Las clases ya habían terminado sin más incidentes que los usuales: burlas y risas e iba camino a mi pequeño hogar. No había vuelto a ver a Zachary desde el incidente en el comedor, no hasta que salí al estacionamiento y vi como los amigos que se había hecho en su primer día lo rodeaban y admiraban su Camaro negro con luces rojas de neón. Estaba encendido, y el rugido del motor llegaba a mis oídos a pesar de la distancia que nos separaba. Zachary reía mientras se apoyaba en un costado de su auto cuando nuestras miradas chocaron, dejándome paralizada en el camino. Por un momento sentí que sus ojos azules lograban ver más de lo que yo creía, pero aquel pensamiento se esfumó tan pronto cuando desvió su mirada para ver a una de las muchas porristas que lo rodeaban.
Mientras llevaba los libros en mis cansados y doloridos brazos, pensaba en la forma tan amenazadora en la que Zachary se había enfrentado a Aaron, sólo para defenderme. No muchos se atrevían a desafiar al capitán del equipo, sobre todo por la chica rara de la escuela. Por un momento recordé que no le había dado las gracias...
Iba por uno de los tantos caminos de tierra, rodeado de pastizales secos y grandes prados y terrenos. El paisaje desde el punto en el que estaba era bastante hermoso, sobre todo por las montañas nevadas a lo lejos cubiertas por capas de nubes bajas. Mi mirada se desvió hasta una mansión que habían terminado de construir hace menos de dos meses. Cuando comenzaron a construirla, siempre veía los avances mientras imaginaba que la construían para mí, para escapar a lo que yo siempre quise: un hogar de verdad, con comida de sobra y calefacción y agua caliente... todo lo contrario a mi realidad. Ahora estaba pintada de blanco, con el techo color rojo y bastante vegetación en los alrededores.
Pensé en lo que me esperaría cuando llegase a mi ''casa''. Frío, hambre y miedo de molestar a Seth. Sabía que hoy a papá le pagaban y lo más probable era que fuera a emborracharse, pero a pesar de saber ese hecho siempre temía que no fuera así, que él aún estuviera en casa cuando yo llegara. Se enojaría al ver los moretones en mi rostro que no fueron hechos por el. Mi ojo herido ardía y con él veía nublado, claro, porque aún estaba hinchado en el costado. Si me colocaba algo de hielo en aquella zona mañana desaparecerían los rastros de sangre, y lo sabía porque no era la primera vez que sufría algo así... Y estaba segura que no sería la última.
El viento soplaba con ferocidad, moviendo mi cabello en todas direcciones. Las puntas chocaban contra mis mejillas heladas y alrededor de mis ojos, por lo que cada vez tenía que colocarme algunos mechones tras mis orejas para que así no me molestaran. El día había comenzado soleado, pero en ese momento las nubes negras comenzaban a llegar desde el horizonte, prometiendo una tormenta. Estaba casi cien por ciento segura de que era una tormenta de nieve la que se avecinaba.
Eché la cabeza hacia atrás, deteniéndome en el camino mientras cerraba los ojos e inspiraba el aroma del húmedo césped, disfrutando de aquellos momentos en los que sentía que estaba sola en el mundo. En donde nadie podría hacerme daño nunca más.
Sentí el temblor bajo mis pies antes de escuchar el rugido de un motor detrás de mí y, dándome vuelta, logré ver como un Chevrolet Camaro se acercaba lentamente hasta donde estaba, dejando tras de sí una larga nube espesa de polvo por haber pasado sobre la tierra suelta. De color negro como la noche, sus luces resaltaban. Aun que estuviera pasando por un sendero de tierra y rocas, estaba limpio y reluciente, como si nada. Me aparté, deteniéndome para dejar pasar al coche, pero cuando ya estaba pasando por mi lado, se detuvo. No sabía si debía correr o no. ¿Quién era? ¿Me haría daño? Comencé a retroceder con inseguridad y el ya conocido temblor en mi espalda. Me fijé bien en la forma del auto antes de caer en la cuenta de que sus luces eran rojas... como las de Zachary.
La ventanilla del lado del conductor comenzó a bajarse hasta que el rostro de Zachary apareció detrás de ella, mirándome fijamente con sus inquietantes ojos azules de lobo. Miró alrededor antes de volver a mirarme y dirigirme una mueca por la que tomé como una sonrisa torcida.
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Sálvame ©
Teen FictionClaire Deveraux sólo desea escapar del mundo en el que vive: de la escuela en donde es víctima de crueles burlas y de su casa, que es cuando Seth, su padre, descarga su rabia y frustración en ella. No tiene el valor para irse, por lo que cada día in...