Capítulo 42

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Alejandro se encogió ante el evidente rencor.

- ¿Y te extrañas de que quiera marcharme? - Entonces se dio cuenta. A Lucía le estaba costando horrores contener las lágrimas. Tenía los ojos húmedos y brillantes. La culpa lo asaltó

-Lo siento, Lucía- murmuró mientras cubría su mejilla con la mano

-No pretendía hacerte daño-

Lucía observó la batalla que mantenían el arrepentimiento y el deseo en el rostro de Alejandro. Su caricia era tan tierna y tan suave... Por un instante, estuvo a punto de creer que, en realidad, él se preocupaba por ella.

- Yo también lo siento - susurró -. Ya sé que no tienes la culpa-

Él soltó una brusca y amarga carcajada.

- En realidad, todo lo que sucede es culpa mía-

- ¡Eh! ¿Todo en orden? -preguntó Soledad

Alejandro miró a Lucía con ardiente intensidad, atrapando su mirada y haciéndola temblar.

- ¿Quieres que me vaya? - le preguntó.

No, no quería. Ésa era la base de todo el problema. Que no quería que volviera a abandonarla. Jamás.

Lucía cogió las manos de Alejandro entre las suyas y las apartó de su rostro.

- Todo está solucionado, Soledad-

- En ese caso, me voy a casa. Nos vemos-

Lucía apenas si fue consciente de que su amiga ponía en marcha el coche y se alejaba. Toda su atención estaba puesta en Alejandro.

- ¿Ahora me vas a decir dónde vas? - le preguntó.

Por primera vez, desde que la policía se marchó, Lucía sintió que podía respirar. Con la presencia de Alejandro, el miedo se desvaneció como la niebla bajo el sol.

Se sentía segura.

- ¿Recuerdas lo que te conté sobre Rodney Carmichael?-

Él asintió.

- Estuvo aquí hace un rato. Él... él me inquieta-

La expresión gélida y severa que adoptó el rostro de Alejandro la dejó atónita.

- ¿Dónde está ahora?-

- No lo sé. Se esfumó al llegar la policía. Por eso me marchaba. Iba a quedarme en un hotel/

- ¿Todavía quieres marcharte?-

Lucía negó con la cabeza. Con él allí, se sentía completamente a salvo.

- Cogeré tu bolsa - le dijo. La sacó y cerró el maletero.

Lucía se encaminó hacia la casa.

Pasaron el resto del día en una apacible soledad. Al llegar la noche, se tumbaron delante del sofá, reclinados sobre los cojines.

Lucía apoyó la cabeza en el duro vientre de Alejandro mientras acaba de leerle Peter Pan y hacía todo lo posible para no distraerse con el maravilloso olor que desprendía su cuerpo. Y con lo maravillosamente bien que estaba, apoyada sobre sus abdominales.

Tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no darse la vuelta y explorar los firmes músculos de su torso con la boca.

Alejandro le acariciaba lentamente el pelo mientras la observaba. Señor, sus manos hacían que le ardiera la piel. Le hacían desear arrancarle la ropa y saborear cada centímetro de su cuerpo.

The god of sex 🔥  [Adaptación LUCIALEX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora