- ¿Ah, sí?-
- En ese caso... - él deslizó la mano muy lentamente por el cuerpo de Lucía hasta llegar a su ombligo, y bajó aún más separando los húmedos rizos de su entrepierna para acariciarle el clítoris. Se mordió los labios mientras los dedos de Alejandro jugueteaban con ella, acoplándose al ritmo que imponían sus caderas. Cada vez más rápido, más hondo y con más fuerza. La cogió por la cintura y la ayudó a seguir el frenético ritmo. Cómo deseaba poder abandonar el cuerpo de Lucía el tiempo suficiente como para enseñarle unas cuantas posturas más. Pero no les estaba permitido. Por ahora. Pero cuando llegara el amanecer... Sonrió ante la perspectiva. En cuanto amaneciera tenía toda la intención de mostrarle una nueva forma de utilizar el Reddi-wip.
Lucía perdió la noción del tiempo mientras sus cuerpos se acariciaban y se deleitaban en su mutua compañía. Sintió que la habitación comenzaba a girar bajo sus expertas caricias, y se dejó llevar por la maravillosa sensación de expresar el amor que sentía por él. Los dos estaban cubiertos de sudor, pero no dejaron de saborearse; seguían disfrutando de la pasión que al fin compartían. Esta vez, cuando Lucía se corrió, se desplomó sobre él.
La profunda risa de Alejandro reverberó por su cuerpo mientras pasaba sus manos por su espalda, sus caderas y por sus piernas. Lucía se estremeció. Alejandro estaba extasiado por el hecho de tener a Lucía desnuda y tumbada sobre él. Sentía sus pechos aplastados sobre su torso. Su amor por ella brotaba de lo más hondo de su alma.
- Podría quedarme así tumbado para siempre - dijo en voz baja.
- Yo también-
La rodeó con los brazos y la atrajo aún más hacia él. Notó cómo sus caricias se ralentizaban y su respiración se hacía más relajada y uniforme. En unos minutos estuvo completamente dormida. La besó en la cabeza y sonrió mientras se aseguraba de que su miembro no abandonara el lugar donde debía estar.
- Duerme preciosa - susurró - Aún falta mucho para el amanecer-
Lucía se despertó con la sensación de tener algo cálido que la llenaba por completo. Cuando comenzó a moverse, fue consciente de unos brazos fuertes como el acero que la inmovilizaban.
- Con cuidado - le advirtió Alejandro - No la saques-
- ¿Me quedé dormida? - balbució, sorprendida de haber hecho tal cosa.
- No importa. No te perdiste gran cosa-
- ¿De verdad? - le preguntó ella meneando las caderas y acariciándolo con todo el cuerpo.
Él soltó una carcajada.
-De acuerdo, de acuerdo. Te perdiste un par de cosillas.-
Se incorporó y lo miró a lo ojos. Trazó la línea de la mandíbula con un dedo que Alejandro capturó y mordisqueó en cuanto llegó a los labios. Súbitamente, él se incorporó y se quedó sentado con ella en su regazo.
- Mmm, me gusta - dijo ella mientras le pasaba las piernas alrededor de la cintura.
- Mmm, sí - convino él y comenzó a mover suavemente las caderas.
Bajando la cabeza, capturó uno de sus pechos y lamió el duro pezón. Jugueteó con ella y la torturó dulcemente antes de soplar sobre la humedecida piel, que se erizó bajo su cálido aliento. Dejó ese pecho y se dirigió al otro. Lucía acunó su cabeza, acercándolo aún más a ella, completamente extasiada por sus caricias. En ese momento se dio cuenta de que el cielo comenzaba a clarear.
- ¡Alejandro! - exclamó - Está amaneciendo-
- Lo sé - le contestó, tumbándola de espaldas sobre la cama.
Lo miró a los ojos mientras se acomodaba sobre ella sin dejar de mover las caderas. La contemplaba totalmente hechizado. Percibía su ternura y su amor. Nadie lo había conocido como ella y jamás habría creído posible que alguien pudiese lograrlo. Lo había acariciado en un lugar que nadie había tocado antes.
En el corazón. Y entonces anheló mucho más. Desesperado por tenerla por completo, siguió moviéndose dentro de ella. Necesitaba más.
Lucía lo envolvió con sus brazos y enterró el rostro en su hombro al sentir que aceleraba el ritmo de sus envistes. Más y más rápido, más y más fuerte; hasta que ella se quedó sin aliento por el frenético ritmo. De nuevo, el sudor los cubría. Lucía lamió el cuello de Alejandro, embriagada por sus gemidos. Él siseó de placer.Y todavía seguía hundiéndose en ella, una y otra vez, hasta que Lucía pensó que no podría soportarlo más. Le clavó los dientes en el hombro mientras alcanzaba el orgasmo rápida y salvajemente. Alejandro no disminuyó sus acometidas cuando Lucía se tumbó sobre el colchón. Se mordió el labio con fuerza y se movió aún más rápido, haciendo que ella se corriera de nuevo, y esta vez con más intensidad que la anterior. Justo cuando el primer rayo de sol atravesaba los ventanales de la habitación, escuchó que Alejandro gruñía y lo vio cerrar los ojos. Con un enviste profundo y certero, se derramó en ella y todo su cuerpo se convulsionó entre los brazos de Lucía
Alejandro era incapaz de respirar y la cabeza le daba vueltas a causa del éxtasis que acaba de sentir; la intensidad de su orgasmo había sido increíble. Le dolía todo el cuerpo, pero aún así, no recordaba haber experimentado con anterioridad semejante placer. La noche pasada lo había dejado exhausto, y estaba agotado por las caricias de Lucía. Habían roto la maldición. Alzó la cabeza y vio que Lucía le sonreía
-¿Ya está? - le preguntó ella. Antes de que pudiera contestar, el brazo comenzó a dolerle como si le estuvieran marcando con un hierro candente. Siseando, se apartó de ella y lo cubrió con la mano
-¿Qué pasa? - le preguntó ella al ver que se alejaba. Perpleja, observó cómo un resplandor anaranjado le cubría todo el brazo. Cuando apartó la mano, la inscripción griega había desaparecido
-Ya está - balbució Lucía
-Lo logramos- La sonrisa se borró del rostro de Alejandro.
- No - dijo él, rozándole la mejilla con los dedos
-Tú lo hiciste- Riéndose, Lucía se arrojó en sus brazos. Él la abrazó con fuerza mientras se besaban en un caótico frenesí. ¡Ya había acabado!. Era libre. Por fin, después de tantos siglos, volvía a ser un hombre mortal. Y era Lucía la que lo había conseguido. Su fe y su fortaleza habían revelado lo mejor de sí mismo. Ella lo había salvado. Lucía volvió a reírse y giró en la cama hasta quedar encima de él. Pero la alegría le duró poco ya que otro destello, aún más brillante que los anteriores, atravesó la habitación.
Su risa murió al instante. Percibió la malévola presencia antes de que Alejandro se tensara entre sus brazos. Sentándose en la cama, obligó a Lucía a ponerse tras él y se colocó entre ella y el apuesto hombre que los observaba desde los pies de la cama. Ella tragó saliva cuando vio al hombre alto y moreno que los miraba furioso. Estaba claro que tenía todas las intenciones de matarlos allí mismo.
- ¡Bastardo engreído! - gritó el hombre
-¡Cómo te has atrevido a pensar que puedes ser libre!- Al instante, Lucía supo que estaba ante el mismísimo Príapo
-Déjalo, Príapo - le contestó Alejandro con una nota de advertencia en la voz
- Ya ha acabado todo- Príapo resopló
-¿Crees que puedes darme órdenes?. ¿Quién te crees que eres, mortal?-
Alejandro sonrió con malicia
-Soy Alejandro de Macedonia, de la Casa de Diocles de Esparta, hijo de la diosa Afrodita. Soy el Libertador de Grecia, Macedonia, Tebas, Punjab y Conjara. Mis enemigos me conocían como Augustus Alejandro Punitor y temblaban ante mi simple presencia. Y tú, hermano, eres un dios menor y poco conocido, que no significaba nada para los griegos y al que los romanos apenas si tomaron en cuenta- La ira del infierno transfiguró el rostro de Príapo.
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The god of sex 🔥 [Adaptación LUCIALEX]
Fiksi PenggemarEsta historia no es mía, todos los créditos a su increíble autor o autora 🤍 Una Antigua Leyenda Griega Poseedor de una fuerza suprema y de un valor sin parangón, fue bendecido por los dioses, amado por los mortales y deseado por todas las mujeres q...