Sálvame | Capítulo 15

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El padre de Zachary estacionó la Cadillac Escalade del año frente a la mansión que sería mi hogar hasta que Loraine decidiera qué hacer con mi padre.


Ellos insistieron que me fuera a vivir con ellos luego de haber soltado aquella bomba nuclear, por lo que inconscientemente dije .


Así que, aquí estaba. El doctor pidió que no caminara lo que quedaba de día, así que cuando el señor Hayes apagó el motor, Zachary bajó y sacó de la parte de atrás una silla de ruedas que ellos habían comprado y dejado en el hospital por este tipo de accidentes. Era muy cómoda, con los respaldos forrados en piel de oveja (pobres ovejas). Él la detuvo frente a la puerta del coche, la abrió y me cargó hasta depositarme suavemente allí.


Entramos todos juntos, sin ningún ruido entre nosotros. Melissa estaba sentada en la mesa haciendo tareas cuando nos vio. Sus ojos se ampliaron, preocupados, al verme.


—¡Claire! —ella corrió hacia mi, pero Zachary la detuvo.


—Hay que dejarla descansar, Mel.


Ella asintió, y con Loraine, fueron nuevamente a la mesa. Zachary levantó la silla de ruedas sin ningún esfuerzo y me subió por las escaleras. No sabía que decir o que hacer, así que solo me limité a quedarme quieta y esperar a que él hablara.


Cuando llegó arriba, me bajó nuevamente y me llevó a la habitación en donde había dormido la noche anterior.


—¿Zachary? —murmuré cuando sentí que cerraba la puerta sin prender la luz de la habitación.


—No puedo creerlo. —el gruñó.


Lo sentí en su voz: estaba enojado.


—No puedo creer que dejes que el mundo te haga daño. ¡Debes pelear, Claire! ¡Debes defenderte! —sentí como comenzaba a caminar, sus pasos marcados en el suelo.


—¡Lo intento! —dije lo más fuerte que pude— Pero el mundo me hizo débil, me hizo cobarde. —susurré, sintiendo las lágrimas en mis ojos. No me di el lujo de llorar. —Cada vez que lo hago, se vuelve peor. A ellos les gusta verme sufrir... No hay nada que pueda hacer.


—Claro que puedes —sus manos tocaron mis hombros. Me levantó y me dejó en la cama. Hizo que apoyara con suavidad mi cabeza en la almohada. —No dejes que la gente te pase a llevar.


—Y-yo...


—No quiero una negación de tu parte.


Suspiré, sabiendo que no podría ganar esto.


—Lo intentaré.


(...)


Pasó viernes (no fui a clases porque Loaine me llevaría al doctor para que me quitara los puntos de la cabeza), luego sábado y domingo sin que nada interesante pasara. Descubrí a Zachary saliendo tarde por la noche, cuando todas las luces de la casa estaban apagadas. No le dije nada, ya que no quería meterme en donde no me llamaran.

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