Había abierto mis ojos ansiosos, llevaba así desde que desperté. Mamá lo adivinó con facilidad, estaba proyectando alegría.
—Claude.
Estaba distraído mirando hacia la ventana. Pensaba en Janett y en lo que le diría hoy al verle. Escogía desde mis musas muy buenas opciones. Quizás un hola con una sonrisa o, un apretón de manos, acompañado de una dulce mirada pese a que no viera.
—¡Claude! —gritó acalorada. Abrí confuso mi atención hacia ella, mi cara alargada mostraba una certeza bien definida, porque estaba gozoso de pensar tanto en una princesa.
—Lo siento. ¿Dijiste algo?
—Estás pensando en ella, deberías tomar la sopa, se va a enfriar.
—Ah, sí —Miré la sopa y no tenía hambre, se veía espantosa. Una mosca muerta en un borde con las patas elevadas me había declarado que lo ideal era no dar bocado.
En un descuido de mamá, agarré el plato y boté la sopa por la ventana. Ella escuchó y yo hice de cuenta que la había tomado.
—Muchas gracias. Estaba deliciosa.
—¿Tan rápido? Debes estar muy contento.
—Sí —dije mientras me levantaba—, debo ver a la princesa y ya me siento mejor de la paliza de ayer.
—¿Paliza?
Mierda, lo había dicho. Estaba tan perdido pensando en ella que no pude repararlo.
—Sí, es que ese árbol estuvo rudo y caí como una terrible paliza.
—Muy bien dada, por cierto —recalcó asombrada entretanto lavaba los platos.
—Mamá... Algo se está calentado. Huele a quemado.
—¡Oh no! —manifestó en estupor— ¡Los frijoles quedaron afuera! —Corrió al patio mientras yo le seguí de cerca. Estábamos asustados porque había bastante humo. Pero al final no pasó a mayores, lo seguro era que nos íbamos a quedar sin almuerzo para la tarde. Y verme sin comida, era como entrever un fantasma penando en la eternidad, me ponía a débil por la furia del estómago.
Todo se había quemado, menos la capa superficial que sobrevivió al estar en aire.
—Se logró salvar algo, mira.
—Si tu papá estuviera aquí, no comería esto ni enfermo —dijo al mismo tiempo que usaba un cucharón botando lo incomestible.
—¿Lo extrañas? —susurré cauto, mamá volteó a ver hacia otro lugar.
—Claro que lo extraño, igual te extrañaba a ti.
—Sí, pero llevas muchos años sin estar con él, por más de dos semanas seguidas. O bueno; siquiera un año, siempre deben separarse —Mamá dibujó una sonrisa de lástima, y entendió lo que trataba de decir.
—Está bien. Claude, tenemos que ser fuertes —dijo decidida—. Sabes, en el amor a veces pasa esto, debes distanciarte por algún tiempo de quien quieres, pero es por el bien de todos.
—¿Cuál?
—Tú—me dijo nostálgica, no supe qué decir—, y déjame decirte que ha valido la pena. Eres nuestro tesoro.
Sonreí incomodado y hasta forzado, era raro tener aquellas muestras de cariño con mamá, cuando se había incinerado el almuerzo, pero en el fondo, me sentía un completo afortunado. Mis padres eran los mejores. Habían sufrido tanto por estar juntos y se amaban con inmensa locura. Siempre desde que tenía memoria los observaba juntos y de manos.
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Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)
RomanceJanett Lanchester es una aclamada princesa en el reino del Olivo, la última monarquía independiente que resta en el sur de América, sin embargo, tiene una condición que la hace muy especial: es ciega de nacimiento. Claude Rivarola es un joven del co...