-La estoy perdiendo.- sollozaba como nunca en mi vida había sentido.- Ella seguirá con el amor de su vida y yo...y yo me quedaré aquí con todo el amor que siento por ella.
La última frase me había dolido en el alma,era tanta la impotencia que sentía no era nadie para intervenir con su felicidad, por este sentimiento que aunque rato llevaba en mi, no dejaba de ser una ilusión.
*Años 80 narra Ana*
Siempre adelanto mi reloj quince minutos, una cosa que pocos saben, pero que me da asi unos minutos para ser puntual, incluso a veces se me olvida que va adelantado mi reloj y salgo prácticamente corriendo de casa, está no fue la excepción.
Cepillé mi cabello en aquel entonces se utilizaba una melena amplia, pero no me gustaba que parecía recién levantada en ocasiones, la cepillé un poco y aunque no quedó como me hubiese gustado, bajé a toda prisa las escaleras de mi casa, oyendo escalón por escalón como pegaba la punta de mi tacón, tomé apresuradamente mi bolso que estaba en la entrada, y tomé un sorbo de mi café mientras guardaba las llaves del coche.
Encendí el auto y me dirigí a la bodega en dónde ensayaría junto con mis técnicos para mí próximo concierto, el tráfico era fluido en la ciudad a pesar de la hora, me gustaba pasar por el paseo de la reforma y abrir mi vidrio completan dejando así que el viento de la ciudad moviera mi melena y de vez en cuando pasaba mi mano para quitarla de mi rostro, la bodega estaba cerca del monumento a la Revolución así que busqué dónde estacionarme, bastaba ponerme unas gafas de sol para pasar desapercibida la mayor parte del tiempo, eso evitaba que me demorará mucho en llegar al lugar.-¿A dónde se dirige?.- me preguntó el vigilante del edificio en cuanto llegue.
-Piso 12.- respondí e inmediatamente me hizo firmar el registro de entrada.
-Buenos días.- dijo una mujer entrando en el edificio.
-Un momento ahora la atiendo.- respondió el vigilante mientras salía por una puerta trasera.Voltee a verla de reojo, casi sin quitar mirada del cuaderno de registro, era delgada, ligeramente más alta que yo, su cabello lacio y suelto, se veía alegría en su rostro, llena de vitalidad, al percatarse de que también la veía me miró y dedicó media sonrisa la cual me dió mucha pena y aparté mi mirada nuevamente.
-¿Ya quedó?.- me preguntó el vigilante volviendo nuevamente al lobby.
-Si.- asentí.
-Bien puede tomar el elevador.- me señaló el pasillo en dónde se encontraba.Tomé mi bolso y nuevamente miré una vez más a la mujer antes de irme.
-¿En qué puedo ayudarla?.- le preguntó el vigilante a la señorita.
-Sólo estoy esperando a alguien.- dijo indiferente con una voz sensible.Conforme se cerraban las puertas del elevador la veía y ella bajaba la mirada ante el nerviosismo, no fue hasta que se cerró completamente que volteó a verme.
Terminé de retocar mi cabello, y una vez llegué al piso 12 todos mis trabajadores me inundaron de preguntas, así que atendí uno a uno, poco a poco conforme avanzaron las horas, me fui recogiendo mi cabello, y quitando el saco que vestía, y aunque los pendientes seguían saliendo y saliendo la hora de la comida llegó pronto, pero yo no podía salir a comer, creía que cada segundo era valioso.
Estaba inmersa entre tanto número, mi padre me había pedido que estudiara contaduría, ahora me era de mucha ayuda una vez que me concentraba ya no me sacaban de las teclas de la calculadora, de sacarle punta al lápiz, y en algunas ocasiones borrar.-Señora...señora.
-¿Oh qué?.- alguien me llamaba y yo trataba de volver en mi cerrando con fuerza mis ojos que me ardían aunque no me percataba.
-Señora.- volvió a decir él.
-Perdón dime Mario.- dije girandome hacía él.
-Es que ya todos se fueron a comer y usted no ha probado bocado.
-Bueno es que si no arreglo esto ahora después el FISCO me come viva.- reí.
-Tome.- me extendió un tupper.
-No no podría.- dije apenada mientras quitaba el cabello de mi frente.- no puedo dejarte sin comer.
-Nombre no se preocupe yo ya comí, pero bueno debe alimentarse bien.- dijo él insistente.