Capítulo 7

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- ¿En serio?. — Lucia se quedó con la boca abierta mientras metía el cuenco en el microondas — ¿En 1895?. ¿Estás hablando en serio?

Él asintió con la cabeza.

- ¿En qué año te metieron en el libro?, la primera vez quiero decir.

La ira se adueñó de su rostro con tal intensidad que Lucia se asustó.

- Según tu calendario, en el año 149 a.C.-

Lucia abrió los ojos de par en par.

- ¿En el año 149 antes de Cristo?. ¡Jesús, María y José! Cuando te llamé Alejandro de Macedonia era cierto. Eres de Macedonia.-

Él asintió con un gesto brusco.

Los pensamientos de Lucia giraban como un torbellino mientras cerraba el microondas y lo ponía en marcha. Era imposible. ¡Tenía que ser imposible!

- ¿Cómo te metieron en el libro? A ver, según tengo entendido, los antiguos griegos no tenían libros, ¿verdad?

- Originalmente fui encerrado en un rollo de pergamino que más tarde fue encuadernado como medida de protección — dijo con un tono sombrío y el rostro impasible — Y con respecto a qué fue lo que hice para que me castigaran: invadí Alexandria.

Lucia frunció el ceño. Aquello no tenía ni pizca de sentido; como el resto de todo lo que estaba sucediendo.

- ¿Y por qué ibas a merecerte un castigo por invadir una ciudad?.

- Alexandria no era una ciudad, era una sacerdotisa virgen del dios Príapo.

Lucia se tensó ante el comentario, y ante la magnitud del castigo que implicaba «invadir» a una mujer. Encerrar al autor de la invasión para toda la eternidad era un poco excesivo.

- ¿Violaste a una mujer?.

- No la violé — contestó mirándola con dureza —. Fue de mutuo consentimiento, te lo aseguro.

Vale, ése era un tema sensible para él. Se percibía claramente en su gélida conducta. No le gustaba hablar del pasado. Tendría que ser un poquito más sutil en su interrogatorio.

Alejandro escuchó el extraño timbre, y observó cómo Lucia apretaba un resorte que abría la puerta de la caja negra donde había introducido su comida. Ella sacó el humeante cuenco de comida y lo colocó ante él, junto con un tenedor plateado, un cuchillo, una servilleta de papel y una copa de vino. El cálido aroma se le subió a la cabeza e hizo que el estómago rugiera de necesidad. Se suponía que debía estar perplejo por el modo tan rápido en que ella había cocinado, pero después de haber oído hablar de artefactos con nombres extraños como tren, cámara, automóvil, fonógrafo, cohete y ordenador, Alejandro dudaba que cualquier cosa pudiese tomarlo por sorpresa. En realidad, no quedaba ningún sentimiento en él, aparte del deseo; hacía mucho que había desterrado todas sus emociones. Su existencia no era más que una sucesión de fragmentos temporales a lo largo de los siglos. Su única razón de ser era la de obedecer los deseos sexuales de sus invocadoras. Y, si algo había aprendido en los dos últimos milenios, era a disfrutar de los escasos placeres que podía obtener en cada invocación. Con ese pensamiento, cogió una pequeña porción de comida y saboreó la deliciosa sensación de los tibios y cremosos tallarines sobre su lengua. Era una pura delicia.

Dejó que el aroma de las especias y del pollo invadiera su cabeza. Había pasado una eternidad desde la última vez que probó la comida. Una eternidad sufriendo un hambre atroz. Cerró los ojos y tragó. Acostumbrado como estaba a la privación en lugar de a los alimentos, su estómago se cerró ante el primer bocado. Alejandro apretó con fuerza el cuchillo y el tenedor mientras luchaba por alejar el terrible dolor.

Pero no dejó de comer. No lo haría mientras hubiese comida en el cuenco. Había esperado demasiado tiempo para poder aplacar su hambre y no estaba dispuesto a detenerse ahora. Después de unos cuantos bocados más, los retortijones disminuyeron y le permitieron disfrutar plenamente de la comida. Una vez su estómago se calmó, tuvo que echar mano de todas sus fuerzas para comer como un humano y no zamparse la comida a puñados, tal era el hambre que le devoraba las entrañas. En momentos como éste, le resultaba muy difícil recordar que aún era humano, y no una bestia desbocada y feroz que había sido liberada de su jaula.

Hacía siglos que había perdido la mayor parte de su condición humana. Y estaba decidido a conservar lo poco que le quedaba. Lucia se apoyó en la encimera y lo observó mientras comía. Lo hacía lentamente, de forma casi mecánica. No dejaba entrever si le gustaba la comida, pero aún así, continuaba comiendo.

Lo que realmente le sorprendió fueron los exquisitos modales europeos que demostraba. Ella nunca había sido capaz de comer de ese modo, y fue entonces cuando comenzó a preguntarse dónde habría aprendido a utilizar el cuchillo para mantener la pasta en el tenedor, y evitar que se cayera.

- ¿Había tenedores en al antigua Macedonia? — le preguntó.

Alejandro dejó de comer. - ¿Disculpa?. - Me preguntaba cuándo se inventó el tenedor. ¿Ya lo utilizaban en...? ¡Estas desvariando! Le gritó su mente. ¿Y quién no lo haría en esta situación? Mira al tipo. ¿Cuántas veces crees que alguien ha actuado como un imbécil y ha acabado devolviendo la vida a una estatua griega? ¡Especialmente una estatua con ese cuerpo!. No muy a menudo. - Creo que se inventó a mediados del sigo XV. - ¿En serio? — preguntó ella — ¿Tú estabas allí?. Con una expresión ilegible, alzó los ojos y a su vez le preguntó: - ¿A qué te refieres, al momento en que inventaron el tenedor o al siglo XV? - Al siglo XV, por supuesto. — Y pensándolo mejor, añadió: — No estabas allí cuando se inventó el tenedor, ¿verdad? - No. — Alejandro se aclaró la garganta y se limpió la boca con la servilleta — Fui convocado en cuatro ocasiones durante ese siglo. Dos veces en Italia, una en Francia y otra en Inglaterra. - ¿De verdad? — Intentó imaginarse cómo debía ser el mundo en aquella época — Apuesto a que has visto todo tipo de cosas a lo largo de los siglos. - No tantas. - ¡Oh, venga ya! En dos mil años... - He visto mayormente dormitorios, camas y armarios. Su tono seco hizo que Lucia se detuviera y él continuó comiendo. Una imagen de Benjamin se le clavó el corazón. Ella sólo había conocido a un imbécil egoísta y despreocupado. Pero parecía que Alejandro tenía más experiencia en ese terreno

The god of sex 🔥  [Adaptación LUCIALEX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora