Watching the Sunset

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El día solía pasar sin ton ni son para él, después de vivir tantos años, primero solo y ahora con aquellos personajes que nada tenían que ver con él, un pequeño demonio color verde que había decidido por si mismo que sería su sirviente y acompañante fiel, la otra una niña humana, a quien había decidido devolverle la vida, sólo para poner a prueba a Colmillo Sagrado, después de eso, los había seguido aún a pesar de las objeciones de Jacken.

Aún así, seguía sin darle demasiada importancia al tiempo, no había nada importante, él seguiría viviendo muchos años más, quizá unos miles de años, por ello no tenía demasiada prisa para hacer nada, era prácticamente un demonio saliendo de su adolescencia, a pesar de tener ya al menos unos quinientos años; el tiempo no significaba nada para él.

Pasaron los años y por alguna razón había terminado emparentado con aquella mujer llamada Kagome, una sacerdotisa que según entendía había venido del futuro, había regresado junto a Inuyasha, y él, a pesar de todo, por alguna razón había volteado a ver a Rin, la pequeña niña que había cuidado durante algunos años, la idea no le parecía tan descabellada, pero ahora, después de haberse casado con ella, se daba cuenta de lo poco que tenían en común, caía en cuenta que aquello que pensó era amor no era nada más que puro cariño, y claro, ¿cómo podría haberlo sabido? nunca en su vida había amado a nadie.

Pero ahora estaba casado con ella y por sobre todo era un caballero, alguien que cumplía con su palabra, pero aún así prefería pasar la mayor parte del tiempo fuera de casa, lejos de Rin, sabía que seguramente en el fondo Rin supiera que él no la quería, pero bueno, con una infancia como la que había tenido dudaba mucho que fuese a dejarlo.

Aquél había sido un día como cualquier otro, había salido desde temprano con la excusa de ir a cazar algo, quizá pelear con algún monstruo estúpido, pero no, no había hecho nada eso, había estado paseando por los inmensos bosques al rededor de donde vivían, había estado imaginando cómo hubiera sido si no se hubiera casado con Rin, sino hubiera hecho algo tan tonto. Sólo le quedaba imaginar...

Cuando estaba dispuesto a regresar, un aroma llamó su atención, lo reconocía bien, era Kagome la sacerdotisa, se preguntó qué hacía en aquél lugar, aunque claro no era tan descabellado que ella creyera que porque eran 'cuñados' según sus propias palabras, tuviera algún derecho de pasear por aquel lugar cuando quisiera.

Sesshomaru se dirigió a donde provenía el aroma de la mujer, Kagome se encontraba en una posición un tanto extraña, de rodillas estirándose hacia adelante, al parecer intentaba alcanzar algo dentro del río sin tener que mojarse. Mientras él sin percatarse dirigió su mirada hacia su parte trasera, nunca le había puesto mucha atención a aquella humana, después de todo era la mujer de Inuyasha, pero ahora ahí frente a él en aquella sugerente posición, no pudo más que observarla.

De un momento a otro se deslizó la mano de Kagome y estando a punto de caer de frente al río, Sesshomaru se lanzó hacia adelante y con un brazo la levantó de sus ropas, pero tal fue el tirón que dio para alejarla del agua que cuando ésta volteó a verlo se dio cuenta que le había desatado la parte de arriba de sus ropas, se abrían ante él como si se tratase de una invitación a observar el pecho que subía y bajaba al ritmo de sus propios latidos.

Pero estaba loco, aquella no era ninguna invitación, era su imaginación que no lo dejaba ni si quiera un momento últimamente, apartó entonces la vista de su pecho, Kagome ató nuevamente su ropa e intentando dejar aquel bochornoso momento atrás le dijo a Sesshomaru.

- Lo siento, vine sin decir nada -se estaba disculpando sinceramente, sabía que a él no le gustaban las visitas mucho menos sorpresa-, es que...

- ¿Qué es lo que intentabas alcanzar? -preguntó Sesshomaru como si no le interesara nada en absoluto.

- Ah... -Kagome sonrió, al menos no parecía estar molesto-, es una planta medicinal, es muy difícil de encontrar -señaló la planta que tenía en una de sus manos.

- La alcanzaste después de todo -Sesshomaru la miró un rato, no sabía que aquella humana supiera tanto de plantas medicinales, normalmente nadie conocía esa planta.

Kagome lo veía también, además del obvio bochorno que había pasado hacía un rato, había una extraña vibra entre los dos, cómo si de pronto ambos se vieran realmente por primera vez. No obstante Kagome se negaba a pensar en cosas que no la llevarían a nada bueno, desvió la mirada de él y volteó hacia el cielo, el Sol se estaba ocultando mostrando ante ellos un hermoso atardecer.

Los ojos de Kagome se iluminaron de una forma tan única que el demonio creyó era resultado de su imaginación, nadie podía tener una mirada tan llena de vida ni tan hermosa, era imaginación suya. Pero aún así no pudo apartar la mirada de ella, y en esos ojos color chocolate vio el atardecer más hermoso que hubiese visto durante todos los años que llevaba viviendo.

En ese momento después de que Kagome se hubiera ido, Sesshomaru se dio cuenta que el tiempo que había estado con ella, había pasado como un segundo, a pesar de que probablemente había sido casi una hora, no había sido suficiente, cayó en cuenta que cualquier tiempo que llegara a pasar con ella nunca sería suficiente, ni toda su vida sería suficiente.

Regresó meditabundo a su casa, no tenía ganas de ver a Rin, porque la verdad, ya no podía fingir cariño por ella, en aquel momento, ese día, algo había cambiado para siempre, algo en él se había encendido, algo que nunca había sentido estaba ahí latiendo quedamente en su interior, algo que nunca creyó sentir, mucho menos, por la mujer de su hermano.

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