Coffee Shopp

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We belong together

Kagome había regresado a la época actual en dónde se encontró con que habían cancelado las clases debido a una remodelación urgente, había habido un temblor en aquellos días en que se había ido de su casa. Por fortuna en su casa no había pasado más nada que unos platos rotos y algunas reliquias de su abuelo.

Su mamá le había dado tranquilamente la noticia, aunque era normal en ella, no preocuparse demasiado con cosas que no podía controlar. Se dispuso entonces a descansar, no había razón para regresar tan pronto a la otra época.

Se envolvió con sus cobijas y pronto el sueño se fue apoderando de su ya cansado cuerpo, pero un ruido la despertó, sabía quién era, pero no quería abrir los ojos.

— ¿Estás bien? —parecía un poco preocupado, después de todo que estuviera durmiendo a esas horas del día era raro en ella.
— Inuyasha ¿Qué haces aquí‽ —preguntó mientras se levantaba de la cama.
— Así que no estás enferma —la acusó Inuyasha mientras ponía su mano en la frente de ésta, sólo para asegurarse de lo que era evidente—, creí que estarías en la escuela —dijo sentandose en la ventana con los brazos cruzados.
— Y a eso vine, pero... Al parecer está cerrada, no hay clases, y pensé que quizá... —balcuceó nerviosamente mientras jugaba con sus dedos.
— Creíste que podrías librarte de buscar los fragmentos de la perla —la acusó para después voltearse.
— Lo siento... Pero es que de vez en cuando es bueno descansar —intentó no ponerle demasiada atención a la actitud infantil del muchacho.
— Como sea... —suspiró sin saber qué más decir.
— Bueno... Ya que estás aquí, ¿No quieres acompañarme a comprar unas cosas‽
— ¿Comida ninja? —dijo emocionado mientras abría los ojos con ilusión.
— Ah... Supongo que sí, podemos comprar unas cuantas. Ahora ve con Sota, me voy a cambiar y nos vamos.

Inuyasha así lo hizo, bajó a la parte de abajo de la casa donde lo recibieron de buena gana. Empezó a jugar con el gato mientras veía la televisión con Sota, el abuelo decía una que otra cosa sin esperar respuesta alguna. La mamá de Kagome estaba acomodando unas cosas hasta que de rato bajó Kagome.

Salieron de la casa sin decir nada pero con una sonrisa en los labios, la verdad era que por mucho que Kagome se enojara con Inuyasha siempre le había gustado salir con él cuando estaban en su casa. Sin pensarlo mucho lo tomó de la mano, no había mucho que observar.

— Ey Kagome... ¿Qué es eso‽ —preguntó Inuyasha un poco intrigado pues le llegaba un olor extraño, no parecía desagradable pero nunca lo había olido.
— Eh —Kagome volteó en la dirección que señalaba Inuyasha, vaya, aquello era nuevo, no recordaba haberlo visto antes—, ah... Eso, es una cafetería
— ¿Cafetería‽
— Sí, normalmente sirven bebidas calientes y postres... —se le quedó viendo un momento—, ¿Quieres entrar‽ —no es que esperara una respuesta por su parte, pues ya estaban caminando hacia la cafetería.

Llegaron y se sentaron en un rincón lejos de los ojos curiosos, Kagome dejó a Inuyasha sentado en la mesa con la amenaza de que no hiciera nada o ya se las vería con ella, de regreso venía con dos cafés y unos pastelitos de chocolate, se preguntó si le gustaría.

— Mira... Esto es café —le dijo mientras le ponía la taza en feente—, pero debes tener cuidado, está caliente... Es como un té pero tiene un sabor diferente.
— Ya veo —tomó la taza entre las manos y tras olerlo nuevamente, tomó un poco, sus ojos se abrieron grandes y Kagome ya pensaba en que tal vez no le había gustado—, está delicioso —dijo gustoso el hanyou.
— Me alegra que te haya gustado —dijo sonriente Kagome, mientras le acercaba un panquecito—, toma, come un poco de esto.

Kagome veía a Inuyasha con una sonrisa, sin dejar lugar a dudas de que lo quería de verdad. Aquel lugar tan tranquilo y lindo le hacía olvidarse de todas aquellas preocupaciones que le aquejaban, tanto en la época antigua como en la actual, estar ahí con él era todo lo que le interesaba.

Aquel día por un momento se olvidaron del mundo, de los villanos, de los exámenes, se dedicaron a disfrutar de la compañía del otro, saliendo de la cafetería tomados de la mano comenzaron a caminar, llegaron a un parque y se quedaron ahí hasta que comenzó a atardecer. No habían ido a comprar nada, pero, no importaba, después de todo, no siempre podía disfrutar de un Inuyasha así de tranquilo.

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