Capítulo 5

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Aquella figura deformada por el fuerte viento cada vez se hacía más y más grande, acercándose hasta mi improvisado refugio y mi lugar de casi-congelamiento. Intenté emitir algún sonido en cuanto él se detuvo, notando que su cabeza giraba en varias direcciones como si estuviera intentando descifrar en donde estaba yo.

—¿Quién está ahí? —volvió a preguntar aquella voz ronca y profunda.

Volvió a cambiar de posición, ahora comenzando a dar lentos y pequeños pasos dirigiéndose a la dirección equivocada.

''No... estoy aquí...''

Intenté tragar saliva, pero el movimiento hizo que me atorara y que la garganta me doliera al estar tan inflamada. Mis cuerdas vocales estaban paralizadas y la desesperación comenzaba a llenar cada espacio de mi cabeza. Al borde de un ataque de pánico y en un último esfuerzo, intenté emitir un grito que pasaba a través de las paredes de mi garganta como aire, hasta que noté que el sonido pasaba a través de mis labios. Aprovechando aquel instante, dije, con voz rasposa y débil:

Ayuda... —rezaba y pedía que mi voz hubiese sido escuchada por él, por Zachary.

Sólo el silencio me respondió durante unos segundos que fueron eternos, haciéndome dudar. Quise llorar de la frustración, y el miedo me atenazó al ver mis dedos que estaban de color púrpura. Me sentía débil, la respiración lenta y el corazón bombeando cada vez menos cada segundo. La adrenalina me mantenía alerta, esperando escuchar cualquier sonido que me indicara que él se había acercado, pero nada... Antes de que intentara hablar otra vez, lo escuché. ¡Lo escuché!

—¿Claire? —las pisadas ahora eran rápidas, su voz escuchándose ¿preocupada? ¿Y si, simplemente, era un juego de mi cabeza?

Su cabeza se hizo visible de un momento a otro entre las ramas y hojas colgantes del sauce, su expresión extrañada y confundida. Frunció el ceño al verme allí tirada, temblando, helada y desabrigada. Se bajó la bufanda que le cubría parcialmente la boca y las mejillas mientras se acercaba en cuclillas hacia mí, lentamente, como si temiese que saliera corriendo. Mis extremidades no respondían, así que dudaba que pudiera defenderme si él hacía un movimiento agresivo hacia mí.

—¿Qué te sucedió, Claire? ¿Por qué estás aquí afuera, con este frío? —preguntó, revisando mi estado con la mirada. Su ceño se hizo más profundo cuando echó un vistazo a mis dedos congelados.

Acercó su mano hacia mi rostro y, por instinto, me encogí lo más que pude para evitar un golpe que nunca llegó. En cambio, una caricia en mi mejilla y sien hizo que me estremeciera nerviosa y débil. A pesar de que le temía, sentía como mi cuerpo se relajaba aliviado porque me hubiese encontrado. Cerré los ojos...

—Estás congelada. Dios, Claire, puedes morir estando aquí afuera. Acompáñame —no era una sugerencia, más bien una orden.

Zachary se quitó la bufanda y la enrolló alrededor de mi cuello, cubriendo mi nariz, boca y orejas con cuidado. El tejido estaba caliente por haber estado en contacto con su piel, por lo que un escalofrío me recorrió la espalda por el contraste de mi piel y la lana.

Él se levantó y se quitó el abrigo que llevaba puesto, colocándolo sobre mis hombros y atándolo para que no se abriera por el frente. Con cuidado pasó uno de sus brazos por debajo de mis rodillas, mientras que el otro que agarraba con firmeza por la espalda. Se elevó en toda su estatura y comenzó a caminar, agachándose un poco para no chocar con las hojas del árbol y comenzó a caminar, conmigo firmemente en sus brazos, haciéndome sentir por primera vez durante todos estos años segura. El abrigo comenzó de a poco a calentar mi congelado cuerpo, hasta el punto en el que dejé de temblar bruscamente. Seguía cayendo nieve, pero el viento se había detenido por lo que era un poco más visible ver por dónde íbamos.

Sálvame © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora