El caballero de oro se había transformado en un ser de plástico: temeroso, impaciente y amilanado por el paso voraz del tiempo de espera que Janett le otorgaba. Se había enmudecido con significativa reencarnación, pues ya no era él, porque sentía con fulgor el renacer de otra persona en su interior. Era como si fuera una oruga a punto de despojarse del cascarón, y volar en esperada libertad hacia aquellas palabras entablilladas en lo recóndito de su intimidad.
—He estado pensando varias cosas —dijo ocurrente y sosiega—. Sé que hay mucho que guardas... y siendo el hombre más importante de mi padre, no me has contado. Te ocultas, lo puedo percibir.
—Exprésese con libertad, que, si hay algo que deseo en lo profundo... es comentarle lo sucedido.
—Es mayor que eso —afirmó, tajante—. Eres el miembro más importante de la Secretaría de Órdenes seguido de mis padres, manejas y vigilas los trámites legales con aristocracia, porque sin duda eres el hombre más dadivoso del reino.
—Me honra con sus palabras, pero sepa que nada de eso soy. Lo primero sí, pero lo segundo es demasiado.
—Deja de estar rebajándote, es lo menos que mereces. Siempre has sido leal y te has entregado, incluso salvaste mi vida cuando no correspondía y en donde te estaré con entero agradecida hasta lo último.
—Solo hice mi trabajo, no es más... —indicó, avergonzado de verso. Emilio, en el fondo, era un hombre tímido que se conservaba firme ante las dignas aseveraciones y actos atribuidos a su figura.
—No te abrí para lanzarte flores —dijo ruda y en templanza—. Porque con esto pienso que debes conocer lo que ha sucedido también. Y tal vez... hasta desde el principio.
—¿A qué me hace referencia? Si me hiciera la pregunta directamente... le respondería sin vacilar —dijo de forma forzosa, deseando hasta el alma que por fin Janett le hiciera la pregunta del millón.
—¿Qué sucedió con Claude? Te imploro en demasía que me comentes sobre lo acontecido.
Emilio, enseñó una sonrisa. Algo tosca, pero regocijada en el cuestionamiento ideal que necesitaba para abrir la caja de pandora que se había guardado desde tiempos remotos.
—Jane, fue engañada... —afirmó, angustiado—. Durante mucho tiempo por su madre, la actual reina del Olivo —expresó, librando al menos la mitad del peso de su coraza. Se sintió rejuvenecido y loable.
—¿Qué carajos? ¡Emilio! ¡Tú también me mentiste! —replicó indignada a plenitud, no tenía contemplaciones con su laureado acompañante. De su madre se lo esperó, pero de él, jamás. Emilio, transformó su retrato con prórroga, porque sabía que Janett tenía razón, no había excusa para presentarse ante aquello. Sin embargo, sacó a relucir lo único que podría salvarle el pellejo, pero no consiguió hacerlo al momento, porque Janett; en demacrada visualización, volvió a objetar con ardoroso reclamo.
» ¿Por qué no lo dijiste antes? Claude fue sujeto a juicio personal. Emilio... me has fallado, y eso me duele, porque no esperé esto de ti. Quiebras mi corazón al igual que todos... Pensé que eras diferente —Emilio, lo sintió en el núcleo, pero con las endebles fuerzas que le restaban, soltó su recipiente de la verdad:
—También me engañó el rey y la reina... —dijo abrumado y en sereno. Janett, le escuchó con atención—. Su madre sobornó al rey y le dijo que callara ante usted... y me hiciera silente de voz.
—¿Le hiciste caso a mi madre? ¿Es que acaso los hombres de este reino no saben la horrible calaña que tiene? ¿Por qué todos le siguen?
—Yo nunca lo hice, ni lo hago y tampoco lo haré... —dijo a viva, pero pausada voz—. La razón principal del porqué nunca dije, fue porque el rey me pidió encarecidamente que no se lo dijera... a menos que usted, en curiosas actitudes, lo preguntara —reiteró, con gran pesadumbre de corazón—. Y yo, cumplo con órdenes del rey antes que usted señorita Jane... Sé que le debo mi vida, pero al rey le honro más importancia... porque está en manos de su padre, el rey del Olivo. Espero pueda perdonarme algún día... —bajó la cabeza.
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Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)
عاطفيةJanett Lanchester es una aclamada princesa en el reino del Olivo, la última monarquía independiente que resta en el sur de América, sin embargo, tiene una condición que la hace muy especial: es ciega de nacimiento. Claude Rivarola es un joven del co...