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Drunk Confession

A veces es mejor dejar el pasado en el pasado, sin importar qué tan tentador pueda resultar...

Kagome había ido a su casa para tomar unos exámenes y llevar un poco de la comida ninja que tanto le gustaba a Inuyasha, cuando estaba arreglando su equipaje para regresar su mamá la llamó a la entrada de la casa para que le ayudara a meter unas cosas.

En ese momento Sota bajó las escaleras y su abuelo le dijo que guardara la botella que estaba en la mesita frente al televisor, en la mochila de Kagome, era un remedio para cualquier enfermedad, su nieta le había dicho que no era necesario pero su abuelo creía que no había nada mejor que aquello, en todo caso Sota metió la botella y rato después Kagome se marchó por el pozo.

— Sota, te dije que metieras la botella en la mochila de Kagome —dijo enojado su abuelo después de unas horas, mientras tomaba en sus manos la botella.
— Pero te juro que la puse abuelo —reprochó Sota acercándose a su abuelo que lo veía de mala gana, entonces Sota vió la botella en su mano, confundido en un principio no supo qué decir.

Mientras tanto Kagome ya había llegado a la casa de la anciana Kaede, se preguntó dónde estaría Inuyasha, normalmente siempre estaba esperándola, pero no se le hizo raro pues tampoco estaban ni Sango ni Miroku, quizá habían salido a cazar algún monstruo.

— Kagome, hija, que gusto verte tan pronto —la recibió la anciana Kaede que se encontraba preparando la comida.
— Hola, sí ésta vez no me tardé tanto —sonrió y luego agregó—, por cierto, ¿en dónde están todos?
— Al parecer había un monstruo en una aldea cercana y decidieron ir a investigar —seguramente ella misma los había enviado.

Kagome se dispuso a ayudar entonces a la anciana Kaede a preparar la comida, seguramente llegarían con hambre. Sacó entonces aquella botella de entre sus cosas, y suspiró para sus adentros, su abuelo la había puesto a pesar de decirle que no era necesario. La puso a un lado, ni siquiera la destapó.

Pasó un rato y se escucharon las voces de los muchachos acercándose a la casa de la anciana Kaede, Inuyasha entró primero pues desde hacía un rato ya había detectado el aroma de Kagome y claro, de su comida ninja.

Comenzaron a comer después de las típicas peleas entre Shippo e Inuyasha. Aquellos no podían pasar un día sin discutir.

— ¡Inuyasha! —gritó el pequeño zorro apretando los puños— esa era mi pedazo de carne —Shippo comenzaba a llorar, le daba rabia ver qué Inuyasha fuese así con él, aunque ha decir verdad ninguno de los dos se comportaba muy bien. Kagome suspiró y le ofreció otro pedazo de carne a Shippo, aunque éste para sorpresa de todos, no lo quiso, en lugar de eso, prefirió la venganza. Había aprendido un nuevo truco y lo pondría en práctica con Inuyasha, aunque era peligroso pues se trataba de un arma de olor y a él le terminaría afectando un poco, pero el resultado valdría la pena.

Shippo salió de la casa un momento, todos pensaron que el aire fresco le serviría para olvidar aquello, Kagome regañó a Inuyasha aunque no tanto, pues sabía que Shippo exageraba muchas veces.

Pasó un buen rato y todos ya habían olvidado aquel percance, todos menos el pequeño zorro que venía entrando. En su mirada se podía leer la venganza. En un momento una luz enceguecedora inundó el lugar, seguido de eso se escuchó el grito de Inuyasha, un leve olor a romero y pimienta comenzó a esparcirse.

Inuyasha sin duda era el más afectado, tenía los ojos cerrados y no dejaba de estornudar, además de eso jadeba por la pimienta que le secaba y picaba en la boca, sin saber qué hacer palpó con su mano y encontró una botella, Kagome abrió los ojos más y se dió cuenta que era la medicina que le había dado su abuelo, estaba a punto de detener a Inuyasha pero cuando llegó hasta él, ya se lo había bebido completamente.