Mi mirada estaba fija en el espejo del baño, viendo como un gran moretón comenzaba a formarse sobre mi pómulo. Manchas color rojo, morado e incluso verdes rodeaban mi ojo inyectado en sangre a un lado. Odiaba a Aimé, la odiaba.
—¿Por qué esto me tiene que pasar a mi? —sollocé en voz baja, mientras las lágrimas comenzaban a caer por mis ojos.
Abrí la llave del agua fría y juntando un poco en mis manos, mojé el lugar en donde tenía el moretón. ''Tiene la mano dura, pero no le llega ni a los talones a mi padre'', pensé. Dolía y ardía de una forma horrible. Comencé a pensar y quise gritar de frustración al darme cuenta de que no había traído la crema que ocupaba para ocultar otras heridas y que lograba esconder moretones o manchas provocadas por los golpes que recibía.
''Muy bien'', pensé. Tendría que inventar una excusa por si alguien preguntaba qué le había sucedido a mi ojo. ''No miraba por donde iba y me golpee con un ventanal'' ''Iba distraída y choqué contra una pared''.
Sí, creo que podría funcionar... al menos por un tiempo. Sabía que quizás los profesores se lo creerían, pero estaba segura de que Aimé ya se había encargado de hacer correr la voz de la golpiza que me había dado en el baño de chicas.
El tiempo pasó rápido mientras me ocultaba en el baño, escondiéndome en uno de los cubículos cuando sentía que alguien se acercaba mucho. Antes de que me diera cuenta, la campana del receso sonó por los pasillos y me apresuré en salir, intentando que mi cabello castaño creara una cortina que apartara las miradas de otros estudiantes hacía mi rostro. Cada vez que pasaba al lado de alguna persona recibía insultos o empujones; ''Hola rarita'', ''¿Qué te sucedió en el ojo?'', ''Creo que Aimé te dio un buen golpe''.
Sí, ya se había encargado.
Ignorando el dolor que sentía en mi costilla al inhalar fuerte y en el picor de mi ojo, caminé más rápido, intentando no chocar contra las personas que venían en dirección contraria hasta llegar a mi casillero para sacar el libro que necesitaba para la siguiente clase. Introduje la clave y saqué el libro de Historia junto con un raído cuaderno y un lápiz para tomar apuntes. Después de cerrarlo y cerciorarme de que nadie podría abrirlo, caminé hacía el aula.
Cuando ya iba entrando, sonó nuevamente la campana que anunciaba el fin del receso, por lo que estaba segura que estaría vacía y nadie me interrumpiría. Me senté en uno de los asientos del frente, al lado de la pared y ventana como siempre. Nadie tomaba el asiento a mi lado, ya que éramos pocos y sobraban al menos dos o tres asientos más en toda la clase. Era mejor para mí.
A los pocos segundos de haberme instalado, el aula comenzó a llenarse de a poco. Mi mirada caía disimuladamente a través de mi ventada de cabello en los que entraban. Primero entraron los inteligentes de la clase, Andrew y August. Ambos iban intercambiándose apuntes, mientras que August pareciera que le estaba explicando algo a su compañero. Luego entraron los chicos ''normales'' de la escuela con sus respectivos grupos de amigos, hablando y riéndose. Luego los populares que entraban casi siempre de los últimos. Aaron entró primero de la mano con Aimé. Eran novios... ya sabes, lo típico. Sus dos amigas iban atrás. Entraron cinco chicos más que formaban parte del equipo de la escuela, golpeándose entre ellos y riéndose. Al final, luego de que casi todos se sentaran en sus asientos, entró el Sr. Adams, nuestro profesor de historia, arreglándose apresuradamente las gafas que caían por el torcido puente de su nariz mientras evitaba que las hojas y libros que traía en sus manos cayeran.
—Buenos días, alumnos —dijo, mientras caminaba hasta su escritorio dejando sobre él el material —Bien, antes de comenzar... —fue interrumpido por el ruido de la puerta al abrirse.
ESTÁS LEYENDO
Sálvame ©
Teen FictionClaire Deveraux sólo desea escapar del mundo en el que vive: de la escuela en donde es víctima de crueles burlas y de su casa, que es cuando Seth, su padre, descarga su rabia y frustración en ella. No tiene el valor para irse, por lo que cada día in...