermo sin memoria.

—Puedes decirme cómo está -dijo con voz temblorosa el actor intentado no quebrarse ahí mismo- no he tenido el valor de buscarla ¿sabes que Susana murió?

—Ella esta bien, ahora mismo está en Chicago, en nuestra residencia, pero ella vive en el Hogar de Pony, se mudó tiempo después de su separación y la muerte de Stair. Trabaja en la clínica del pueblo, con el doctor que ayudo a curarme. Me encantaría verla más a menudo, siempre se queja del poco tiempo que le dedico, tan ocupado como estoy. Ambos lamentamos la muerte de tu prometida, efectivamente nos enteramos del terrible suceso por el obituario en el periódico. Han sido tiempos difíciles para todos, creo Terence.

Las palabras de Albert lo animaron a expresar sentimientos que llevaban muchos años ocultos:

—He sido tratado con desprecio por mi noble familia, mi padre y yo no nos comunicamos, mi propia madre vivió mucho tiempo ocultándome. Todos conocen esta máscara que soy en Broadway, Terence Graham y he trabajado muy duro para lograr ser un actor admirado, un buen actor, pero sólo una persona conoce a Terence Granchester, al hombre detrás de la máscara, esa persona es ella y sólo ella. Candy cambió mi vida para siempre, no seria el hombre que hoy intento ser si no la hubieses enviado al San Pablo ese año querido amigo. Ese colegio era para mi un cementerio, y ella irrumpió con sus risas y alegría, con su encanto y espontaneidad, cambiando mi forma de ver el mundo, despertándome a la vida. Por eso me paraliza la idea de su rechazo.

—Creo que olvidas que es una mujer compasiva y de buen corazón, dispuesta siempre a ayudar, capaz de perdonar. Ambos han sido muy generosos e hicieron un gran sacrificio por la señorita Marlow, creo que eran muy jóvenes para dimensionar el tamaño de su sacrificio, y estoy dispuesto a ayudarlos para que puedan reparar el daño. Escríbele una carta, esta misma noche y yo la llevare a Chicago. Partiré mañana muy temprano a Pittsburgh, pero en 5 días estaré de nuevo en casa.

—Albert yo no podría soportar un rechazo, podría soportar cualquier cosa en este punto de mi vida, ya he pasado por el infierno mismo, pero tener su rechazo ahora que soy libre sería realmente devastador, me aterroriza solo pensarlo.

Terence bajo la mirada para que su interlocutor no viera las lágrimas que ya no podía detener.

—Todos estos años me dediqué a cumplir mi promesa con Susana, cumplí con mi deber con honorabilidad, a pesar de no amarla, estuve a su lado hasta su muerte, fue lo que le prometí y cumplí mi palabra. No era feliz, pero hice todo mi esfuerzo para no convertirme en un hombre miserable, encontré placer en mi trabajo y fue un gran alivio en mi vida. Pero ahora no quiero vivir más así, conformándome con lo que me tocó vivir, ya no tengo ese peso en mis hombros, soy un hombre finalmente libre y quiero estar con la única mujer que he amado. Quiero que sepas que tengo las mejores intenciones con Candy, siempre las tuve Albert, dijo esto mirando al rubio directo a los ojos.

—Entonces ármate del valor y escribe esa carta, si me lo permites estaré esta misma noche recogiéndola y se la llevaré yo mismo a Chicago. 

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora