Capítulo 9

264 65 10
                                    

Mamá, como la vidente aguafiestas que era, no falló en su predicción, porque estaba perdiendo el equilibrio con la bicicleta. No concertaba el acatar su consejo y me costaba tomarle el ritmo indicado, pero en cuestión de minutos, mi cuerpo se sincronizó. Ambas piernas y brazos fueron metódicos a la hora de pedalear y mejoré bastante. Mi falta de costumbre se envaneció con decisión y no tuve oportunidad de crear cicatrices para lamentar.

Antes de salir en dirección a Sonora, dos chicos hablaban a cierta distancia mientras se iban acercando. Los escuché con claridad. Era raro que prestará atención a conversaciones ajenas, pero aquella en particular llamó mi atención, porque apenas se iban a encontrar para saludarse.

—¿Viste las noticias? ¡Una de las princesas del Olivo estará afuera buscando algo que se le perdió hace mucho!

—¿Qué cosa?

—Una joya de valor, no especificaron.

—¿Será de la que se quedó ciega?

—Lo que sea, hay que ir a encontrarlo —dijo cuando ya se habían acercado y yo me distanciaba todavía más.

Estaba intrigado, no sabía a qué apuntar. Las princesas del Olivo aún seguían como de costumbre, pero quién sabría cuáles cosas perdidas serían forzadas a una búsqueda. No conocía a ninguna princesa de la vida real, aunque mi única excepción había sido aquel día en el Valle de los Lamentos, cuando observé a esa niña, sublime y mágica, dispuesta a pasear un rato mediante sus carrozas blindadas.

Había olvidado el nombre de ella, el gran culpable: más de dos años de trabajo en pilas, adjuntos a un centenar de revisiones de nuevos materiales que se colaban mediante las distribuciones industriales, cualquiera así, podía perder hasta una brújula amarrada a las presillas de un bluyín. La memoria desaparecía en el arduo compromiso, pero después se podría llegar a pensar que la sentencia del olvido figuraba más en la ocupación indirecta de lo hacíamos; entonces, entre ellas, trabajar era la más efectiva para el exterminio de un recuerdo.

Agitaba el pedaleo con progresivo ímpetu en ambos extremos, ya había atravesado el Robledo de Herminda en un suspiro y, todo seguía exactamente igual; la diferencia entre atardeceres, era mi decisión apresurada en cruzar un camino y retornar. Sentía liberación, tal como había dicho Cortés cuando iba de nuevo a casa: se tomaba un ahondado trago de anís, hacía gárgaras silenciosas y terminaba gritando: «¡Eureka! ¡He vuelto de donde soy y vengo!», sin faltarle una media botella de aguardiente y un pizco pactado y característico de sus raíces peruanas.

Mi ritual de llegada no era ni cercano a aquello, es más, creo que estaba vacío. Presentía que debía demostrarme a mí mismo, lo mucho que cambié en el norte a pesar que nadie estuviera viendo el palurdo esfuerzo. Había botellas sucias por la cavada del puente y surcos que no se separaban ni porque el tiempo pisara con una tachuela sobrepuesta; estaba muy ansioso y no hallaba respuesta. Y desguarnecido ante el campo quejumbroso. El sudor desfilaba por mi frente como una brocha con demasiada pintura, y la travesía estaba humedecida por las lloviznas de la anterior noche. Los pájaros no prorrumpían en la quebrada, solo buscaban bebida para mantener sus aletas a flote.

Atravesé la línea de Crocker sin dificultad y me espantaba el suceso de toparme de golpe con la mayoría de los lugares que recorría cuando era un feliz inocente, casi que no hubiera deseado ni crecer.

Las ruedas empantanadas de mi bicicleta, rodaban con serenidad en el peligroso Valle de los Lamentos, podía asegurar con certeza una cosa, y era la inminente nostalgia que asaltaba a mi corazón cuando lo recorría. Parecía tener magia aquel sitio, como si se hubiera perdido entre lo celestial para dar una simple existencia y abrir paso hacia lo terrenal. El mundo tenía sus especialidades, y a veces estando ahí, pensaba que no tenía espacio la maldad, quizás por eso me encantaba jugar tanto en los alrededores, el valle era un patrimonio invaluable de armonía.

Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora