Silencio sepulcral, el sol directamente entrando en mi cara hasta que logró despertarme, era un olor a lavanda, un olor hogareño, aún no se cómo describir esa sensación, sentía calor, me sentía deshidratada, y la espalda me dolía quizá de tanto tiempo haber estado recostada, no sabía la hora que era, y pequeñas imágenes venían a mi sobre la noche anterior, recordaba esa extraña emoción que había sentido en cuanto Diana volvió por mi, aún con los ojos cerrados salió de mi un suspiro, y una sonrisa de oreja a oreja, haciéndome sentir como una adolescente mientras cubría mi cara con las sábanas, sus sábanas eran color blanco, todas tenían su ya característico bordado “D.V.P.O".
Después de buscar mis botas abrí con sigilo la puerta de la habitación, la casa era de dos pisos, así que sin tomar mucho detalle a explorar la casa, me dispuse a bajar, en el sillón aún dormía Mario tapado, y en la cocina se oía ruidos mínimos, la puerta era de las que tenías que empujar para entrar, ahí estaba Diana lavando unos trastes con una jarra llena de jugo de naranja y en una olla salia vapor con olor a café, traía puesto un delantal y recogido su cabello.-Buenos días.- susurré y ella inmediatamente se dió la vuelta.
-Ay Ana buenos días.- rió un poco.- no te escuché bajar.
-Bueno he Sido sigilosa.
-Pasa pasa, ¿Como dormiste?.- cerré tras de mi la puerta y me dirigí hacía el fregadero para platicar con Diana.
-Muy bien espero no haberte molestado.
-No no para nada, de hecho estuviste muy tranquila.- secó sus manos y se dirigió a servirme una taza de café.- en un momento estará el desayuno.
-Mmm está buenísimo el café.- dije en cuánto bebi el primer sorbo.- pero no te preocupes ya no quiero incomodar es mejor que me vaya.
-Mujer tu nunca incómodas además Mario seguro no se despierta hasta en la tarde.-con una mano sostenía la taza y la que me quedaba libre Diana la tomó por la muñeca e implorativa abriendo las sus ojos.- pero por favor quédate¿Si?
-Bueno si lo pides así.- no pude evitar ruborizarme no solo por el imprevisto toque de manos sino por la poca distancia que había ente ambas.
-Por cierto te compre una cajetilla nueva.- paso su mano por un lado mío para abrir un cajón, lentamente me aparte para no estorbarle , ella volvió a sonreír y después de hacer a un lado su mechón de cabello me lo entregó.
-No de verdad no era necesario los compartí con mucho gusto y que mejor que hacerlo contigo.- alcé mi ceja.-¿Porqué no los conservas tu?
-No que cosas Mario se infarta si me ve fumando.- rió tapándose la cara.
-Eres una mujer libre si casada y lo respeto, pero todos tenemos secretos.- guiñe un ojo mientras bebía más café.
-¿Y el tuyo cuál es?.-preguntó inocentemente Diana y yo inmediatamente me ahogué pues no esperaba aquella respuesta.- pero no.- comenzó a reír Diana
-Que astuta me saliste Diana.No paramos de reír en toda la mañana, había preparado unos chilaquiles verdes para la cruda, y seguíamos hablando de ocurrencias, me gustaba hacerla reír, el tiempo para mí no pasaba, no me molestaba estar sentada en una cocina si era hablando con ella, me ponía nerviosa cuando la miraba y ella me miraba a mi, era raro y aún así me gustaba esa sensación.
-Tardes.- entró de improviso Mario en la cocina cambiando su tono de voz al vernos riendo.
-Ay Mario ¿Cómo estás?.- saludé impetuosamente.
-Bien bien me despertaron unas risas no pensé encontrarla aquí aún.
-Dejame te caliento el desayuno.- se levantó de inmediato Diana a calentar cambiando seriamente su semblante.
-No no hace falta me daré un baño y después vengo.
-Bueno creo que sí ya es hora de que me vaya.- dije tratando de ponerme de pie
-Te ayudo.- se ofreció Diana tomando mis dos manos ejerciendo fuerza para que me pudiera poner de pie.
-¿Ahora entiendes porque te digo que eres una muchacha muy joven?.- reí agradecida.
-No te vayas quédate a cenar.- volvió a suplicar Diana poniendo su mano sobre mi hombro.
-Me encantaría pero creo que es mejor así.- lo decía más por Mario quien no se veía del todo contento.
-La acompaño a la puerta señorita.- volvió a decir Mario en tono más amable.
-No no hace falta yo la acompaño.- intervino Diana.Inmediatamente salimos de la casa, me quedé en la puerta y sutilmente le guarde la cajetilla en su mandil sintiendo un poco su estómago.
-Gracias por todo.- me despedí de beso.
-No sabes lo bien que me la paso cuando estás
-¿Te veré mañana?
-No creo ya mañana empiezan tus giras¿No?
-Si pero bueno podrías acompañar a Mario si así lo deseas.
-¿Tu quieres que vaya?
-¿Que yo?.- respondí confundida.
--Si así lo deseas estaré en cada una.
-Hasta mañana.- volví a decir con una sonrisa en el rostro.No llevaba auto así que caminé hasta poder tomar un taxi a mi casa, seguía sonriendo repasando en mi mente todo lo que había pasado, el viaje se me hizo ameno en ello.
Sabía lo que debía hacer así que al llegar a casa llamé a Alberto.-¿Bueno?.- respondió feliz del otro lado de la línea.
-¿Estás en tu casa?.- dije de una antes de perder el valor que estaba juntando en aquel momento.
-Ay si mija ¿Pero que pasa estás bien?
-Si.- me apresuré a contestar.- bueno si estoy bien pero necesito hablar contigo.
-Supongo que algo realmente importante para venir a mi casa.
-Si justo, ¿Puedo ir entonces?
-Dale acá te esperoColgué la llamada y solo me puse un poco de perfume para disimular el olor, volví a tomar mis cosas y en cuanto abrí la puerta con semblante funebre estaba él...
-¿Que haces aquí?.- pregunté sorprendida
-Ana necesito hablar contigo.- bajó la mirada Coque.
-Es que voy de salida.
-No te quitaré mucho tiempo solo quiero que te enteres por mi.Su tono no me inspiraba mucha confianza, pero a la vez tenía curiosidad de saber que es lo que me diría.
-Entonces habla.- dije en tono más serio
-¿Puedo pasar?.
-Si es muy grave prefiero que no
-Ana yo...-silencio.- Ana me voy a casar
-¿Qué?
-Me voy a casar ya es oficial pero quise venir a decírtelo.
-No pero no entiendo ¿Desde cuándo?
-Mina está embarazada y debo casarme no puedo dejarla.
-Te das cuenta que todo el tiempo estuviste con ella y me usabas a mi.
-Perdón no se que más decir.
-No digas nada más, solo no te atrevas a buscarme nunca más.- cerré mi casa mientras el me veía.- te ofrezco mi amistad pero nunca nada más allá.Lo dejé en la puerta y no me molesté en dirigirle la mirada de nuevo, siendo sincera no me sentía triste solo molesta por el hecho de que yo desconocía aquella relación, y aunque la adrenalina del momento había pasado si necesitaba un amigo con quién hablar y ese era Alberto el único que de verdad era un amigo sin interés de nada más, que no me mentía.
-¿Cómo estás?.- me saludó al abrir la puerta de beso.
-Pues viva que es lo importante
-¿Te ofrezco algo?
-Será mejor que no.- reí al recordar la noche anterior.
-Pues tu dirás tengo todo el tiempo del mundo.- se sentó en su sala mientras se acomodaba para escucharme
-Alberto yo...-no me salían las palabras, maldito Coque me había espantado la adrenalina.- verás osea es que
-Dilo así y ya no creo que sea algo tan grave.
-Creo que me gusta alguien.- mis manos sudaban y yo las juntaba con fuerza ante el nerviosismo
-Pues que bueno disfrútalo ¿Quien es?
-Ahi es el detalle
-Alguien peor que otros hombres que has tenido no creo que sea
-Alberto creo que me gusta...una mujer.Mi pecho sacó un vacío, y no se porque sentí las ganas de llorar, no quería ni alzar la mirada, y no sabía ni como sentirme al respecto de haber dicho por primera vez aquella palabra “una mujer", él no dijo nada solo se sentó junto a mi y me abrazó, ahí rompí en llanto, mientras el acariciaba mi cabello.
-No está mal, te lo prometo, no es nada malo .- decía suspirando.
