—Hay hierbas medicinales que te hacen perder la noción, primo. Consumiste alguna y estás en un sueño largo que parece real, pero es un holograma feliz de tu cabeza. Lo siento, pero es la única explicación que encuentro, el resto son patrañas —replicó mi primo Juan Pablo, con insistencia. Debía pasar por el filtro de no creerse mi historia —al igual que todos—, en especial la parte donde una princesa me había besado de labios sin tener que tomar la iniciativa. Juan Pablo era caucásico, flaco como una varilla metálica y de extremidades aún más largas, lo que lo diferenciaba del resto: eran sus camisas con calcomanías de Ferrari y unos zapatos Jordan falsificados. Trabajamos en la nueva planta de importación. El trabajo era más sencillo, pero de mayor cuidado, aunque no era nada del otro mundo.
—Es cierto, créeme por favor. Sabes que no soy mentiroso como tú.
—Igual es casi imposible creerlo siendo real... ¿Qué clase de pacto hiciste con el dios de la suerte?
—Nada, no he utilizado ningún truco. Me he portado como siempre y he sido el mismo. Juan Pablo, ¿Por qué es lo mismo contigo? Nunca ayudas.
—Tenlo listo —expresó con decisión mientras ordenaba el papeleo para la entrega de un nuevo pedido.
—No entiendo.
—La cosa es sencilla —volvió hacia mí— cuando sientas que sea tu momento de ir, estate preparado. Uno nunca sabe si de repente vuelven a contactarte o mandar una carta.
—No lo creo, el rey fue muy definitivo. No son de arrepentirse.
—Entonces... acepta tu asquerosa realidad y sigue trabajando enano —expresó hiriente. Juan Pablo era muy ácido a veces con sus comentarios, pero indudablemente me hacía reír. Era más alto que yo y especial como una lombriz en tierras áridas.
(...)
Al caer la noche, entendí varias cosas... y me costaba asimilar el golpe tan devastador que había recibido. Me sentía de canicas tiradas por el escusado. Pensaba que era el momento de pensar con tibieza, de calmar las aguas agrias de mi sangre. Papá no estaba conmigo y Juan Pablo se había independizado para vivir en el centro estatal.
Me senté en uno de los viejos muebles y posé mi mirada en el gran ventanal que tenía el apartamento; el cielo estaba nublado, pero se lograba ver una luna gigante y destellante por ser llena. Hacía un clima que congelaba las almas, aunque no fui a buscar abrigo por el calor abrasador que retenía en mi corazón. Cada vez más y más se apagaba la llama en el espacio que la recordaba, no podía consentir el haber sido tan miedoso y poco hombre, como para abandonarla a su suerte. Me parecía de lo más lamentable del mundo. Dejar en soledad a alguien, que había dado tanto por mí, sin ambos merecerlo.
Todo era confuso, no solo pensaba en Cristensen o en los protectores, también se comparecía en mi retina la imagen del rey de inmisericordia.
Mi corazón seguía latiendo tan fuerte como en ese momento, casi pareciera que fuera a salir de mi pecho por alcanzar la ineludible valentía para enfrentarse a cualquier adverso, sin embargo, la respuesta era tardía. Porque Janett, ya hacía parte de mis recuerdos y no de mi vida. No dejaba de joderme la existencia pensando cosas terribles, desaparecía mi estabilidad mental con talento del bueno.
La tristeza caía como una saeta envenenada, y punzaba con sufrimiento constante. No escapaba de conjeturar qué haría Janett en mi lugar, o no sé si al menos pensaba en mí. Lo que fuera que haya sido, todo era una mierda impresionante. Era una pesadilla que solo en mis fuerzas inválidas podía conservarme cuerdo, eran como un paño de agua tibia para la inmensa ola derramada que tenía en lo profundo de mi ser.
Fui a la nevera para buscar una bebida y la cerré al acto para mejor tomar agua de la pileta. Mojé mi rostro en el lavábamos, luego de tomar el agua que se iba a desperdiciar, y volví retomar pensamientos:
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Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)
RomanceJanett Lanchester es una aclamada princesa en el reino del Olivo, la última monarquía independiente que resta en el sur de América, sin embargo, tiene una condición que la hace muy especial: es ciega de nacimiento. Claude Rivarola es un joven del co...