Capítulo 31

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"El amor es solo para valientes"

⊹˖ ࣪.

Por las noches el padre de Nate era una sombra sigilosa escurriéndose entre la obscuridad, se esfumaba de casa para encontrarse con alguien que Nate desconocía, pero que sabía usaba perfume de rosas y dejaba arañazos en su piel. Lo sabía desde los 10 años, observarlo en la madrugada a través de su ventana era rutina, entraba a casa con sigilo para evitar ser descubierto y en ocaciones se quitaba la camisa y la tiraba para que nadie notara el labial manchando la tela.

Por otra parte, cuando la ausencia de Gemma se posó en su hogar y los amigos de la familia comenzaban a preguntar la razón, él decía que se había ido de intercambio escolar por su excelencia académica. Alardeando siempre de la gran educación que le había brindado a sus hijos, incapaz de aceptar que el había provocado que ella deseara huir de casa. 

Su padre era un mentiroso, y las personas así no poseen la capacidad de aceptar que se han equivocado, en su lugar, disfrazan el error de decisión.

Nate detestaba la falsedad tan natural con la que actuaba, sus entrañas se revolvían mientras lo observaba sentado en el comedor, con los puños cerrados y la barbilla en alto hablando del excelente hombre que era, o cada vez que lo veía abrazar a su madre en la cocina mientras le decía cuanto la amaba.

Cuando quieres a alguien no mientes ¿Cierto? ¿Por qué engañaba a su madre y luego le decía que la amaba? Y ¿Por qué Adeline le había mentido? ¿Sabría ella el peso que puede tener una mentira?

No era su pasado lo que le molestaba, sino la cantidad de veces que había ocultado la verdad.

No podía comprender cómo una dulce joven de ojos oscuros y pestañas largas había vivido todo eso. Estaba tan confundido que ni siquiera había tenido la oportunidad de preocuparse por ella, le era difícil imaginarse a la apacible Adeline Bassi de apariencia amable y delicada drogandose, lastimando personas o mezclándose con criminales, esa no era la persona que él conocía, quien le brindaba paz, lo miraba con ojos brillantes y sonreía con cada maldita palabra que él pronunciaba, por más insignificante o tonta que fuera.

De pronto tenía tanta información nueva en su cabeza que no sabía cómo lidiar con ella. Estaba molesto, estaba triste, decepcionado...

Quería decirle que la quería, porque era lo que sentía y estaba seguro de ello. Pero no podía hacerlo, porque al verla ahora, sentía que estaba viendo a otra persona. Era la primera vez que sentía algo así en su vida y le resultaba muy difícil saber qué hacer.

¿Adeline era una mentirosa? Él no quería más de eso en su vida.

Suspiró profundamente y se restregó las manos en la cara. A pesar de todo lo que estaba pasando en su cabeza, tenía que asistir al maldito partido ya que su futuro dependía en parte de el. Por Dios que no quería estar ahí, estar en el campo rodeado de personas gritando y los ojos profundos de su padre analizando cada movimiento que hiciera para después juzgarlo, era lo último que quería en esos momentos.

Pero no tenía opción.

Ya ni siquiera se trataba de obtener su aprobación o su respeto, tener un trato decente de su parte le resultaba suficiente por el momento.

Cargó la maleta en su hombro y cerró la cajuela del auto soltando todo el aire que tenía retenido.
El estacionamiento, casi vacío, se extendía ante él. La tranquilidad reinante le brindaba un respiro en medio del caos que había en su cabeza. Había llegado temprano, buscando ese tiempo extra para entrenar y prepararse mentalmente antes de que el partido comenzara.

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