Capítulo 25

140 48 8
                                    

—Esto se escapó de los planes... y cuando creía tener la victoria en mis manos. Tendré que hablar con Sabrino —precisó la reina frente al espejo, mientras hablaba en la soledad de su recámara. Intuyó que su propósito estaba más lejos de lo destinado.

» No puedo dejar que un chico destruya el reinado que tengo... Y si está en mis manos defender a mis hijas de los hombres, lo haré hasta las últimas consecuencias —añadió a lo último, con ánimos de luchar contra las peripecias del amor. La reina, no quería perder el control del reino.

(...)

Los siguientes días con Janett eran mágicos. En cada nuevo instante, crecía un ambiente de complicidad y bonitos sentimientos entre nosotros. Era diferente a todas las chicas que había conocido, y lo demostraba de la forma menos esperada.

En la tarde de aquel día de agosto, cuando seguía sentado a su lado después de reposar la merienda, acabamos conversando de lo que siempre me intrigó desde el día que la conocí.

—Ese día fue terrible, no me gustaba ver a mi padre enfadado. Era mi juguete favorito, preso en sus manos de mandón —contó Janett mientras se soltaba sin complicaciones—. La verdad no ha sido fácil para mí tener esta condición.

—¿Cuál? —pregunté con atención.

—Bueno... ya sabes, esto —subió una mano a propósito para indicar hacia sus ojos.

—Ah... —Entendí—. Janett, sé que es un poco incómodo, pero me gustaría decirte...

—¿Cómo sucedió? —se preguntó antes de que lo dijera, adivinó con astucia. Asentí, procurando comprender.

—Cuando nací, los médicos les dijeron a mis padres que, si sobrevivía a la malaria que atacaba el país en esos años; iba a recaer en una fortuna muy grande para el reino, porque vendría una princesa justiciera de visión indomable... —sonrió cuando lo decía, se veía inspirada—. Así fue, logré llegar bien, pero no todo podía ser perfecto. El karma antes de tiempo afectó a mi padre, y luego, hizo estragos en mi nacimiento.

—¿Qué sucedió?

—Él le dijo al curandero que su primera hija sería una reina perfecta. Decidida en ver los problemas del mundo; luego, al día siguiente, los parteros le dijeron que venía ciega desde antes de nacer.

—Vaya... eso es difícil —Desconocía que las palabras apresuradas pudieran contener tanta miseria y dolor adicionadas. No supe cómo consolarla en aquello.

—No creo que haya sido tan solo eso. Porque él, en ese tiempo, era el rey de casi todo el país. Dejó el reinado en manos de mamá con todos los amurallados en construcción y la nueva plantación de los prados y campos verdes. Y le cayó la maldición del rey falso, porque en esos días ella no gobernaba como era debido y hubo muchos conflictos armados y malos entendidos. Es una leyenda popular del país, pero creo que con lo que sucedió, puede ser que así sea. Las palabras de mi padre me condenaron antes de nacer.

—Pero antes... ¿veías? O tal vez estaré equivocado... —pregunté mientras rememoraba con añoranza los años que merodeaba con Travis y conocí a Janett por primera vez. También recordé con amargura que nunca fui capaz de observar sus ojos. No tenía pruebas para reconocer si era verdad, pero todo estaba enmarcado en un vago recuerdo que guardaba de siempre.

Janett, se complacía con la conversa y a modo de broma, me contestó:

—Tonto, me falta contarte la mejor parte —me dio una palmada en el hombro, yacía esperanza dentro de mí por conocer la historia real—. Cuando tenía ocho años, un importante chamán y cirujano ocular conoció a mi padre y, le expresó, que tenía solución a mi problema. Mi padre se alegró, y comenzó con los preparativos para la operación de recuperar mi visión, y se logró sin problemas. ¿Puedes creerlo? Yo, que nunca había visto nada, ¡por fin podía ver lo asombroso del mundo que me rodeaba! —soltó en maravillosa alegría, me contagiaba de su emoción; sin embargo, conservó un terrible desaliento que en realidad estaba adornado de tristeza.

Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora