Capítulo 10 + 1

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La música estaba tan alta que los vidrios del local retumbaban. Para suerte de todos era algo recluida la ubicación y así no molestaba a los vecinos, o como prefiere decirles "las viejas chismosas".

Cientos de personas, en su mayoría latinas, frecuentaban ese lugar que les traía de vuelta un pedacito de su hogar. Las paredes decoradas con llamativos colores, patrones que variaban desde el centro hasta el sur de América. Múltiples fotos se podían apreciar en cada esquina, pero una gran foto destacaba entre el resto; era una foto grupal en donde se encontraban todos los latinos abrazados. Chupayas, ponchos de lana de alpaca, sombreros de charro, incluso un traje de Intibucá que lucía un maniquí. Además de un extenso menú que contenía al menos 2 platos típicos de cada país latinoamericano.

Era un secreto a voces que ese lugar era obra de todos los países latinos. Cada año luego de la reunión anual de ONU, aprovechaban para reunirse e irse de fiesta entre todos. Sin embargo las discotecas estadounidenses no cumplían con sus estándares, así fue como nació este rincón latino con sus puertas abiertas a todo aquel que quisiera pasarla bien y con personas en una situación similar.

— Si quieres podemos ir a otro sitio más tranquilo —miró al pelirrojo, parecía un poco sorprendido.

— No hace falta, sólo me abrumó tanto color de la nada —jugó con su oreja algo nervioso.

— Te acostumbras —tomó su mano y lo dirigió hasta la barra— ¿Qué quieres beber?

— Cerveza estaría bien.

— ¡¡Quién es el puto que trabaja hoy!! —gritó hacia lo que parecía la cocina.

A Canadá se le escapó un sobresalto, no se esperaba ese grito.

— Marica poquito más respeto ¿No? —Colombia salió de la nada y con su brazo rodeó su cuello, con la otra mano lo despeinó.

Vestía sobria y simplemente, una camisa de manga corta negra con los primeros botones desabrochados, pantalones del mismo color, delantal con unos pequeños bordados en dorado del logo y un paño blanco al hombro.

— ¡Para, para! —se soltó entre risas—. Pensé que este mes le tocaba a Panamá.

— Cambiamos turno —tomó una copa y empezó a servir tequila—. Anda bien baboso desde que se puso de novio con quién sabe quién—le entregó el trago, medio limón y un platito con sal—. Hablando de eso ¿Este de aquí es su parcero? —se acercó a Canadá con una picaresca sonrisa—. ¿O viene solo bomboncito?

Canadá se sonrojó por el piropo, ya estaba acostumbrado a los de México, pero era la primera vez que oía uno por parte del colombiano.

— Este es mí gringo, búscate el tuyo —tomó el trago al seco y le hizo un gesto con la mano para que se le apartara.

— Mm —se le quedó mirando notoriamente unos segundos, desde la cabeza hasta los pies—. Qué lástima —volvió a llenar el vaso del de escudo—. ¿Qué le ofresco yankee de México? —preguntó burlesco.

— Dale una cerveza.

— ¿Tan bonito y no habla? —tomó una cerveza y la destapó—. Que pecado —se la alcanzó.

— Gracias —recibió la botella con una risa nerviosa.

— Ay, pero si sumercé tiene una voz tan divina —otra vez, rellenó el vaso de tequila.

Se oía como desde la cocina llamaban por tercera vez al tricolor de franjas horizontales.

— Ey we, te llaman —con el pulgar indicó la puerta.

— Yo no oigo nada —le entregó otro pedazo de limón.

De una patada la puerta se abrió dejando ver a un uruguayo bastante molesto.

Amor TricolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora