Día XV: Calabaza.

79 13 4
                                        

⚡ Draco Malfoy versión papá luchón ⚡

El pequeño rubio se asomó por la puerta, teniendo especial cuidado de no hacer ruido para ver dentro, prestando atención a la persona que se encontraba detrás del escritorio.

Scorpius no tenía permitido interrumpir en la oficina de su padre, sobre todo cuando este se encontraba trabajando. Aun así, se atrevió a desobedecer esa regla, algo muy inusual en él.

Desde que sus padres se habían separado y su madre se marchara de la mansión, Scorpius exigía más atención por parte de su padre. Tiempo que su padre nunca tenía.

-¿Vas a pasar o te quedarás en la puerta todo el día? -Se escuchó una voz cansada que rompió con el silencio de la habitación.

El pequeño heredero se sobresaltó, no esperaba ser descubierto tan rápido pero a su padre no solía escapársele nada. O casi nada.

Scorpius dio un par de pasitos dentro, con la mirada gacha y la cara coloradita, cual tomate.

-¿Es importante? -- preguntó su padre, quitándose sus lentes y masajeando sus ojos.

-Yo... Me preguntaba si trabajarás hasta tarde otra vez, padre. -Dijo, intentando no vacilar con sus palabras. A su padre le exasperaba cuando lo hacía y Scorpius no quería perder su poquito tiempo en regaños.

-Hijo, solo dime que quieres. -Respondió este, sin darle la respuesta que quería escuchar.

-¿Podrías... Podríamos tallar calabazas hoy? -Dijo, levantando por primera vez la mirada, Draco Malfoy lo observaba serio, muy serio.

-¿Interrumpes mi trabajo por calabazas?

-¿Si?

-Scorp...

-¡Es que...! En la escuela nos pidieron tallar calabazas para Halloween, nos enseñaran un hechizo para hacer que sus caras se muevan y... yo quería hacerlo contigo, padre. -Dijo Scorpius, bajando la voz a medida que la mirada de su padre se volvía más intensa. -Todos llevaran calabazas hechas por sus padres...

Dijo esto último como un intento de convencerlo, pero Draco lo mandó a jugar a su cuarto y Scorp sintió sus ojos picar, realmente deseaba tallar calabazas con su padre. Se disculpó bajito, con la voz un poco rota y retirándose de la oficina, cerrando la puerta lentamente.

Por su parte, Draco intentó volver a los papeles que tenía delante y que le dejaban un terrible dolor de cabeza. La verdad es que si bien eran urgentes, podía posponerlo por un poco más de tiempo pero su sentido de la perfección lo obligaba a hacerlo lo más rápido posible. Odiaba tanto los problemas burocráticos, no entendía porque le pedían tantos requisitos para extender su negocio de posiciones al mercado exterior, ni con su fama de ex-mortífago tuvo tantas trabas en Inglaterra como ahora... Intentó concentrarse, pero la carita decepcionada de su hijo no abandonaba su mente.

Desde que Astoria se había marchado de la mansión, su pequeño hijo de seis años no parecía soportar estar mucho tiempo a solas. Su ex-esposa era la encargada de estar con él durante la mayor parte del día, ahora que no estaba no entendía cómo suplir su ausencia. Aun cuando había contratado a una niñera para él, eso no parecía contentarlo.

Su hijo nunca fue un niño caprichoso, pero el divorcio lo había herido de una forma en la que Draco entendía del todo como curar.

¿Enserio no podía tomarse un tiempo para tallar una estúpida calabaza?

A veces realmente se sentía un mal padre. Inútil y sin ser suficiente para Scorpius. Draco notó sus ojos picar, no, no iba a llorar ahora. El tiempo de duelo se había terminado en el momento que firmó el contrato de divorcio.

Tiro sus lentes sobre el escritorio, saliendo de su oficina hacia la habitación de su hijo. La puerta estaba entreabierta y podía ver la cabellera rubia de Scorp, así como sus hombros caídos y sus muy silenciosos gimoteos. Estaba llorando y eso le partió el corazón a Draco.

Bajo a la cocina y le ordenó a la elfa doméstica que comprara calabazas, las mejores del mercado. Mientras preparaba las herramientas para tallar, no estaba tan seguro de dejar a su hijo manipular un cuchillo filoso, siendo tan pequeño. Así que se tomó el tiempo de encantarlos para que no pudieran lastimarlo.

Cuando Minni, la elfa, llegó. La mandó a traer a Scorpius, que apareció sosteniendo fuertemente la mano de Minni, con los ojos y la nariz roja. Parecía haberse esforzado en limpiar sus lagrimas pero era muy evidente.

Cuando Scorp vio las cosas sobre el suelo de la cocina, sus ojitos grises apagados se llenaron de brillitos y sus mejillas se colorearon emocionadas. Draco debía recordar enseñarle a su pequeño un poco de autocontrol, su cara era un libro abierto a sus emociones.

-¿Padre? -Su hijo parecía bastante confundido pero se acercó a él a paso ligero, arrodillándose delante de una de las enormes calabazas que la elfa había conseguido. -¡Padre!

Por Merlín, su hijo era tan tierno con esa sonrisa tan gigante en su rostro.

-¿Qué cara tienes planeada para tu calabaza? -Le pregunto, sin darle ninguna explicación por su cambio de opinión. Scorp no ondo más en ello y se dedicó a poner una cara muy seria, pensando cual seria la mejor opción para tallar.

Draco nunca le había visto tan concentrado, ni siquiera en sus clases de vuelo. Era hasta gracioso verle así, pero se contuvo de reír, su hijo era un niño muy vergonzoso que escapaba cuando creía que estaba haciendo el ridículo.

El resto de la tarde olió a calabaza y el té con leche con galletas de coco que Minni les preparó. Dos rubios sentados sobre el mármol de la mansión se dedicaron de lleno a la tarea de tallar calabazas. Scorpius recordó ese día como el más divertido junto a su padre y Draco solo se contentaba con tener a su hijo feliz.

Quizás aun no supiera cómo ayudar a Scorpius a superar su separación con Astoria, pero si esas actividades le hacían feliz, entonces Draco compraría todas las calabazas del país para mantener esa sonrisa en el rostro de su hijo.

Al final, Scorpius ganó la mejor nota en la escuela con su enorme calabaza y se aseguró de pedirle a su maestra otra estrella dorada para Draco. 

Popurri - Fictober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora