19

88 8 28
                                    

|•Reencuentros que vuelven a herir•|

Ariella.

Observo sus fotos, se ve como lo recuerdo. Tan hijo de puta, uno que me dejo buenos contactos que hoy me besan los pies.

—¿que harás? —me preguntan.

—lo que debí hacer hace mucho tiempo—no dejo de mirarlo— busquen un lugar donde se pueda charlar ruidosamente. —cierro el folder les doy la espalda, desbloqueo el coche y me monto en el. Aprieto el volante con fuerza.

Enciendo el auto y arrancó levantando una nube de tierra, mi vista se enfoca en la carretera pero mi mente se traslada años atrás donde esa cara provoco muchas pesadillas.

En fin, la vida da muchas vueltas y ahora yo soy quien provoca las pesadillas. Poco a poco crearon un mounstro que se desconoce a si misma cuando se mira al espejo.

Y quieran o no, este mounstro cobra todo y no olvida nada.

Observo a Esteban bañándose, el agua recorre su cuerpo torneado, aprieto mis piernas en frustración

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Observo a Esteban bañándose, el agua recorre su cuerpo torneado, aprieto mis piernas en frustración. Sabe que lo estoy viendo y sabe que provoca un deseo en gran magnitud.

Pero mi coraje es más que mi deseo, el dedo de su madre solo fue una probada de lo que tengo preparado para él, ha sido un niño malo y merece ser castigado.

Cierra la llave de el agua corriente y se voltea, no se sobresalta ni se asusta dándome a entender que esperaba esto. Me esperaba a mi.

—Pensé que no saldrías nunca jamás —no puedo evitar ser irónica.

Toma la toalla comenzando a secarse, toma en su mano su miembro y lo acaricia, la cabeza rosada se ve deliciosa. En vez de secarse se masturba y yo clavo mi vista en su cara.

—¿que le has hecho a mi corderito asustado? —pregunto. —Mi corderito asustado no haría eso jamás.

Sigue acariciando su miembro el cual ya destila líquido pre seminal.

—Tu lindo corderito sigue aquí, sumiso.

—¿tanto te cambió el haber recibido el dedo de tu madre? —decirle eso le provoca que sus pupilas se dilaten y no de placer, suelta su miembro junto con la toalla para empotrarme en la pared con una mano sobre mi cuello.

—No sabes cuanto deseo romperte el cuello—confiesa respirando como toro.

—¿y que te detiene?, ¿quien te detiene? —sigo provocándole.

La ¿bella? y la bestia +²¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora