Capítulo 60

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- Sólo quería que me quisieras, Alejandro. Un poquito nada más-

Lucia tragó saliva al ver el dolor en el rostro de Afrodita cuando acarició la mano de Alejandro. Él siseó, como si el roce le hubiese quemado la piel. Afrodita retiró la mano.

-Prométeme que lo cuidarás mucho, Lucía-

- Tanto como él me lo permita; lo prometo-

Afrodita asintió y colocó la mano sobre la frente de Alejandro. Él echó la cabeza hacia atrás, como si acabara de ser alcanzado por un rayo. La diosa inclinó la cabeza y lo besó con ternura en los labios.

Al instante, Alejandro se relajó y su cuerpo se quedó inmóvil. Los grilletes se abrieron y aún así no se movió. El corazón de Lucía dejó de latir al darse cuenta de que Alejandro no respiraba. Aterrorizada, alargó una temblorosa mano para tocarlo.

Él inspiró con brusquedad. Mientras Afrodita tendía la mano hacia Alejandro, Lucía percibió en sus ojos la necesidad de sentir el amor de un hijo que ni siquiera sabía que estaba allí. Era la misma mirada anhelante que a menudo captaba en los ojos de Alejandro cuando él no era consciente de que lo estaba observando.

¿Cómo era posible que dos personas que se necesitaban tan desesperadamente no fuesen capaces de arreglar las cosas?. Afrodita desapareció en el mismo instante que Alejandro abrió los ojos. Lucía se acercó a él. Temblaba tanto que le castañeteaban los dientes. La fiebre había desaparecido y su piel estaba tan fría como el hielo. Recogió el edredón del suelo y lo cubrió con él.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó Alejandro con voz insegura.

- Tu madre te liberó-

Alejandro pareció enmudecer por la sorpresa.

- ¿Mi madre?. ¿Ha estado aquí?-

Lucía asintió con la cabeza.

- Estaba preocupada por ti-

Alejandro no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Sería cierto?. Pero, ¿por qué iba a ayudarlo su madre ahora si siempre le había vuelto la espalda cuando más la había necesitado?. No tenía sentido. Con el ceño fruncido, intentó bajarse de la cama.

- No, ni se te ocurra - le dijo Lucía con brusquedad - Acabo de hacer que te pongas bien y no voy a...-

- Necesito ir al baño urgentemente - la interrumpió él

- ¡Ah!-

Lucía lo ayudó a bajar de la cama. Estaba tan débil que no se aguantaba en pie y ella lo sostuvo hasta atravesar el pasillo. Alejandro cerró los ojos e inhaló el dulce aroma de Lucía. Temeroso de hacerle daño, intentó no apoyarse demasiado en ella. Su corazón se enterneció al ver la forma en que ella lo cuidaba, al percibir la sensación de sus brazos envolviéndole la cintura mientras lo ayudaba a caminar.

Su Lucía.

¿Cómo iba a soportar separarse de ella?. Una vez atendió sus necesidades, ella le preparó un baño caliente y lo ayudó a meterse en la bañera. Alejandro la contempló mientras lo lavaba. Le parecía imposible que hubiese permanecido a su lado todo aquel tiempo. No recordaba casi nada de los últimos días, pero se acordaba del sonido de su voz atravesando la oscuridad para reconfortarlo. La había oído pronunciar su nombre a gritos y, en ocasiones, estaba seguro de haber sentido su mano sobre la piel, anclándolo a la cordura. Sus caricias habían sido su salvación. Cerrando los ojos, disfrutó de la sensación de las manos de Lucía deslizándose sobre su piel mientras lo lavaba. Le recorrían el pecho, los brazos y el abdomen. Y cuando rozaron accidentalmente su erección, no pudo evitar dar un respingo ante la intensidad con la que percibió la caricia. Cómo la deseaba...

- Bésame - balbució Alejandro.

- ¿No será peligroso?-

Él le sonrió.

- Si pudiese moverme ya estarías conmigo en la bañera. Te aseguro que en este momento estoy tan indefenso como un bebé-

Vacilante, ella se humedeció los labios y le acarició una mano; su roce fue suave y tierno. Lo miró fijamente a los labios como si pudiera devorarlo, y Alejandro sintió que el frío desaparecía al contemplar sus ojos. Lucia se inclinó y lo besó con ansias. Él gimió al sentir sus labios; anhelaba mucho más. Necesitaba sus caricias. Para su sorpresa, obtuvo lo que deseaba. Lucía se apartó un instante de sus labios, lo suficiente para quitarse la ropa y quedarse desnuda ante él. Lentamente y con movimientos seductores, se metió en la bañera y se sentó a horcajadas sobre su cintura. Alejandro volvió a gemir al sentir su vello púbico sobre el estómago. Lucía lo besó de nuevo, tan ardientemente que él creyó que se abrasaba. ¡Maldición, ni siquiera podía abrazarla!. No podía mover los brazos. Y necesitaba con desesperación rodearla con fuerza.

Ella debió percibir su frustración porque se incorporó con una sonrisa.

- Ahora me toca mimarte - susurró antes de enterrar los labios en su cuello.

Cerró los ojos mientras Lucía dejaba un rastro de besos sobre su pecho. Cuando llegó al pezón todo comenzó a darle vueltas al sentir la lengua de Lucia jugueteando y succionándolo. Nada había conseguido estremecerlo del modo que lo hacían sus caricias. No recordaba ninguna ocasión en la que alguien le hubiese hecho el amor a él. Y ninguna mujer se había entregado de aquel modo. Ni le había dado tanto. Contuvo la respiración en el momento que ella introdujo la mano entre sus cuerpos

-Ojalá pudiese hacerte el amor - susurró Alejandro. Ella alzó la cabeza para mirarlo a los ojos

-Lo haces cada vez que me tocas-

Sin saber cómo, consiguió abrazarla, aunque los brazos no dejaban de temblarle, y la atrajo hacia su pecho para reclamar sus labios. La escuchó quitar el tapón con el pie mientras profundizaba el beso aún más y atormentaba con leves caricias su miembro hinchado. Alejandro sintió vértigo al notar la mano de ella sobre su verga. Ansiaba sus caricias; las anhelaba de un modo que no era capaz de definir. Una vez la bañera se vació de agua, Lucia abandonó sus labios para abrasarle la piel con diminutos besos, descendiendo por el pecho. Alejandro echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en el borde mientras ella le pasaba la lengua por el estómago y la cadera. Y entonces, para su sorpresa, se llevó su miembro a la boca. Él gruñó y le sujetó la cabeza con ambas manos, deleitándose en las sensaciones que provocaban la lengua y la boca de Lucia, lamiendo y rodeando su miembro. Ninguna otra mujer había hecho eso antes. Se habían limitado a tomar lo que podían de él, sin ofrecerle jamás nada a cambio. Hasta que Lucía llegó. Su boca arrasó con los resquicios de su sentido común y venció lo poco que quedaba de su resistencia. Le temblaba todo el cuerpo por la ternura que ella estaba demostrando

-Lo siento - se disculpó Lucía alejándose de él

-Otra vez estás temblando de frío-

-No es por el frío - le contestó con voz ronca

-Es por ti-

La sonrisa de Lucía le atravesó el corazón. Volvió a inclinarse y prosiguió con su implacable asalto. Cuando terminó, Alejandro creyó haber sufrido una intensa sesión de tortura. No podría sentirse más satisfecho aunque hubiese llegado al clímax.

Lucía lo ayudó a salir de la bañera. Aún le temblaban las piernas y tuvo que apoyarse en ella para llegar a la habitación. Ella lo sostuvo hasta que estuvo acostado y, después, lo tapó con todas las mantas que encontró. Depositó un beso tierno sobre su frente y acomodó la ropa de la cama

-¿Tienes hambre?- Alejandro sólo fue capaz de asentir con la cabeza. Ella se apartó de su lado el tiempo justo para calentar un tazón de sopa. Cuando regresó, él estaba profundamente dormido. Dejó el tazón en la mesita de noche y se acostó junto a él. Lo abrazó y se quedó dormida. Alejandro tardó tres días en recuperar toda su fuerza. Durante todo ese tiempo, Lucía estuvo a su lado. Ayudándolo.

No acababa de comprender el motivo de la devoción que ella le profesaba. Y su fuerza. Era la mujer que había estado esperando toda su vida. Y con cada día que pasaba, era consciente de que el amor que sentía por ella crecía un poco más. La necesitaba a su lado.

The god of sex 🔥  [Adaptación LUCIALEX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora