Es difícil alejarte de la persona por lo cual te estuviste levantando cada día con una sonrisa, es difícil tener que fingir una risa como antes cada que la veías pero está vez no está llena del mismo sentimiento, y en ocasiones aún así es difícil alejarse para evitar todo ese tipo de situaciones pero sería más doloroso quedarse allí haciendo trizas ilusiones que se formaron solo en tu mente...
*Narra Diana*
Mario me habia dicho que ahora que estaba embarazada prefería que me quedara en casa para evitar que me mariase o algo por el estilo en la calle, y así obedecí cerca de una semana, aunque no podía hacerlo ya extrañaba demasiado a Ana, era mi única amiga verdadera, quizá la única que tenía en esos momentos.
No había sabido de ella desde aquella noche en que recibimos la noticia, y de eso hacia ya casi un mes, no me atrevía a llamar a su oficina a pesar de que ya me hubiese dado su número, solía sentarme en el sillón y mirar el teléfono por horas, hasta que agarraba el suficiente valor de tomarlo y al pulsar el último dígito siempre llegaba Mario, por lo que colgaba bruscamente sin siquiera saber si ella había contestado; él solía preguntarme que con quién llamaba y sin si quiera pensarlo le decia que con mi madre, no era algo premeditado pero por alguna razón cuando se trataba de hablar sobre Ana nunca me nacía decirle la verdad, cosa que a él poco le importaba después de un beso.
He de decir que nunca fui la misma hablando por teléfono que en persona, pues en éste solía ser aún más callada, y por su parte Ana nunca llamó a casa, cosa que también me extrañó bastante.Por ello una mañana después que que Mario salió a trabajar, me alisté como solía de tal manera que después de las dos de la tarde ya está lista para dirigirme a la oficina, cepillé mi cabello, y mr puse un poco de perfume que me habia regalado mi esposo, ya no podía usar zapatos de tacón ya que me cansaban un poco al caminar, mis vestidos ya no eran tan joviales como antes, ahora eran de maternidad.
Cerré la puerta y durante todo el camino sonreí plácidamente, era un dia estupendo o al menos así me pintaba a mi, el cielo estaba nublado, cosa que no me afectaba, tenía que cruzar una calle más para llegar a la oficina, fue cuando ví que Ana estaba de pie afuera con un cigarro entre sus dedos buscando algo en su bolso, el semáforo seguía en rojo para los peatones, y yo lo miraba impaciente, sentía mis pies hinchados como si hubiese caminado mucho cosa que no era así; cuando el semáforo se puso en verde para mí ella comenzó a caminar en dirección opuesta a la mía, yo intentaba hacerme hueco entre la gente a mi alrededor, pero era claro que jamás llegaría a alcanzarla, y mis piernas no daban más, comenzaban a temblarme.-An...-detuve mi grito que apenas había salido,pues si la llamaba por su nombre artístico alguien podría reconocerla, llegué a la puerta del edificio de las oficinas, traté de contener todo el aire era mi última oportunidad.- Lupita.- grité.
*Narra Ana*
-Lupita.- oí tras de mi
Una voz que era imposible no reconocer, me frené en seco sintiendo en mi pecho un golpe y una necesidad de salir corriendo hacia sus brazos.
-Lupita.- volvió a gritar aunque con menos fuerzas.
Me giré lentamente, mientras el viento traía a mi rostro mechones de cabello, y si ahí recargada en la puerta del edificio estaba ella...estaba Diana quien al ver que me giré sonrió tratando de recuperar el aliento; me acerqué casi corriendo hacia donde ella, tiré mi cigarro al suelo y lo apagué, no pude evitarlo y aunque ella no se veía con muchas fuerzas me lancé a abrazarla, pues todo este tiempo solo eso, el poder estar en su brazos me reconfortaba, invadí su espalda con mis manos y dejé que ella dejara caer su peso sobre mi, pudiendo sentir un poco su busto, lo cual era un toque erótico y tierno a la vez.
Inmediatamente después puse mi mano sobre su mejilla izquierda la cual estaba gélida, y la acaricié con la mayor delicadeza que pude, ella solo sonreía arrugando sus ojitos.