*Narra Diana*
Fui muy feliz cuando después de la luna de miel Mario me llevó a la que sería nuestra casa, me llenaba de ilusiones las anécdotas que juntaríamos ahí,había dicho que la casa era para mí, y yo ya quería decorarla para que se sintiera como eso....nuestro hogar.
Al principio me la vivía en casa no salía para nada, hacía los deberes de una ama de casa e intentaba mejorar mi sazón al cocinar, cuando salía a lavar la ropa era cuando distinguía los clásicos sonidos de la Ciudad de México, hasta entonces era mi única interacción con el mundo exterior y así se lo externaba a mi esposo.
-Que bueno que ya llegaste te extrañé demasiado.- dije lanzandome a sus brazos cuando quitó la llave de la cerradura de la casa.
-Yo también te extrañé demasiado mi amor.- me dijo robándome un pequeño beso.- ¿Cuéntame cómo te fue?
-Pues lo mismo de siempre ya sabes.- me senté en el sillón sin ánimos al recordar que día a día era igual.
-Bueno ya te he dicho que podrías salir a caminar aunque sea a la esquina para que te vayas adaptando no siempre puedes estar encerrada aquí como mi princesa.- volvió a decir Mario mientras se desataba el nudo de su corbata.
-Ay tienes toda la razón.- dije mientras me ponía de pie dispuesta a servir la comida.
-Espera espera no te vayas tengo algo para ti.- inmediatamente abrió su portafolios.-toma.Extendió su mano era un disco de Ana Gabriel, mi esposo trabajaba como uno de sus técnicos, y siempre me hacía ilusión que me contarás su día en el trabajo y como es que interactuaba con tan distinguida dama, ya que era un orgullo para mí verla en grandes festivales, oírla en la radio y saber que diario mi marido hablaba con ella.
-¿Te gusta?.- volvió a preguntar al verme anonadada.
-Pero por supuesto no sabes lo acompañada que me sentiré ahora.- dije poniendo el disco contra mi pecho.
-Bueno si eso, pero también bueno.- se acercó para tomarme de los brazos y pensativo.- Pensé que si un día te animabas a salir de esta casa pues...
-¿Pues?.- pregunté intrigada a te su pausa dramática.
-Pues estaré trabajando no muy lejos de aquí, por el monumento a la Revolución el que pasamos el otro día ¿Si te acuerdas?.
-Si si si.- dije impaciente.
-Y creo que podrías irme a visitar al trabajo y no sé quizá la puedas ver en persona.
-¿De verdad lo crees?.
-Por supuesto.Desde ese día, me despertaba temprano a hacer todos mis deberes, mientras escuchaba cada canción del disco, llegó un punto en que me las sabía al derecho y al revés.
Y fue así que un día decidí salir de la casa, pues ya estaba la comida lista y así podría tener un pretexto para visitar a mi esposo en el trabajo.-¿Bueno?.- dijo él con tono agetreado.
-Mario...soy soy yo Diana.- grité debido al ruido que se escuchaba del otro lado de la línea.
-Ah si dime princesa ¿Que pasó, estás bien?.
-Si es solo que quería ir a visitarte.
-Oye que bien me alegro ¿Tienes donde apuntar?.
-Ajá.- dije con una pluma en mi manoMe pasó la dirección y salí, el sol estaba inclemente, había niños que salían de la escuela, llevaba en una bolsa unos tacos dorados de pollo, fui mirando el nombre de las calles, y los silbatos de la policía nos indicaban cuando los peatones podíamos cruzar, eran muchos los autos. Por fin llegué al edificio en el que aparentemente trabaja Mario, no había Sido tan difícil llegar, y rezaba porque fuera ahí.
Al entrar saludé al portero el cual me dijo que me atendería en unos instantes, también había una mujer con una amplia y voluminosa melena, estaba llenando un registro, y en el ambiente había un silencio sepulcral, veía mis pies y alrededor, el edificio era bastante frío, y al subir nuevamente la mirada me percaté que la mujer me miraba de reojo, era muy disimulada en verdad, y por ello decidí sonreírle amigablemente, gesto que correspondió para después terminar el registro e irse por el elevador, y cuando se dió vuelta y quedó de frente a mi me di cuenta de que le había sonreído si...a Ana Gabriel, no lo podía creer tuve que disimular bastante mi emoción en aquel momento.