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D R A C O.

Se sentía furioso, y no sabía exactamente por qué.

¿Por Enora? ¿Por el amigo de Isabella? ¿Por la pócima del sueño?

No, no sabía y ni quería saber.

Se sentó sobre el pequeño banquito de la habitación de Isabella.

Su mirada viajó sobre toda la habitación.

No era grande, tampoco pequeña. Tenía un tamaño mediano, aún así, casi no cabía nada en ella.

La cama era de un tamaño matrimonial. Al fondo tenía un escritorio y un banquito.

Simple.

Se miro el anillo promesa sobre el dedo y sonrió automáticamente.

El sol del atardecer se filtraba por la habitación.

Isabella roncaba levemente y tenía el cabello revuelto, tapándole la mitad de la cara.

Se puso en pie y camino hacia ella. Se sentó sobre la orilla de la cama y levantó la mano lentamente, acariciando el costado de la cara de Isabella y quitándole el pelo de encima.

Inhaló profundo; necesitaba impregnar su nariz de su olor. La necesitaba.

No sabía cuando comenzó a ser tan apegado a ella... No se había dado cuenta de lo mucho que le gustaba.
Tampoco sabía lo mucho que la quería.

Se inclinó y dejó un beso sobre su hombro.— He venido a visitarte.— murmuró sobre su piel.

Ella se movió un poco, y sus ojos se abrieron lentamente.

Parpadeó varias veces y se frotó los ojos, tratando de acostumbrarse a la luz.

— ¿Me he vuelto loca? — preguntó bajito —. ¿O es un sueño?

Draco le sonrió.— ¿Soy tan guapo?

Ella levantó su mano y le tocó el rostro, después lo pellizcó.

— ¡Mierda, Bell! — se quejó él, llevándose los dedos a la cara y frotando el area adolorida.

— ¡Ups! — pronunció Bella, abriendo los ojos y frunciendo los labios —. Eres real.

— Gracias por decírmelo, no me había dado cuenta.— bromeó.

Se incorporó en la cama y con un ojo cerrado, le preguntó —: ¿Qué estás haciendo aquí?

— ¿No te alegras de verme?

— Claro que sí, pero todavía no distingo los sueños de la realidad. Dame tiempo para procesarlo todo, después me tiraré a tus brazos como una niña enamorada.

Se cruzó de brazos, divertido.— Esperaré. Tómate el tiempo necesario.

Isabella ladeó la cabeza y volvió a levantar la mano, llevándola a la cara de Draco, la palmeó varias veces con toques suaves. Después pellizcó nuevamente su mejilla y tiró de ella.

— ¡Bell, deja de hacer eso!

— Dime una cosa que solamente sepamos tú y yo...— entrecerró los ojos, aún con los dedos sobre la mejilla de Draco.

Él agarró su mano suavemente y se acercó a ella, a su oreja.— Mmm — tarareó—. ¿Quieres qué te diga sobre el sonidito que haces cuando llegas al clímax? ¿O qué tal sobre esa costumbre que tienes de subirte a mi regazo cuando, según estás dormida? — colocó el dedo índice y el pulgar sobre su barbilla —. O hablemos sobre aquella vez que casi te haces pis sobre tus pantalones...

Arranged marriage. (D.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora