ВЕРНУТЬСЯ В АД САМОГО СЕБЯ

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(Vernut'sya v ad samogosebya)

DE VUELTA AL INFIERNO DE TI MISMO

La imposición es un lazo de trascendencia imperiosa para mi padre; el sometimiento es un acercamiento hacia la rigidez de su cariño y la contemplación por sobre todas las cosas

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La imposición es un lazo de trascendencia imperiosa para mi padre; el sometimiento es un acercamiento hacia la rigidez de su cariño y la contemplación por sobre todas las cosas. Sus adiestrados hijos del caos fueron sometidos como acto voluntario para obtener esa codiciada y escurridiza atención.

Aún no lo entienden; mientras más desesperado es el llamado, más miserable es el intento.

El móvil continúa sonando, haciendo eco intermitente en las paredes del gimnasio; mis pensamientos no pueden ser silenciados, pero el sonido seco de mis puños agrietados contra la lona del saco de boxeo sí lo hacen y por unos instantes, la sangre que escurre a través de las vendas, concilia afectarme más que las lágrimas que humedecen mis ojos.

La culpabilidad destroza mis incentivos, así como la tendencia violenta que acostumbro a usar en mi contra cuando las emociones más excluidas, amordazan mis nervios.

Mikkel no tiene la culpa del reparo caótico de la mano de mis hermanos; la conciliación del pecado fue un reflejo innato de protección.

Protegerme de mí misma.

Cierro los ojos respirando del silencio; la complicidad actuando con aseveración en la violenta ira que acribilla el saco, lágrimas bordeando con recelo el remordimiento de mis insinuaciones frente a sus almas más vulneradas.

No hay nadie más a quien culpar.

La presión que ejercen mis músculos se tensa alrededor de mis puños, rabia destilando incontrolable sobre la lona, golpe tras golpe, cegando por completo ese dolor irreparable.

El móvil no desiste de romperme en pedazos.

La profunda herida bajo mi pecho continúa desbordando mis inseguridades y me desploma sobre la madera del suelo, aplastándome una vez más. No he conciliado reparar el caos colateral que produjeron mis incitaciones, el asomo de tristeza desbordante que emergió profundamente de los ojos de Mikkel la última vez que los atisbé.

El sonido amortiguado de mis lágrimas, del llanto que amenaza en consumirme estos días, compite con el pedido de auxilio de mi mejor amigo; demasiada inocencia contenida como para remediar en protegerlo de mí misma.

Un desastre emocional que atenta por diversión con lo que le rodea; un daño profundo encaprichado con insistir sobre las heridas.

Mikkel: Te necesito, Nika, por favor. ¿Dónde estás?

El dolor en sus palabras es apabullante, pero mi aliento es contenido por el sonido amortiguado del gimnasio, rasguñando entre el resbaladizo montaje sobre la madera lustrada. Skylar se detiene a dos pasos de mí con su nariz curiosa y húmeda olisqueándome antes de sentarse para observar el entorno. El descuido del animal no es usual y levanto mi atención en busca del dueño, pero la sombra distante y lánguida de Vassiliy detiene mi confianza.

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