Forehead Kiss

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El sacrificio de un padre no tiene comparación...

El cómo y el dónde no estaban definidos en su cabeza, no sabía en realidad el momento exacto en que le empezó a querer, que le empezó a ver de forma diferente.

Él era un demonio y no cualquier demonio, era el mejor, y ella era una humana, aunque princesa, no dejaba de ser humana. Veía en la mirada de todos que una unión entre un demonio y una humana no resultaría en nada bueno.

Las semanas pasaban y con una completa coincidencia, pero mucha expectación de parte de ella, lo volvió a ver en el bosque detrás de su palacio. Su mirada siempre altiva y al acecho le atravesaron como una flecha, pero no se dejó intimidar, no, ella estaba dispuesta a indagar más sobre aquél demonio que le había robado el corazón.

— Una humana como tú no debería salir a estos bosques sola —dijo con una voz un poco ronca que le hizo vacilar un momento.
— No veo por qué no, no parece haber nada peligroso por aquí —contestó dando a entender que ni siquiera él le parecía peligroso.

El demonio se limitó a verla sin pronunciar más nada, le había sorprendido que le restara importancia a su muy posible peligrosidad, pero más le sorprendió que aquella mujer tan pequeña y de facciones tan delicadas, se atreviera a sostenerle la mirada.

Ninguno de los dos sabía en aquel momento que aquella mirada que habían compartido ese mismo día, dejaría una marca muy profunda en su memoria y en su corazón, los dos quedaron prendados uno del otro.

No fueron concientes de ello hasta tiempo después, cuando se encontraron tan cerca que fue imposible no besarse. Después de eso todo transcurrió de forma tan natural que se olvidaron que aquello era todo, menos natural.

Las consecuencias vinieron hasta después cuando bajo las ropas de aquella mujer comenzaba a evidenciarse un vientre abultado por un bebé que crecía dentro suyo. Pensó el demonio que el saber que tendría un hanyou le molestaría, pero no pudo estar más lejos de aquello, no cabía de felicidad al saber que sería padre, por segunda ocasión.

...

Los recuerdos vividos venían a la mente de aquella mujer, veía con desesperación a aquél demonio que amaba con todo su corazón y veía al bebé entre sus brazos, con su cabello plateado igual al de su padre.

El demonio se acercó a su mujer y a su hijo, era una situación de la que sabía que muy probablemente no saldría con vida, pero no quiso alarmar a la mujer, no tenía caso. Se acercó a ella y en un último gesto de amor hacía ella y a su hijo, le dijo:

— Izayoi —la vio a los ojos para después ver al pequeño bebé—, éste bebé, mi hijo se llamará Inuyasha.

Izayoi sonrió ante el nombre, era bonito, le alegraba ver qué aún en esos momentos el demonio se preocupara en ponerle nombre a su bebé. El demonio agarró con una mano el rostro de Izayoi y le dió un beso en la frente, después hizo lo mismo con Inuyasha.

Izayoi sabía en el fondo que aquello era una despedida, lo podía ver en los ojos del demonio, no necesitaba decirlo.

— Izayoi —dijo el demonio mientras la veía a los ojos.
— Tōga —asintió Izayoi mientras veía como se alejaba de ellos. Aquello había terminado, se quedaba sola con Inuyasha.

Las lágrimas corrieron por su rostro, pero tomó con más fuerza al pequeño y lo abrazó a ella, dió media vuelta no sin antes ver por última vez a su amado, comenzó a correr con el bebé en los brazos. Debía correr, alejarse de aquel lugar y de una forma u otra sobrevivir, eso era lo que tenía que hacer así su corazón estuviera completamente roto.

El pequeño Inuyasha sería su razón para vivir; debía asegurarse de que él sobreviviera y después, después podría reunirse con Tōga.

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