Slow Dancing

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Y cuando está tu mano sobre la mía no hay nada mejor...

Maldita sea cómo es que él se encontraba en una situación así, qué cosa había pasado para terminar de tal forma; no estaba seguro pero la principal sospechosa era dueña de una cabellera negra y ondulada.

De acuerdo, no es que fuese el fin del mundo ni mucho menos, además, sólo estaban ellos dos en aquel lugar, lejos de quién pudiese juzgarlo; era claro que no era la mejor situación, se encontraban atrapadados ahí sin poder hacer más nada que sobrevivir pensando en su pequeña hija que habían dejado.

Ahora lo recordaba, lo hacía por Kagome, para ayudarla aunque sea un momento a olvidarse de lo terrible de la situación en que se encontraban. Ella era quien más sufría al ser separada así de su pequeña bebé. Inuyasha suspiró resignado, si Kagome quería bailar con él, bueno, no se negaría.

Kagome se estaba terminando de arreglar un poco su ya muy largo cabello, sus facciones eran más maduras pero no por ello había perdido su belleza, si acaso había aumentado, Inuyasha la veía embelesado, la mujer que tenía delante suyo era lo único que importaba ahora.

— ¿Estás listo‽ —preguntó un poco nerviosa por la forma en que Inuyasha la veía. Se acercó a su esposo y lo tomó de la mano.

Ella empezó a tararear y siguiendo el ritmo comenzaron a bailar, tenían días ensayando, como si realmente alguien los fuese a ver, pero por primera vez Kagome se preguntó cómo habría sido su vida si viviera junto a Inuyasha pero en la época actual. Aquello era un pequeño desahogo para ella, imaginar que estaban los tres juntos y que simplemente habían salido a bailar un rato, y al regreso, encontrarían a su bebé en casa siendo cuidada por su mamá, su abuelo y su hermano.

Kagome detuvo el rumbo de sus pensamientos pues estaba perdiendo el ritmo, vio entonces a Inuyasha que parecía bastante concentrado en seguir el ritmo aprendido, aquello le generó tal felicidad que no pudo evitar sonreír abiertamente, besó a Inuyasha, sorprendiendo a éste pero igualmente respondiendo el beso.

Continuaron bailando, Kagome tarareaba, de pronto se quedaron en silencio tomados de las manos, Inuyasha acercó a Kagome hasta que la tuvo entre sus brazos, siguieron moviéndose.

Kagome cerró los ojos y se aferró al pecho de Inuyasha, no quería llorar, pero no pudo evitarlo, era demasiado duro todo aquello, no tener a su bebé entre sus brazos, no saber qué sucedía con ella, las lágrimas cayeron silenciosas de sus ojos mientras dejaban marcado el paso en la ropa de Inuyasha.

Él sabía que Kagome estaba llorando, un nudo se le atoró en la garganta pues nada de lo que él hiciera podría llevarla a dónde ella quería, a dónde estaba su bebé; no podía hacer más, que seguir moviéndose, comenzó entonces a tararear con el nudo en la garganta que amenazaba con dejarlo sin aliento.

En aquel lugar el único ruido eran los sollozos de una mujer y el suave tarareo de un hanyou que se negaba a rendirse.

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