Idílico.

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Idílico: que produce bienestar físico y anímico.

Capítulo narrado por Valentina.

Mis dedos golpeteaban el volante sin cesar, mientras mis dientes frontales masticaban ansiosamente mi labio inferior. No dejaba de mirar mi reflejo en el espejo retrovisor, lo analizaba sigilosamente para checar si el rubor de mis cachetes había sido suficiente y no exagerado o para convencerme a mí misma que el delineado me había quedado perfecto y no era necesario borrarlo rápidamente con una toallita húmeda. El semáforo me anunció que ya podía doblar hacia la izquierda, dudé un segundo en si hacerlo, el mapa en el celular me indicaba que en cuanto doblara esa esquina, estaría a tan sólo cinco minutos del destino que Juliana me había enviado por mensaje. Un estrendoso claxon me sacó de mi transe existencial y sin más di la vuelta. Pronto me encontraba entrando en una terracería con un montón de autos estacionados y un mar de gente riendo, cantando y fumando afuera de lo que era la fachada de un antro lgbt. Hombres maquillados con glitter y faldas diminutas, parejas de mujeres fumando como chimeneas mientras se sonríen de forma coqueta y adolescentes intentando convencer al cadenero de entrar sin identificación eran mi panorama hasta que mi vista se topó con la anatomía de Juliana, que con una palma en su rostro, intentando mirar más allá de la luz de mis faros y una sonrisa me saludaba desde unos dos metros de distancia.

Suspiré nerviosamente y apagué las luces de la camioneta, me miré por una última vez en el espejo y peiné los mechones de mi cabello suelto detrás de mis orejas, era la primera vez en cinco años que asistía a un antro a bailar y sobre todo, era la primera vez que lo hacía en un antro lgbt.

Juliana caminó hacía mí, se puso de puntillas y se asomó por la ventanilla del auto.

-¡Guau!- exclamó- te ves realmente bien- me dijo con una sonrisa en su rostro.

Sentí como mis mejillas se prendían.

-Tú también te ves muy bien- respondí con la voz entre cortada.

Logré salir de la camioneta para después ser guiada por Juliana hasta una alta y delgada mujer que vestía un elegante vestido negro con una enorme bufanda de plumas blancas.

-Val, ella es Lucía. Lucía, ella es Val- nos presentó y yo procedí a estrechar mi mano con la suya.

-Mucho gusto- le dije.

Ella simplemente sonrió, para después tomarme del brazo y guiarme hacia la entrada. El hombre cadenero me barrió de arriba hacia abajo con una mirada inexpresiva y retiró la cadena de la pared para dejarnos entrar a las tres. Una vez dentro, pude sentir como una enorme nube de neblina me golpeaba en el rostro mientras que en las enormes bocinas sonaba hung up de Madonna y aproximadamente 300 cuerpos ajetreados bailaban excitados de un lado a otro. Un joven delgado sin camisa se acercó a nosotras con una charola repleta de shots de vodka y una vez que los tomamos se retiró al ritmo de la música sobre unos patines forrados de luces neón.

Lucía no dejaba de sostenerme el brazo, mientras Juliana bebía de su shot de tequila, me sentía como en una escena sacada de alguna película sobre sexo adolescente, tantas personas despreocupadas, cantando y bailando, juntando sus cuerpos dopados, mientras un enorme calor nos abrazaba a todos juntos y unos enormes rayos de luz led de colores nos golpeteaban en la cara. En un momento pude sentir como la espalda de una persona chocaba por detrás mío, indicándome que debía moverme junto con el resto de personas ahí adentro, Lucía me soltó y comenzó a mover el cuerpo junto al resto de individuos sudados y llenos de brillo. Comencé a imitar los pasos que veía, aún llena de pena y con un poco de miedo pues era la primera vez en 23 años que presenciaba una situación como esa, jamás en mi vida alguien me había invitado a un antro, lo más cercano a lo que estaba viviendo habían sido las bodas de mis amigas de universidad y fiestas de fin de año de la empresa de mi papá, pero no sé comparaban en nada con esto.

Insomnio. [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora