Dictador 4/?

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— ¿Esa era la última? —preguntó mientras se sobaba la espalda.

— Simón —respondió mientras acomodaba unas figuras decorativas.

— ¿Por qué trajiste tantas cosas? Hasta parece tu casa con tanto adorno —al andino le causaba gracia con la facilidad que adaptó la casa a su cultura mexicana.

— ¡Cachureos diría yo! —gritó desde la cocina

— No hay nada como el hogar. Además yo no me quejé cuando llenaste el refrigerador de imanes ¡¿Quién putas necesita tanto imán?! —devolvió la queja a la cocina.

— ¡Oye, si son bonitos! Además, todos fueron regalos. Si estos de acá me los diste tú —extendió unos imanes coloridos.

— Si we, pero pa' qué quieres un imán de Tijuana si ni has ido, carnal.

— Hasta tiene uno de Finlandia —comentó burlesco el peruano.

— En tu vida has ido a Finlandia.

— Bue, algún día iré. Y vo que te reí tanto, parecí vieja con tanto poncho y plantas —contraatacó.

— ¿De qué hablas si no traje ni la mitad?

— No quiero ni saber cuánto es la mitad. Llevemos esta selva para el patio mejor.

Se dispusieron a mover todas las plantas, para luego poder comer algo. Terminaron una hora después, pues al ser tantas plantas debían acomodarlas por sector y hubieron unas que transplantaron directamente al suelo.

Luego de lavarse se acomodaron en el sofá para descansar un poco.

— Todavía quedan caleta de cosas por sacar de las cajas —se quejó recostándose en el regazo del mexicano—. Qué lata.

— Aún no puedo creer que tengas un chingo de ponchos —comentó mientras acariciaba el cabello del chileno.

— Es amor a la patria —contestó desde el otro sillón.

— Hermano, yo amaré mucho la patria, pero tengo un traje de huaso nomá. Son más caras las weás —dijo quejumbroso.

— No cuando los haces tú —comentó sereno.

— ¿Hací ponchos?

— ¿Tú no?

— El mapu le pega a eso, yo soy muy huaso. Quizás Rapa Nui también —dijo con los ojos cerrados.

— Tú podrías enseñarnos —propuso el mexicano.

— ¿Yo? ¿Enseñarles?

— Estaría piola.

— De todos modos vamos a tener bastante tiempo libre.

— A dónde la viste, seis meses pasan volando. Mejor vayan viendo cuál de los dos se va a rifar con la once.

— ¿Y tú no vas a cocinar? —cuestionó el pelirrojo.

— ¿Estai webeando? Con dos chefs en la casa tu querí que me ponga a qué ¿A hacer huevos revueltos? Aprovechen mejor que yo voy a ser el que va a desengrasar las weás.

— No sé tú, pero yo no me quejo.

— Tampoco —se paró del sillón y aplaudió—. Bueno hoy yo haré la cena, tú te encargas de cocinar mañana —señaló al norteamericano.

— Cuenta con eso —dejó su cabeza caer y cerró los ojos para descansar más a gusto.

— ¿Mex?

— Mande —respondió aún jugueteando con sus dedos.

— ¿Tú sabi que no hacía falta que hicieran todo esto verdad? Pudiste haberme dejado en el loquero y ya.

— Ambos sabemos que ni muerto habrías aceptado esa mamada. Además, somos tus amigos, wey. Déjate querer. Es gratis.

— Gracias... En serio —se acomodó mejor para dormir.

— Ni que lo digas.

Un pequeño, pero reconfortante silencio se formó en el lugar. Aunque no duró lo suficiente como para ser disfrutado.

— ¿Cómo hiciste para traerte al peruano p'acá? Ese no me pasa'a con na y ahora me está haciendo la once —simplemente no podía quedarse con la duda.

— Para que veas que tienes una buena hada madrina —puso su mano sobre su cara—. Ahora intenta descansar mientras está la comida, aún nos queda mucho por hacer.

— Oigan, par de cojudos —se asomó por el marco de la puerta.

— Puta madre ¿Ahora qué? —el mexicano solo quería dormir 5 minutos.

— La nevera está vacía, la despensa también.

— ¿No pasaste al súper? —preguntó el de estrella al tricolor.

— ¿Qué no tenía que ir este? —miró a Perú en busca de una respuesta.

— Yo pensé que Chile se iba a encargar de eso —se encogió de hombros.

— De los tres no hacemos uno.

Estallaron en carcajadas por lo estúpidos que eran.

— Vi una tienda de comida rápida por aquí cerca —mencionó el bicolor.

— Uh, vamos. Quiero taparme las arterias —se levantó del sillón y fue por su polerón.

— Maneja tú —le lanzó las llaves.

— ¿Ora, y por qué yo?

— Yo conducí desde el aeropuerto.

— Y yo no puedo manejar porque ando empastillao —agregó mientras forcejeaba con la prenda.

— Pinches delicadas.




























Gracias por leer esta weá<3

Mocca
🌿💫

Amor TricolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora