Lo siento mi amor

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No había tiempo que perder, no importaba nada, del fondo de mi ser brotaba un instinto maternal que no se puede explicar más que cuando se vive la propia situación,solo recuerdo recorrer los pasillos casi corriendo hasta llegar al escenario para encontrar a la pequeña Diana y ver qué le sucedía.

-¿Dónde está?.- preguntaba alterada a mis trabajadores quienes me iban señalando el centro del escenario, en dónde alguien cargaba a Diana y sus gritos de dolor podían escucharse con demasiado eco.-¿Cuánto tiempo lleva con el malestar?.- giré a preguntarle a Mario quien estaba a mis espaldas al tiempo que ponía mi mano sobre la frente de la bebé para tentar que tanta temperatura tenía.
-En cuánto me percaté regresé del hotel con ella para buscar a su mamá.
-Bueno no hay tiempo.- interrumpí mientras tomaba a la niña entre mis brazos.

Caminé con todo el cuidado de no tropezarme, con todo el bullicio a mis espaldas, y preguntándome en que momento aparecería Diana Verónica, salí incluso del recinto,afuera estaba el auto que había rentado al llegar a Chile, y a mis espaldas venía Mario aturdido.

-Subete.- ordené a Mario indicando que abriera el auto.
-Pero señora hay que buscar a Diana...
-Ya perdiste mucho tiempo, en cuanto no la encontraste debiste llevar a la niña al hospital ¿Sabes lo que le puede pasar si su fiebre aumenta aún más?.- repliqué notablemente desesperada.- Te lo pongo así o manejas tú o manejo yo pero está niña debe ir con un médico ya.- repuse con mirada acusante

Y no quedó de otra, Mario me abrió la puerta trasera para que subiera con la niña y el prendió marcha sin rumbo solo en busca de un médico, mientras que yo venía tratando de quitarle la mantita a la bebé, abriendo las ventanas de la parte trasera, y no la pegaba tanto a mi pecho para que no se acalorara más.
¿Que si tenía miedo? Claro que lo tenía, es más le hubiese puesto a llorar ahí mismo sin saber el porqué, supongo que cuando se tiene ese instinto cualquier cosa negativa que le pase a un bebé cercano a ti te llega hasta el ama, quisieras que te pasará a ti y no a ellos, tan vulnerables, tan incapaces de comunicar que es lo que les duele o como se sienten, solo ese llanto desgarrador y con el que no puedes hacer nada.
Por fin a Mario se le ocurrió la idea de preguntarle a un taxi por un hospital e irlo siguiendo, fue así como llegamos al más cercano.

Dijimos que era una emergencia para que atendieran a la niña, en la entrada preguntaron si éramos sus padres a lo que respondimos que si solo para que nos dejasen pasar, el médico dijo que probablemente se debía al cambio de temperatura ya que la ciudad de México era muy fría, y viña era húmedo con tendencia al calor,también había podido ser que no estaba reaccionando bien a la leche en fórmula que sus padres habían querido empezar a introducir en su dieta.
Solo le recetó unos lactobacilos para su flora intestinal y baños de agua tibia si se volvía a elevar la temperatura.

En todo el tiempo en que estuvimos en consulta Diana nunca llegó,y yo empezaba a preocuparme ¿Estaría bien?, ¿Acaso tendría miedo de llegar y recibir algún reclamo?, Claro que no la dejaría sola, ni a ella ni a mini Diana, quien como siempre se quedó nuevamente dormida entre mis brazos de camino al hotel, en dónde Mario fue muy atento, encendió el ventilador, y dejamos solo en pañalero dormir a la bebé en medio de la cama.

-De verdad muchísimas gracias señora Ana no tengo palabras para poder agradecerle no solo que me acompaño en el proceso sino que también cuidó de mi hija.- me dijo Mario en voz baja.
-Nada que agradecer, lo hago por el aprecio que les tengo.- dije con media sonrisa, sin poder evitar sentir la culpa.
-Ahora solo hace falta que vaya a buscar a Diana, no sé dónde se metió y no quiero imaginar que le haya pasado algo....

En eso se abrió la puerta de la habitación, y entró Diana con la cara compleja, llena de aflicción, incluso a mi me desconcertó verla así pues no sabía si le había pasado algo de camino.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora