Soulmate

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Vibramos ondas diferentes que empatan al cruzar, somos especies ardientes que se aman y se abrigan en el paraíso lunar, estrellas se enamoran al chocar...

Inuyasha veía a Kagome mientras dormía tranquilamente, ya había amanecido hacía rato pero ella no había despertado aún, quizá seguía demasiado cansada después de haber perseguido a aquel monstruo durante casi una semana, era un monstruo grande pero increíblemente hábil para ocultarse.

De cualquier forma, no le importaba mucho tener que esperar a que despertara, pero sí que añoraba ver aquellos hermosos ojos cafés como cada mañana, como cada día.

Sonrió pensando en cómo había terminado aquello, recordó aquel día en que despertó de su sueño de cincuenta años, la primer persona que vio fue a ella, su larga melena negra que ondeaba con el viento. Nunca podría olvidar aquello, había sido como un flechazo, que sí bien en aquel momento no se percató pensando que se trataba de Kikyo, después cayó en cuenta de que lo que había sentido no era el reconocimiento de ver a alguien después de mucho, sino el de conocer finalmente a quien había estado esperando, sin saberlo siquiera.

Seguramente el Inuyasha del pasado se burlaría del de ahora, pensar en un felices por siempre, le habría parecido de lo más ridículo, sí, hasta que la conoció. Cuando se enfrentó con sus sentimientos, se dió cuenta del insmenso amor que sentía por ella, de que era la persona por la que valía la pena luchar y por qué no, dar la vida si era necesario.

'Almas gemelas' escuchó decir alguna vez a Miroku; lo que parecía ridículo, pues ninguna persona y mucho menos sus almas podían ser gemelas, pero quizá no se refería exactamente a eso, quizá era el hecho de que las almas al crearse son separadas de su mitad, y de alguna forma están destinadas a encontrarse, tarde o temprano. Ahora él creía firmemente en que él había nacido para Kagome y ella había nacido para él.

Sonaba cursi y un tanto ridículo, pero era lo que sentía. Eran almas gemelas por más estúpido que pudiera sonar.

Kagome comenzó a abrir los ojos, aquellos ojos que tanto amaba, una sonrisa se dibujó en sus rostros, el sólo hecho de verse, les era suficiente para sonreír todo el día. Estaban juntos y era todo lo que les importaba.

Sus corazones y sus almas habían encajado a la perfección. Siempre sería así, un día llegaría el momento en que sus vidas terminaran, pero sus almas estarían esperando para volverse a encontrar en la próxima vida.

— Buenos días —dijo Kagome levantándose del futón.

Inuyasha no contestó, se limitó a besarla y sonreír.

Sí, podría vivir para siempre así, sin pensar en más nada, sin esperar ya nada más, y qué más podría pedir, si ya tenía todo cuánto quería. Todo cuánto añoró por tantos años, tantos años en soledad ahora le eran recompensados con la mujer delante de sus ojos. La mujer más hermosa de cuerpo y alma. No necesitaba nada más, sólo a ella.

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