- No puedo perderla - murmuró. La simple idea de perderla hacía pedazos lo poco que le quedaba de corazón.
El reloj de pared dio las tres. Lucia se había quedado dormida hacía muy poco rato. Tenía la cabeza y la mano apoyadas sobre su abdomen y su aliento le acariciaba el estómago. Podía sentir su cabello rozándole la piel, la calidez de su cuerpo filtrándose por sus poros hasta llegarle al alma. Lo que daría por poder tocarla...
Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y se permitió soñar por primera vez desde hacía siglos. Soñó con pasar noches enteras junto a Lucia. Soñó que llegaba el día en que podía amarla como se merecía. Un día en que él sería libre para poder entregarse a ella. Soñó en tener un hogar junto a Lucia. Y soñó con niños de alegres ojos verdes, y dulces y traviesas sonrisas. Aún estaba soñando cuando la luz del amanecer comenzó a filtrarse por las ventanas y el reloj dio las seis. Lucia se despertó. Frotó la mejilla sobre su pecho, acariciándolo de tal modo que para Alejandro supuso una tortura.
- Buenos días - lo saludó sonriente.
- Buenos días-
Lucia se mordió el labio al pasear la mirada sobre su cuerpo y arrugó la frente por la preocupación.
- ¿Estás seguro que tenemos que hacer esto?. ¿No te puedo liberar un ratito?-
- ¡No! -exclamó con énfasis.
Lucia cogió el teléfono y marcó el número de la consulta para hablar con Beth.
- No iré en un par de días, ¿puedes hacerte cargo de algunos de mis pacientes?-
Alejandro frunció el ceño al escucharla.
- ¿Es que no vas a ir a trabajar? - le preguntó en cuanto colgó.
Lucia no podía creer que le hiciese esa pregunta.
- ¿Y dejarte aquí tal y como estás?-
- Estaré bien-
Ella lo miró como si se hubiese vuelto completamente loco.
- ¿Y si pasara algo?-
- ¿Cómo qué?-
- Puede haber un incendio o alguien puede entrar y hacerte cualquier cosas mientras estás ahí indefenso-
Alejandro no discutió. Le entusiasmó el hecho de verla tan dispuesta a quedarse junto a él. A media tarde, Lucia fue testigo de que la maldición empeoraba. Cada centímetro del cuerpo de Alejandro estaba cubierto de sudor. Los músculos de los brazos estaban totalmente tensos y apenas hablaba; cuando lo hacía, apretaba los dientes.
Pero seguía mirándola con una sonrisa, y sus ojos eran cálidos y alentadores mientras sus músculos se contraían con continuos espasmos y soportaba el sufrimiento que amenazaba con devorarlo. Lucia siguió refrescándolo, pero tan pronto como acercaba la toalla a su piel se calentaba tanto que apenas era capaz de tocarla después. Para cuando llegó la medianoche Alejandro deliraba. Observó impotente cómo se agitaba y maldecía como si un ser invisible estuviese arrancándole la piel a tiras. Lucia nunca había visto algo así. Estaba forcejeando tanto que casi temía que echara abajo la cama.
- No puedo soportar esto - susurró. Bajó corriendo las escaleras y llamó a Soledad
Una hora después, Lucia abrió la puerta a Soledad y a su hermana Tiyana. Con el pelo negro y los ojos azules, Tiyana no se parecía en nada a Soledad. Era una de las pocas sacerdotisas blancas de vudú; regentaba una tienda de artículos mágicos y hacía de guía turística por el cementerio los viernes por la noche.
- No saben cuánto les agradezco que hayan venido - les dijo Lucia al cerrar la puerta, una vez pasaron al recibidor.
- No es nada - le contestó Soledad
Tiyana llevaba un timbal bajo el brazo e iba vestida con un sencillo vestido marrón.
- ¿Dónde está?-
Lucia las llevó al piso superior.
Tiyana puso un pie en la habitación y se quedó paralizada al ver a Alejandro sobre la cama presa de continuas convulsiones y maldiciendo a todo el panteón griego. El color abandonó su rostro.
- No puedo hacer nada por él-
- Tiyana - la increpó Soledad - Tienes que intentarlo-
Con los ojos abiertos como platos por el miedo, Tiyana meneó la cabeza.
- ¿Quieres un consejo? Sella esta habitación y déjalo hasta que regrese de donde vino. Hay algo tan maligno y poderoso observándolo que no me atrevo a hacerle frente. - Miró a Soledad - ¿No percibes el odio?-
Lucia comenzó a temblar al escuchar a Tiyana, y su corazón empezó a latir cada vez más rápido.
- ¿Soledad? - llamó a su amiga. Necesitaba desesperadamente que alguien aliviara el sufrimiento de Alejandro de algún modo. Tenía que haber algo que ellas pudiesen hacer.
- Sabes que no puedo ayudarlo - le dijo Soledad - Mis hechizos nunca funcionan-
¡No!, gritó su mente. No podían abandonarlo de aquel modo. Miró a Alejandro mientras éste forcejeaba por liberarse de los grilletes.
- ¿Hay alguien a quien pueda acudir en busca de ayuda?-
- No - contestó Tiyana - De hecho, ni siquiera puedo permanecer aquí. No te ofendas, pero todo esto me pone los pelos de punta. - Lanzó una mirada categórica a su hermana - Y tú sabes muy bien a qué tipo de atrocidades me enfrento diariamente-
- Lo siento, Lucia- se disculpó Soledad, acariciándole el brazo - Investigaré y veré lo que puedo descubrir, ¿de acuerdo?-
Con el corazón en un puño, Lucia no tuvo más remedio que acompañarlas a la puerta. Cuando la cerró, se dejo caer sobre ella con cansancio. ¿Qué iba a hacer?. No podía limitarse a aceptar que no había ayuda posible para Alejandro. Tenía que haber algo que pudiese aliviar su dolor. Algo en lo que ella aún no hubiese pensado. Subió las escaleras y volvió junto a él
-¿Lucia? - Alejandro la llamó con un gemido tan agónico que su corazón acabó de hacerse pedazos
-Estoy a tu lado, cariño - le dijo, acariciándole la frente. Él dejó escapar un gruñido salvaje, como el de un animal atrapado en un cepo, y se lanzó sobre ella. Aterrorizada, Lucia se alejó de la cama. Se dirigió al vestidor, con las piernas temblorosas, y cogió el ejemplar de La Odisea. Acercó la mecedora a la cama y comenzó a leer. Pareció relajarlo. Al menos no se revolvía con tanta fuerza. Con el paso de los días, la esperanza de Lucia se marchitaba. Alejandro estaba en lo cierto al afirmar que no había modo alguno de romper la maldición si no lograba superar la locura. No podía soportar verlo sufrir, horas tras hora, sin ningún momento de alivio. No era de extrañar que odiara a su madre. ¿Cómo podía Afrodita dejarlo pasar por esto sin mover un solo dedo para ayudarlo?. Y había sufrido de aquel modo durante siglos... Lucia ya no sabía qué más hacer.
-¡¿Cómo puedes permitirlo?! - gritó enfadada, mirando al techo.
- ¡Eros! - le llamó - ¿Me oyes?. ¿Atenea?. ¿Hay alguien?. ¿Cómo permiten que sufra así?. Si lo aman un poco, por favor, ayúdenle-
Tal y como esperaba, nadie contestó. Dejó descansar la cabeza sobre la mano e intentó pensar en algo que pudiera ayudarlo. Seguramente habría algo que... Una luz cegadora atravesó la habitación. Perpleja, alzó la vista y se encontró con Afrodita que acababa de materializarse junto a la cama. Si se hubiese encontrado con un burro en la cocina no se hubiese sorprendido tanto. La diosa perdió el color del rostro al contemplar cómo su hijo se revolvía, agitado por los espasmos, sufriendo una horrible agonía. Alargó una mano hacia él y la retiró con brusquedad, apretó los puños y dejó caer las manos a los costados.. En ese momento miró a Lucia
-Si lo amor - dijo en voz baja
-Yo también-
Afrodita clavó la mirada en el suelo, pero Lucia fue testigo de su lucha interior
-Si lo libero, lo apartarás de mí para siempre. Si no lo hago, las dos lo perderemos. - Afrodita la miró a los ojos
- He estado pensando acerca de lo que me dijiste y creo que tienes razón. Lo hice fuerte y jamás debí castigarlo por eso. Lo único que deseaba es que me llamara madre. - Miró a su hijo
ESTÁS LEYENDO
The god of sex 🔥 [Adaptación LUCIALEX]
FanficEsta historia no es mía, todos los créditos a su increíble autor o autora 🤍 Una Antigua Leyenda Griega Poseedor de una fuerza suprema y de un valor sin parangón, fue bendecido por los dioses, amado por los mortales y deseado por todas las mujeres q...