Capítulo 1

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La luz entraba a raudales por la pequeña ventana que había en mi habitación, aunque no me era necesaria ya que no había podido cerrar los ojos durante toda la noche. Mi mirada se dirigió a las mohosas paredes de madera que me protegían del frío de la mañana... aunque el frío que sentía no era por el clima.

Acostada cobre mi espalda en la cama, mis dedos rozaron la hinchazón que se encontraba detrás de la oreja e hice una mueca al sentir un dolor punzante. También tenía algunos rasguños pequeños en los brazos que ya no escocían como cuando Seth me permitió levantarme luego de aventarme la botella. Las costillas me dolían al inspirar hondo, pero sabía que dentro de unos días ya no sentiría tantas molestias.

Hoy era mi primer día de la secundaria luego de unas vacaciones pequeñas de invierno de dos semanas, y, claro, ayer fui al centro para poder comprar algunos lápices que necesitaba para mis clases. Lo que no esperaba, fue retrasarme un poco de regreso lo que me quitó minutos valiosos de limpieza que me costaron las magulladuras que ahora sentía.

Me levanté lentamente, con cuidado para no exponer la caja torácica a mucha presión y suspiré cuando logré sentarme. Me incliné hacia una caja de cartón que ocultaba bajo la cama en donde tenía algunos productos femeninos esenciales que había logrado robar (no me orgullecían aquellos actos, pero no tenía dinero para comprarlos) y saqué una pequeña botella que contenía shampoo y un sobre de bálsamo. Me paré y cogí las toallas andrajosas que tenía antes de dirigirme hacia el exterior, en donde me daba los baños ya que nuestra ducha estaba inutilizable. Había logrado construir una ''alcachofa'' de ducha conectada a la manguera que teníamos, con una botella de plástico y varios agujeros en el fondo de ésta. La suerte que tenía al bañarme en las mañanas, era que: primero, Seth ya se habría ido al trabajo y estaría sola hasta kilómetros a la redonda. Lo otro, era que conseguía que el agua estuviese tibia ya que el sol llegaba directamente a esta parte de la casa.

Me lavé el cuerpo y el pelo lo más rápido posible, protegiendo mi intimidad colgando las toallas alrededor mío gracias a los alambres que hacían de colgadores de ropa ya que no sabía si algún vehículo pasaría de largo por el camino de tierra frente a la cabaña.

Me sequé el pelo lo mejor que pude y entré para poder vestirme con la poca ropa que tenía sobre una vieja silla en mi habitación. Saqué una remera color gris desteñido. Era vieja y el color estaba gastado, pero era lo mejor que tenía y que no me quedaba tan grande. Luego saqué unos jeans oscuros que tenían agujeros en las piernas (no eran porque venían así, si no que se hicieron luego de tantas ''caídas''). Con la mano tantee bajo la cama hasta toparme con las únicas zapatillas que tenía: eran unas converse blancas muy gastadas y rotas, sucias con tierra y lodo que había encontrado de casualidad cerca de mi casa. Había intentado lavarlas, pero las manchas simplemente se quedaron ahí. Antes de coger la mochila que tenía, busque el único suéter abierto que tenía y me lo coloqué encima. Ése día había ido allí para estudiar para un examen de Biología, y cuando salía de allí lo encontré. Le había dicho a la bibliotecaria que lo dejara allí con el resto de las cosas perdidas, pero ella me había dicho que me lo quedara yo. 

Saqué mi mochila donde estaban mis libros y cuadernos que, trabajando a escondida, había podido comprar junto con los lápices. Estaba sucia, con manchas de lodo y quizás que otras cosas, pero era la única que tenía.

Bajé las escaleras de la entrada de la cabaña, maldiciendo en voz baja cuando sentía puntadas en mis costillas. Acomodé bien mi mochila en el hombro y comencé mi caminata diaria. Me demoraba al menos una hora en llegar a la escuela, y otra hora para volver aquí. La Easton Warren quedaba lejos de donde yo vivía, pero aun así, era la más cerca que tenía y en dónde había logrado conseguir una beca que me dejaba estudiar prácticamente gratis, mientras que el resto lo pagaba el estado. Caminar no me agotaba tanto, ya que estaba acostumbrada a estos caminos largos. Eran las burlas y miradas que tenía que soportar a medida que iba llegando ya a la calle donde la EW estaba ubicada.

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