Capítulo 6

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"Es gracioso cómo puedo pensar en absolutamente cualquier cosa, hadas y lluvia de diamantes. Pero mi corazón se aferra a ti. Tan simple, tan seguro."

⊹˖ ࣪.

A veces la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. Cuando la realidad es solo dolor y para dejar de sentir ese dolor, huimos.

Cuando llegó al instituto aún faltaban algunos minutos para que comenzaran las clases, había sido un fracaso su plan por mantener su mente en calma. Tuvo que frenar en seco sus pensamientos por qué el nudo en su garganta amenazaba con romperse y destrozarla a ella en el proceso.

El patio ya estaba lleno de personas por todas partes, suspiró pesadamente mientras observaba a su alrededor. Aunque solo habían llegado juntos una vez, ahora que Nate no estaba allí, sentía una extraña sensación de vacío. Sentía la necesidad de tenerlo a su costado respirando su aroma y escuchando su lenta y suave voz, por qué de cierto modo tenerlo a su lado era reconfortante. Sentirse de esa manera era algo nuevo para ella, no estaba acostumbrada a la paz y la seguridad junto a alguien. La soledad y la constante alerta habían sido su única compañía durante mucho tiempo.

Al mirar su horario se dio cuenta de que no tenía idea de dónde se encontraba el aula y la escuela era tan ridículamente grande que seguramente no podría encontrarlo sola. Suspiró frustrada y miró a su alrededor en busca de ayuda, pero el patio se estaba vaciando mientras todos se dirigían a sus clases. ¡Genial!

Se acercó a unos chicos que entrenaban en la cancha principal, las miradas se dirigieron hacia ella en un segundo.

—Disculpen ¿Podrían decirme donde está él Aula 4?—levantó la hoja del horario esforzándose por ser amable.

En respuesta sólo obtuvo un silencio muy incómodo, luego los chicos volvieron a lo suyo haciendo caso omiso de su presencia y de sus palabras. Los maldijo en todas las formas posibles y antes de que pudiera marcharse, un chico alto de cabello negro y lacio se acercó a ella, con la mirada baja y el sudor recorriendo su cuello, su uniforme estaba húmedo, revelando sus marcados abdominales.

—Déjame ver eso...—el chico tomó la hoja del horario entre sus dedos aun sin dirigirle una mirada—Tenemos está clase juntos—el pelinegro paso su mano por su frente limpiando el sudor. Adeline hizo un gesto de desagrado.

—¿Me dirás dónde es?

—Te acompañaré—el chico levantó la mirada para por fin mirarla y su rostro se tornó en una extraño gesto de impresión.

Escaneo cada centímetro del rostro de Adeline con una mirada intensa, como si estuviera fascinado por lo que veía.

—¿Crees que podrías mostrarme el salón ya?—Rompió el silencio removiéndose incómoda sobre sus pies—Es tarde.

No tenía mucho interés en seguir siendo analizada por el pelinegro sudoroso.

—Oh claro—el chico aclaró su garganta—Solo debo ir a los vestidores por mi mochila y a cambiarme. ¿Me acompañas? Será rápido.

Adeline lo miró unos segundos, luego asintió dudosa.

—¡Debo irme! Los veo después—el pelinegro hizo un ademán hacia los chicos en el campo y ellos les miraron curiosos.

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