Abrázame muy fuerte

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Las puertas cerradas conllevan una historia, esa historia que solo le concierne a los amantes que ahí dentro nos fundimos en uno solo, la primera vez que te sientes verdaderamente libre y extasiada, claro que sientes nervios e inseguridades como en todo, pero al ver los ojos de ma persona clavados en los tuyos, sin prejuicios, sin estar ahí solo por el acto, sino como el siguiente paso de una relación que en su mayoría debería haber, ahí no hay cabida para nada más que el amor.

Ahí estaba yo, en el frío de la noche, con una guitarra en manos, a punto de tocar los primeros acordes, de una canción que ni siquiera sabía cuál entonar, y Alberto fumaba tranquilamente dentro de su auto como buen cómplice de mis aventuras.

-Mija si no empiezas no la vamos a pasar aquí toda la noche.- interrumpió él.
-Es que yo no.- dije recargandome sobre la ventana del auto.- No sé que hacer es más no sé ni cómo llegamos hasta este punto.
-Mmm pues haber quítate ya se que te encanta que te piquen la cresta.- dijo él a modo de reproche burlón tipo mi madre, bajó del auto y le dió la vuelta hasta tomar mi guitarra.- ¿Entonces qué? Yo toco y tú cantas.- volvió a decir entre dientes por el cigarro.

Yo solo asentí y tomé mis manos fuertemente sintiendo el sudor en ellas, él tocaba la guitarra suavemente, pero acomodándose para que pudiese cantar.

-Cuando tú estás conmigo...- empezó a cantar él mirándome a los ojos para que siguiera.
-Es cuando yo digo...- pausa para que él tocara un acorde.- es cuando yo digo... Que valió la pena todo todo lo que yo he sufrido.

Fue como entrar en calor, ya no hizo falta que lo viera, pues la letra de la canción resbaló sobre mi lengua como si saliera desde el fondo de mi corazón, cerré mis ojos y ni siquiera en no desentonar me centré, todo lo contrario, imaginé cada momento con Diana, cada vez que acaricié sus manos y al estar terminando la canción,al escuchar como Alberto terminaba el último acorde, abrí lentamente mis ojos, solo para poder distinguir a Diana cruzada de brazos envuelta en una chalina con la pequeña Diana en brazos, con mirada conmovida, me atrevo a decir que pude ver unas lágrimas nacientes de sus ojos, y yo sentía mi piel erizarse a la vez qu mordía mi labio terminando en una sonrisa.

-Yo.- volví a decir tiritando del frío.- lamento mucho...
-Aqui no.- me interrumpió Diana dándose la media vuelta para abrir la puerta de la casa.- ¿Gustas pasar?.- preguntó con la mirada baja inclinando su cabeza suavemente hacía el interior.
-Claro que va a pasar.- respondió Alberto encaminandome hacía el interior.- Pero si quieres préstame a la niña yo la cuido para que puedan hablar tendidamente.- volvió a decir tomando a la niña con todo y chalina.
-Pero...- alcanzó a decir Diana.
-No no no te preocupes que su padre está en mi casa y hoy la pequeña Diana estará al cuidado de tío Alberto.- respondió él muy seguro se si.
-Alberto.- grité antes de que se subiera al auto y el inmediatamente giró hacia mi.- Gracias...por todo hermano.- lo que había dicho había venido totalmente desde el fondo de mi corazón.
-Buenas noches a las dos.- dijo con una sonrisa y subió al auto.

Esperé a que Diana pasará para poder cerrar la puerta y ver cómo Alberto desde el auto me hacía señas como indicando besos y yo dejé escapar una pequeña risa, mi Alberto ¿Que haría yo sin él?.

Diana estaba de pie justo en medio de la sala con un semblante lleno de incertidumbre, y yo seguía cruzada de brazos ante el frío voraz que hacía en el exterior.

-Ana quiero pedirte una disculpa creeme que yo no soy así yo solo estaba ...- se apresuró a decir.

En cambio yo con una sonrisa llena de ternura al notar que le importaba lo que yo había pensando, me acerqué a ella y acaricié sus hombros, bajando por sus brazos hasta llegar a sus manos y poder entrelazarlas con las mías y jalarla suavemente más cerca de mi.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora