—Y... nuevamente estamos solos —dijo Janett con tranquilidad mientras se sentaba en el borde de la fuente, y balanceaba sus pies posándose sobre el agua cristalina que tenía de cerca—. Ven, puedes sentarte aquí también si quieres, recuerda que no soy una reina ni tampoco un monstruo.
—Claro, es un gusto hacerlo —le dije cuando iba para sentarme. No me acerqué tanto a ella, ni tampoco entré los pies a la fuente. Me senté hacia fuera, donde los zapatos tocaban la grama baja y delineada de cuidados.
Hubo tiempo a un silencio, que a mi parecer era bastante incómodo. Además, a eso se sumaba un pedazo de mi pronunciada timidez —y que pensaba que perdía con ella—. Pero todo se asemejaba a una vana ilusión, pues al verla jugar con los pies sumergidos en la fuente; con un estoicismo de los dioses del olimpo, no retenía la fortaleza para relucir un comentario de provecho.
Estaba sudoroso, por no poder encontrar palabras. Pero ella no se inmutó, porque antes de que yo lo pensara, Janett estaba en otra tónica totalmente distinta a la mía.
—Eres muy silencioso. Creo que te gusta escuchar el agua caer —dijo rompiendo el hielo, ante los remangos de mi mudez.
—La lluvia no me gusta —dije resuelto—, pero, creo que tienes razón con eso del sonido. Digo, no creo que sea lindo estar bajo una lluvia, pero con un paraguas tal vez se disfrute de alguna manera.
—¿Sabes? Pienso lo mismo que tú.
—Vaya... entonces debería darte un premio al poder compaginar conmigo en eso —le expresé de buena plática, Janett lo tomó con una ligera sonrisa.
—No, gracias. Ya tengo muchos premios inmerecidos.
—¿Por qué? —dije curioso.
—Ser una "supuesta" reina, te otorga demasiadas "libertades" de las que estoy cansada. Mi sueño, en verdad, es conocer lo más lejos posible de estas murallas.
—¿Qué quisieras conocer?
—El mundo —dijo sobria y con auras de soñadora, mientras elevaba la cabeza con admirable simpatía.
—La tierra es una naciente de esperanza para las vidas que algún día esperan verla, tal vez de cerca... o quizás a lo lejos. Pero no deja de ser la inspiración de las almas que desean con fervor encontrársela, así sea, metido en un sueño perdido, entre vagos y envanecidos pensamientos del azar —expresé con denuedo, Janett me escuchó con atención, estaba fascinada sin darme cuenta.
—¡Que genial fue tu descripción! ¡Estuvo bello!
—No es nada... —me interrumpió.
—Tienes talento para narrar, no había escuchado algo así dentro de estos muros.
—¿Sí? —repliqué, sorprendido.
—Por supuesto, y dime, ¿dónde aprendiste a decir todo eso?
—No sabría decirte porque no soy de lectura. Pero me gusta escuchar a mi corazón y lo que tiene para decir, y a partir de ahí, busco palabras y las dejo en libertad.
—Entonces ese debe ser tu talento: narrar las cosas del mundo.
—Oye, no —le dije de manera que no malinterpretara mis palabras—, yo digo lo que para ti suene interesante —dije con la verdad.
—Pues lo que sea que hayas hecho, para mí está muy bien. Sigue haciéndolo siempre que puedas. Es una orden para ti.
—Está bien —dije aceptando, primera vez que se me había ocurrido hacer eso y salió tan bien que, para Janett, no tenía errores. Me alegraba de sobremanera el saber que estábamos en sintonía.
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Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)
RomanceJanett Lanchester es una aclamada princesa en el reino del Olivo, la última monarquía independiente que resta en el sur de América, sin embargo, tiene una condición que la hace muy especial: es ciega de nacimiento. Claude Rivarola es un joven del co...