Capítulo 88

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Nassau, Bahamas.

Desperté en una habitación parecida a un hospital y no sabía qué había pasado, no recordaba nada. Janett, estaba sentada a mi lado, medio adormilada y con la cabeza inclinada, su rostro parecía haberse empapado con un charco de lluvia, pero la verdad eran rastros de lágrimas. Me dolía el cuerpo, pero no tanto como en los días pasados. Tenía dos inyecciones en el brazo izquierdo y sonaba una máquina que tenía encima de mi cabeza, imaginaba que era la que tomaba el pulso.

—Janett... —Le llamé. Mi voz era baja, no podía hablar más fuerte. Ella se despertó al instante. Intentó acicalarse como pudo, igualmente se veía hermosa. Pero detrás de una buena noticia, solo podía venir una espantosa. Janett estaba muy enojada porque no le había dicho sobre los dolores que padecía. La rabia, le duró un par de minutos hasta que cedió.

—¿Quieres comer algo? ¿Tienes sed? —me preguntó angustiada y pasó sus manos por todo mi cuerpo. Todavía seguía perdido, me costaba comprender cómo había llegado ahí.

—Estoy bien —dije en mejor tono, apenas estaba recuperándome.

Janett, dio un enorme respiro y me abrazó a un costado de la camilla. —Dios, pensé que te había perdido —dijo, aliviada—. Me tenías tan preocupada.

—¿Cómo llegamos? ¿Qué hacemos aquí? —expresé confundido mientras echaba un vistazo a todas partes.

—¿Eso es lo único que preguntas? —dijo indignada—. Caíste a la arena como un dominó, gracias al cielo aquí son muy amables y me ayudaron contigo. Porque era imposible cargarte y eso que lo intenté.

—¿Cuánto tiempo llevo? —Apenas había abierto los ojos por completo.

—Un día. Los doctores están revisando a ver qué sucedió. Llamé a tus padres, ya vienen en camino, también le dije a Emilio que viniera, y a varios de tus amigos.

Lamenté saber que me sentía mal y había empeorado, aun sabiendo que Janett me conocía hasta en lo imperceptible. Había enfermado, y no visitar el hospital era una pésima equivocación. Lo habría evitado.

El médico, entró sereno a la habitación y pensé lo peor, tenía miedo de entender qué estaba ocurriendo.

—¡Claude! —dijo gustoso—. Me alegra que haya despertado, ¿cómo se siente?

Era muy amigable. Tragué saliva y mojé mis labios para dar respuesta.

—Bien... ya estoy mejor, ¿qué pasó?

El doctor, observó varias muestras y algunos papeles que tenía en un mueble metálico. No tardó mucho para contestar:

—Sufriste un desmayo porque presentas un cuadro gripal muy severo, pero... —me sonrió con amabilidad—, tiene solución, estamos usando medicamentos para que recuperes defensas y puedas volver al ruedo. Te dejaremos unos días aquí mientras averiguaremos qué sucede a fondo. ¿De acuerdo? Volveré en un rato.

Apenas terminó de hablar, sentí que me regresó la vida en un respiro, todo estaba bien, no había de qué preocuparse. Janett, sonrió agradecida y sostuvo mi mano con solidez. También había respirado con hondura.

—Todo está en orden —me dijo Janett y pronto le sonó el teléfono. Estaba alegre por reconocer que lo malo pasaría pronto. Janett, contestó lo más rápido que pudo—. ¿Emilio?

Mientras la miraba, observaba lo hermosa que se veía, Janett era mi ángel, siempre me salvaba de la muerte.

» ¿Estás afuera? —le dijo, y luego después me habló a mí—: Iré por Emilio para que no se pierda. Ya regreso.

Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora