Reemplazo

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Amor era lo único que podía darle y amor era lo único que esperaba. Lo amaba con todo su corazón y con cada parte de sí mismo. Es tanto su amor que duele, quema y al mismo tiempo lo hace sentir tan lleno y feliz.

Y si era tan feliz ¿Qué hacía otra vez en una cama que no era la suya?

Observó al país que se encontraba durmiendo junto a él y acarició suavemente sus cabellos. Cabellos que no eran los de su pareja.

Tomó su celular y revisó los mensajes.

Meine Liebe: Pasó algo? Te dije que me avisaras cuando salieras tarde de la pega. Me persigo entero después y pienso que te pudo pasar cualquier cuestión. Llámame cuando puedas.

Suspiró y tomó su ropa para salir de aquella habitación de motel.

— ¿Ya te vas? —preguntó algo adormilado.

— Pensé que dormías —abrochó el último botón de su camisa.

— Puedes ver que no ¿Por qué no vuelves a la cama? —levantó las sábanas—-. Podría hacerte mimos.

— Gracias, pero no —besó su frente—. Tengo que.

— Tienes que volver, si, si —se volteó y tapó con las sábanas.

Cuatro veces. Esta era la cuarta vez que engañaba a su pareja.

¿Por qué volvió a cometer ese error? ¿Había un problema con él?

El chileno le daba más que suficiente, siempre lo recibía con una gran sonrisa y de brazos abiertos sin importar qué. Se preocupaba por él y lo consentía. 

Ambos cuidaban de sí mutuamente, habían construido un hogar juntos.

¿No era eso suficiente?

No, no lo era. Le faltaba una cosa: Amor.

El Sudamericano no lo amaba a él.

Con los años comprendió que el amor que le daban, no era para él. Era de alguien más.

Su gran amor sólo amaba la sombra de su pasado. Creyó ingenuamente que estaría bien con eso, bastaría con ignorarlo simplemente. Sin embargo no fue capaz.

Oír como el amor de su vida lo abrazaba por las noches mientras llamaba a alguien más le partía el alma. Trató de aferrarse a la idea de que algún día iba a amarlo por lo que era hoy, y no por lo que alguna vez fue ayer.

Ese día parecía no llegar nunca.

Tomó las llaves de la casa, abrió la puerta e ingresó.

— Ale, te tardaste —se acercó y le dio un rápido beso en la mejilla—. ¿Había taco?

— No —colgó las llaves.

— ¿Pasó algo? —preguntó mientras recibía el abrigo del contrario—. Estai como raro.

— Chile yo... —dudó—. Lo hice, otra vez.

— ¿Qué hicis...? —notó la mirada apenada de su pareja y comprendió a lo que se refería—. Ah, eso —se alejó un poco del contrario.

— No sé cómo fue que —intentó excusarse.

— ¿Ya no me querí? —lo interrumpió.

La misma pregunta de siempre.

— Claro que lo hago, yo te amo —puso ambas manos en sus mejillas, en las que ya no se veía ni un rastro de sus grietas.

— ¿Estás aburrido de mí? —preguntó con temor a la respuesta.

Amor TricolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora