ЛИЦО ХАОСА

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(litso khaosa)

EL ROSTRO DEL CAOS

El líquido oscuro se escurre de la herida con una acidez que presiona alrededor de mi garganta; saliva mezclada entre las heridas de mi pómulo y labio, ardiendo en cada aliento exhalado

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El líquido oscuro se escurre de la herida con una acidez que presiona alrededor de mi garganta; saliva mezclada entre las heridas de mi pómulo y labio, ardiendo en cada aliento exhalado. Un trozo de carne expuesta se filtra en la punta de mi lengua, el sabor metálico se extiende a través de ella y exhala un reclamo silencioso, bajo la atención de los espectadores.

El estómago ruge en un doloroso recuerdo del envite anterior y nuevamente se doblega en el siguiente arrebato; los músculos se retuercen en tensión, ahogados en un oxígeno desgarbado, apenas perceptible con la asfixia alrededor de mis cuerdas, la presión exponiendo la debilidad en mis esfuerzos. Los músculos se flexionan y se tensan a mi alrededor, imposibilitando el movimiento, la respiración, el aliento.

—Ríndete.

La presión alrededor de mi garganta no cede; la voz que profundiza en mis sentidos es ajena, hostil y está cargada de inusitadas amenazas. La oscuridad absurdamente apabullante que late a través de mis párpados me rezaga apenas un instante en que el siguiente golpe me arrebata el último aliento y desgasta la fuerza de mis piernas. La sombra que se embriaga del sabor de mi fracaso, sin embargo, continúa anclándome entre sus brazos, asfixiándome, mientras los golpes alcanzan la carne blanda de mi estómago, presionan sobre heridas abiertas en mi vientre; el olor de su aliento cálido se desliza como ácido por la sensibilidad de mi cuello.

—Ríndete.

Ahí está esa mirada pétrea, eléctrica y tajante una vez más, observando mecánicamente el desempeño del fracaso delante de sus discípulos.

Sangre y saliva resbalan de una herida en mi labio inferior, pero me abstengo de percibir las demás, solo necesito concentrarme en un sentido para deslizar palabras coherentes.

—¿Dónde están? —reclamo.

La sombra del engaño y la arrogancia se inclina hacia mí con un ápice de impaciencia, blandiendo la máscara que porta su expresión tensa. Esa frivolidad en sus ojos, los mismos que procuraron reparar en el daño de una conciencia inocente, son quienes se muestran imperturbables delante de mi dolor.

—¿Quién estaba contigo, Dominika?

El ardor en mi mejilla se expande delante de su imposición, el gorgojo caliente y espeso que exudan mis labios salpica su costoso traje oscuro, pero la paciencia actúa en mi beneficio, Viktor no parece amedrentarse por ello, sin embargo, presiona una orden que nubla mi juicio un instante antes de volver a oír su voz colarse en mis oídos.

—Nombre, Dominika —El silencio vierte una nueva orden y en cuanto siento el filo resbalando suavemente por mi muslo derecho, un escalofrío me sacude en la prisión de los brazos de sus sombras—. Ambos sabemos que puedo ponértelo peor, solo necesito su nombre, ¿crees que puedes traicionarme? Dominika, ¿crees que puedes pasar sobre mí como te dé la gana?

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