Sick Partner

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No había nada que pudiera hacer


Ayame sabía qué a Koga no podría importarle menos su presencia, no le interesaba en absoluto que ella lo cuidara, el único nombre que había pronunciado en esos dos días que llevaba en ese estado, fue Kagome.

Odiaba escuchar aquel nombre, no había razón para que él la estuviera llamando a ella, era un estúpido que no quería darse cuenta que aquella humana no lo quería, al menos no de la misma forma que él la quería a ella. Se rio de si misma pensando que quizá ella se encontraría en la misma situación, pero, como fuese, él le había prometido que se casaría con ella, lo había prometido, y así fuese sólo por capricho, haría que él lo cumpliera.

Koga había pescado una extraña enfermedad, tenía días sin sentirse bien pero negándose a buscar ayuda, fue pura casualidad que ella estuviese cerca, y entre ella y los dos compañeros del lobo, lograron hacer que se  pusiera a descansar mientras traían a alguien para ayudarlo.

Se habían ido hacía dos días exactamente y aún no regresaban, no tenía idea de qué le había pasado, pero en cierta forma agradecía estar ahí para cuidarlo, sin importar aquella incomodidad porque en medio de esos delirios que tenía, la confundía con aquella mujer, no es que la odiara, pero, bueno, qué mujer soportaría que su amado pronunciara un nombre que no fuese el suyo.

Pero cada minuto que pasaba ahí, sentía cómo de una forma ella estaba suplantando a Kagome, se sintió de pronto tonta por estar ahí, no había razón para cuidar de él, más que su deseo de ser su mujer. Suspiró cansada sin poder dejar de darle vueltas a todo ello. Un sonido a sus espaldas la hizo levantarse rápidamente. Finalmente habían llegado, parecía que habían traído ayuda.

- Venga señora Kagome -dijo uno de ellos.

Ese nombre resonó en la pequeña cueva donde se encontraban, Kagome, Kagome, Kagome, que mala suerte tenía, cómo, de todas las personas que habían podido encontrar, la habían traído a ella, a ella, no, aquello era una situación que no pensaba soportar.

- Creí haberles dicho que necesitaba un doctor,  no una sacerdotiza -dijo sin ocultar su disgusto.

Kagome notó enseguida el tono poco amigable de Ayame, no obstante era mayor la preocupación por Koga que por los posibles sentimientos de odio de Ayame.

- ¿Qué le sucedió? -dijo sin esperar respuesta alguna, mientras se arrodillaba donde se encontraba el joven lobo, lo vio mal, aunque no parecía demasiado grave, quizá, quizá... una de sus manos la puso sobre su frente, estaba ardiendo, lo primero era bajar la fiebre.

Kagome haciendo uso de su poco o mucho conocimiento de hierbas medicinales que había ido adquiriendo al paso del tiempo, mando a los dos compañeros por éstas, sin darse cuenta que se había quedado sola con Ayame, quien le veía enojada, francamente fastidiada de su presencia.

- No era necesario que vinieras
- Claro, que era necesario, no podía dejar así a Koga. De todas formas no estaba muy lejos.
- No creo que Inuyasha te haya dejado venir
- Ah... verás. Inuyasha no estaba cuando llegaron por mí... pero no importa.

Kagome cortó la plática cuando sintió como una de las manos de Koga buscaba la suya, la tomó entre sus manos y llevó su mirada hacia el rostro de Koga, había abierto los ojos.

- Koga, estás despierto, qué alegría -decía la muchacha dedicándole una sincera sonrisa.
- Kagome, creí que estaba soñando, pero estás aquí -dijo con una pequeña sonrisa, estaba sin duda cansado.
- Debiste detenerte a descansar en cuanto te sentiste mal, por no hacerlo ahora estás así -le reprendió-, seguro que hiciste que Ayame se preocupara mucho por ti.

Pero aquello último no fue escuchado o fue ignorado por Koga, quien cerró los ojos y continuó apretando la mano de Kagome con la suya. Parecía en cierta forma más tranquilo. No se había dado cuenta de que Ayame había salido de la cueva, ni siquiera se percató de que se había levantado, pero ahí estaba, afuera, se podía sentir claramente que estaba arta de tenerla ahí cuidando de Koga.

- Estoy segura de que con la medicina que tome, será más que suficiente, en cuanto se la dé, me iré, no te vayas Ayame -intentó razonar Kagome con ella, pero, Koga no estaba de acuerdo.
- Kagome, no te vayas por favor -dijo suavemente Koga mientras apretaba con más fuerza la mano de Kagome impidiéndole ponerse de pie.

Koga había escuchado perfectamente todo, sabía que Ayame lo había estado cuidando, no era tonto, la había olido todo el tiempo, pero, lo cierto era que, entre más pronto entendiera que él no la quería, que no la necesitaba a ella, mejor. Ya sabía él que era difícil que Kagome se quedara a su lado, lo sabía, pero mientras no hubiera nada definitivo entre ese perro y ella, él seguiría albergando esperanzas de que se quedara con él. Aún después de que se volviera la mujer de ese maldito perro, aún después, si ella se lo pedía, y seguramente aunque no se lo pidiera, la esperaría, estaría para ella, siempre que lo necesitara.

Así que, era mejor, que Ayame se fuera, que le causara tal dolor que se olvidara de él, aquella promesa había sido hecha por alguien que ya no existía más, por alguien que nunca pensó en cumplir. Era cosa de locos que ella siguiera recordando aquello, y por mucho que la apreciara, no se dejaría manipular para hacerla su mujer. No la quería, su corazón estaba ocupado y no había forma de que sus sentimientos cambiaran.

- Está bien, me voy... -dicho esto Ayame se fue, no se despidió y es que para ella, despedirse de aquel hombre sólo significaba que lo olvidaba y ella no estaba dispuesta a hacer tal cosa, quizá en esa ocasión no tenía más remedio que irse, pero no olvidaría que Koga sería su compañero tarde o temprano.

Kagome se quedó un rato viendo a la salida de  la cueva, pero no había nada que hacer, después de todo, si bien anteriormente le había dicho a Koga que tenía que cumplir aquella promesa, pensándolo mejor, el corazón era cambiante y no había forma de que alguien pudiese mantener semejante promesa después de tantos años.

Finalmente llegaron con las plantas medicinales  y muy a pesar de Koga, Kagome se separó de él, sólo el tiempo justo para preparar la medicina, éste la tomo con mucho agrado, obviamente porque venía de parte de ella. El semblante del lobo cambió notablemente, Kagome lo veía feliz de que su remedio le estuviera funcionando.

A pesar de eso, Koga seguía tomando a Kagome de la mano, y ella bueno, no parecía oponer resistencia a aquello. El lobo no tenía idea de que es lo que pasaba por la mente de la joven que tenía en frente, o quizá sí, pero imaginar que pensaba en Inuyasha sólo le ponía de mal humor, sea como fuere, finalmente estaban ahí, solo los dos.

- Kagome yo... -Koga tragó intentando tomar valor, debía decirle que él la esperaría toda la vida de ser necesario, pero fue interrumpido por Kagome.
- Lo sé... -dijo Kagome bajando la mirada, dudando, pero finalmente lo vio a los ojos, y el lobo para su gusto, pudo distinguir una beta de duda en los ojos de Kagome, quizá era la situación en que se encontraban o quizá siempre había tenido inclinación para con él, sea como fuere, ese sólo gesto le bastaba, le era suficiente por ahora.

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