Dictador 5/5

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Desperté por el sonido de los pájaros cantando y revisé la hora en mi celular. Son las siete de la mañana. También había una notificación de un mensaje de México.

"Buenos días, chulo. No olvides que tienes que ir al médico. Lávate la cola"

— Putos pollos —hundí mi cara en el cojín.

Me estiré e hice las tapas a un lado. Aún con los ojos cerrados y adormecido fui hasta el baño. Lavé mi cara y cepillé mis dientes. Abrí las cortinas y por un segundo me segó la luz del sol.

— Ahg, weón —me cubrí con mi antebrazo.

Tendí la cama y dejé ropa lista sobre la cama, una polera cualquiera, un pantalón cualquiera y el mismo polerón de siempre.

— No sé pa qué tengo closet si siempre uso lo mismo —cerré la puerta del mueble y bajé al primer piso por mi desayuno.

Abrí las cortinas del living camino a la cocina y cuando llegué también las de esta. Llené la tetera con agua y la dejé en la estufa. Saqué pancito de la panera y busqué el tostador inmundo que tengo.

— Algún día debería cambiar esta weá —me le quedé mirando a la lata oxidada y quemada—. Hoy no —lo ubiqué y dejé el pan encima para encender la cocina.

Arreglé mi puesto en la mesa de la cocina y esperé a que estuviera todo listo, entre tanto fui a buscar el diario, saqué la basura y prendí la tele para ver un rato las noticias. Más que verlas, tenerlas de fondo porque la casa estaba muy callada.

Puse la bolsita de té en la taza y agregué dos cucharas de azúcar, me paré por el agua y la serví. Casi se me queman los panes porque los olvidé por completo, les unté mantequilla, la guardé y me dispuse a disfrutar mi desayuno.

"Estimados televidentes 'la alegría ya viene' esta mañana queremos informarles que hoy 5 de octubre de 1988, ha ganado el NO, repetimos el comunicado. Hoy el plebiscito del 5 de octubre de 1988 ha dado como resultado el NO, con un 55%. Queridos televidentes, la alegría ya"

Apagué el televisor.

— Se me quitó el hambre —me paré de la mesa sin retirar nada ni probar bocado.

Subí hasta el cuarto y me duché. Luego me sequé y vestí. Abroché los cordones de mis zapatillas y até en un pequeño moño las chascas que tengo. Vi el reloj de pulsera que me había dado México para que no llegara tarde a cualquier parte, así que decidí usarlo.

Bajé las escaleras, tomé las llaves de mi auto y subí a este. Aseguré el cinturón de seguridad y encendí el motor. Hoy llegaría particularmente temprano a la consulta.
No tuve ni un drama con el taco, ni con los estacionamientos. Revisé que el auto estuviera bien cerrado y me dispuse a entrar en el gran edificio.

— Permiso —abrí la puerta de vidrio y saludé al guardia—. Good morning (Buenos días).

Me devolvió el saludo con la cabeza.

De tantas veces que he venido, ya me conocen hasta los ratones. Seguí caminando hasta recepción en donde di aviso de que ya había llegado y me senté en la sala de espera a esperar, valga la redundancia, a que me llamaran.

En eso vi que OMS se acercaba con un chiquillo.

— ¡Chile! ¿Cómo estás? —saludó enérgico.

— Bien y tú.

— Me alegro, bien también. ¿Mi reloj se quedó sin batería? —revisó—. Según son las 9 y.

— Yo llegué temprano —lo interrumpí.

— Eso es inusual, pero justamente oportuno —miró al joven de antes—. Chile él es Ale. Ale este es Chile.

— Wena, po —me saludó con un apretón de manos—. ¿Cómo estai?

Amor TricolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora