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DIECISEIS

—Mira lo que traigo para ti pequeña rata —dijo el pelinegro colocando una pequeña bandeja frente al rubio.

—Señor Min, deme un poco por favor —suplicó y es que su sed era inmensa, sus labios estaban resecos sin rastro alguno de aquel rosado color que era característico en él, sus pómulos estaban levemente hinchados debido a los golpes recibidos, tenía un gran hematoma en su ojo derecho y una tira de sangre seca adornaba su ceja izquierda hasta el final de su mandíbula.

—Yo mismo preparé está avena incluso le puse fruta ¿te gusta? —preguntó con una gran sonrisa como si aquello fuera algo de lo que sentirse orgulloso.

—Tengo hambre y sed, señor Min —sollozó porque no creía soportar un día más en ese estado.

—Te daré de comer y beber pero primero me dirás lo que te dijo tu amante.

La reunión pasó ya hace dos días y aquella noche Jimin creyó que finalmente había conseguido librarse de Yoongi pero para su desgracia terminó chocando con el famoso Jeon quien se agachó para quedar frente a él a decirle unas cuantas cosas antes de que Namjoon y Hoseok aparecieran.

En ese momento su mente quedó en blanco ni siquiera sintió el momento en que Yoongi lo tomó por el brazo para levantarlo y arrastrarlo al auto en el que habían llegado.

Lo regresaron al sótano de siempre para volver a colgarlo de sus manos con la diferencia de que los golpes recibidos eran dados por los hombres del pelinegro y no por él.

Su cuerpo y rostro se encontraban totalmente dañados, Yoongi apareció un par de veces en los últimos dos días para preguntarle varias cosas pero al no sentirse satisfecho por sus respuestas ordenaba a sus hombres que lo vuelvan a golpear.

No le daban de comer ni beber haciendo su agonía aún más dolorosa y larga, su llanto no había cesado en ningún momento desde entonces creyendo que incluso podía quedarse seco de tanto hacerlo.

Hace unas horas escuchó la puerta ser abierta con la sorpresa de que un par de hombres entraron trayendo una mesa y un par de sillas. Lo obligaron a sentarse pero sin sacar las cadenas de sus muñecas por lo que sus brazos se mantenían elevados.

Ambos estaban sentados, uno frente al otro, Yoongi con las mangas de su camisa al nivel de sus codos mientras que Jimin solo vestía el mismo pantalón negro que uso en aquella reunión.

Ahora su cabeza estaba vuelta un lío por las palabras dichas por aquel hombre, era todo un reto poder resolver el rompecabezas en el que se encontraba envuelto dado que la pieza principal era el desaparecido Jay.

—Empecemos con preguntas fáciles. ¿Cómo sabía Jeon que ibas a estar ahí? —preguntó.

—Seguro se lo dijo algunos de los que asistieron en aquella reunión, señor Min.

—Nadie sabía que iba a llevarte.

—Le pudieron decir en aquel momento —respondió provocando una risa en el pelinegro.

—No seas idiota Jay, recuerda que no dejamos que entren con celulares o algún otro aparato —mencionó.

—No sé, quizás alguien si tenía celular —respondió aturdido.

—Te diré lo que pienso. Uno, te lograste comunicar con el idiota ese sin que me diera cuenta. Dos, llevarte a la reunión forma parte de sus planes. O tres, tengo a un maldito infiltrado en mi casa que les está pasando información —indicó achicando sus ojos.

—Seguro Jeon se comunica con alguien de aquí.

—Entonces si hay infiltrado debes conocerlo —afirmó pero el rubio negó de inmediato.

—¡¿Qué?! No, no, yo no sé nada —se apresuró a decir.

—Lo averiguaré por mi cuenta, encontraré al soplón y lo matarás tu mismo —sentenció.

—No voy hacerlo —respondió totalmente seguro.

—Lo harás, ahora dime qué más te dijo Jeon.

—Ya se lo dije, señor Min. Por favor, créame —suplicó con lágrimas acumulándose en sus ojos. Su miedo era inmenso al imaginar que aquel tipo cumpliera lo que le dijo.

—Piensas que voy a creerte que quiere hacerte daño —respondió mientras comenzaba aplaudir a modo de burla.

—No sé qué le hizo Jay para que esté enojado pero...

—BASTA, DEJA DE HABLAR EN TERCERA PERSONA —gritó totalmente enfurecido.

—Pero —balbuceó lleno de temor al ver el rostro enfurecido del hombre.

—¿Querías comer, cierto? —interrogó con falsa preocupación—. Entonces vas a comerte toda la avena que hice para ti pequeña rata. —Se levantó de su asiento para dirigirse al rubio, tomó una cucharada y la metió con fuerza en la boca del menor.

—Cómetelo todo —dijo mientras volvía a meter más cucharadas de avena sin importarle los sollozos del chico.

—Señor Min, ya, ya, por favor. —Alcanzó a decir pero el pelinegro agarró su mandíbula y lo miró directo a sus ojos.

—Recuerdas que te dije que si intentabas escapar iba hacerte algo tan doloroso que te ibas arrepentir hasta de haber nacido —le recodó apretando aún más su agarre causando lágrimas en el rubio.

—¿Por qué estoy viendo borroso, señor Min? —preguntó asustado.

—Adivina qué le puse a la avena —dijo con una sonrisa.

—¿Qué va hacerme? —preguntó pero su vista se puso aún más borrosa además de sentir sus ojos cada vez más pesados.

—Yo nada pero espero no me hagas quedar mal y seas muy complaciente con el señor Ministro, pequeño Jay. —Le dedicó una enorme sonrisa que pudo ser distinguida por el rubio mientras negaba con su cabeza hasta cerrar sus ojos totalmente.















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¿Quién eres? (YM) EDITANDO-CAP. FINALES 🔓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora